Castillo Evans McGonagall

[toji]

 

 

 

No era el momento preciso para andarse con nimiedades. Había sido convocado por una de sus comandantes y eso era más urgente que preparar ingredientes y demás materiales para las clases. Fushiguro puso camino a las afueras de la academia para desaparecer sin antes cambiar su atuendo de profesor por una capa negra con capucha y una túnica del mismo color a juego. Una vez fuera de los límites de las protecciones del castillo, Toji, con un movimiento suave de su varita, hizo aparecer la máscara de oni que ocultaba su rostro en este tipo de actividades.  

—Es la hora— enmascarado y con la ropa adecuada, Zenin desapareció en la oscuridad de la noche.  

Al cabo de unos segundos volvió a aparecer junto a los compañeros de bando que también habían respondido al llamado. Zenin apareció en donde inicia el camino ascendente del desfiladero. Lo de caminar no le hizo mucha gracias, pero aun así evitó proferir queja alguna. Estaba ansioso, eso sí, por poder destruir y quizás hacer mucho dolor y provocar dolor a quien se interponga en su camino. —¿Creéis que hoy si haya alguien en la casa? —soltó el nipón mientras mantenía el ritmo.  

[Leah Slytherin]

—Hay que subir —explicó, no sin cierto fastidio—. Así que, en marcha.

Se puso la varita entre los dientes y empezó a trepar. No fue sencillo, pero tampoco conllevó una dificultad terrible. Los fenixianos y sus resoluciones escuetas. Arriba, con la túnica sucia por la tierra y algo rajada, la mujer guió al grupo a través de los terrenos del castillo. Allí, encontraron un punto medio donde se quedaron. Inhaló por la nariz, expulsó el aire y habló.

—Fuego Negro.

A varios metros por encima de su cabeza apareció una bola de fuego oscuro, pequeña, pero imponente, que se mantendría flotando allí hasta que ella diera la orden de que atacaran algún objetivo. Pero dejaría que llegara al límite, hasta que pudiese casi reventar, ahí es cuando haría más daño. Después, miró a sus compañeros y les hizo una seña, para indicarles que actuaran después de ella.

—Aura de Poder —pronunció, poniendo mucho de sí para mantener la magia bajo control.

Una especie de energía recorrió al equipo y ahora, tres de sus compañeros podrían usar hechizos por encima de su nivel.

[Kamra Ashryver D.]

 

La adrenalina ya se apoderaba de su cuerpo por la anticipación. Kamra miró a una mujer parada cerca de ella, y aunque no la reconoció, se le antojaba familiar. Cuando la señal fue entregada, Kamra comenzó a subir por el amplio sendero que serpenteaba  en conjunto con el desfiladero, todo el camino hacia arriba acompañada de los demás mortifagos.

Llegaron a la barbacana roja que rodeaba el castillo como tal y Kamra movió los hombros, entrando en ese lugar frío y calculador antes de cada batalla. Sus camaradas ya habian empezado lo propio asi que levanto su mano izquierda estando a unos 10 metros de la barbacana y murmuró.

- Terreus - la tierra bajo el muro comenzó a moverse y temblar, alrededor de 2 metros cúbicos de tierra se levantaron a su orden, por lo que parecía una montaña en contraste con el suelo mismo. La montaña de tierra la siguió adentro cuando traspasó el muro, acechando junto a los demás mortifagos.

- Vamos a divertirnos, muchachos.

[Leslie Ann Linmer PB]

Después de la respuesta de sus compañeras Yume siguió al grupo que comenzó a avanzar por el camino serpeteante rodeado de arboles hasta detenerse en una barbacana flaqueada por torres laterales, el lugar se vea hermoso y sentía lastima de que tuvieran que destrozar el lugar pero si no aparecía nadie era lo que pasaría. 

-Himno de Eleboro- de la punta de su varita de Vid surgió una vibración musical apenas audible pero que protegería sus cinco sentidos a Medusa y a ella misma.

-Flechas de Fuego- invocando tres filamentos de fuego que salieron directo a las flores mas cercanas al castillo que comenzaron a incendiarse rápidamente extendiendo el fuego por todo el jardin.

[toji]

 

—Espero que alguno se digne a aparecer, de lo contrario no sería tan divertido... — masculló el nipón a través de su máscara de oni perfectamente amoldada a su rostro.

El nipón empezó a ascender cauto por la serpenteante ladera que conducía al castillo Evans McGonagall. Desde la distancia se veía imponente, casi inexpugnable, pero para el grupo de mortifagos que ascendía hasta sus puertas no había nada que se les resistiera. Zenin, varita en mano avanzó y avanzó hasta una buena posición en donde espero al resto de compañeros de bando que también habían iniciado el ascenso.  

—Detritus— pronunció el nipón cuando su compañero mortifago se posicionó junto a él, cubriéndoles a ambos de una capa gaseosa de color verde esmeralda. De esta manera los dos mortifagos estaban cubiertos  de cualquier ataque que pudieran sufrir.  

Zenin levantó la varita para apuntar al cielo y lanzar su siguiente hechizo. Una sonrisa se dibujó por debajo de la máscara de oni solo al por pensar en el daó que este causaría minutos más tarde.  

—Fuego Negro— en el cielo apareció una bola de fuego que obedece a las órdenes de Zenin. El hechizo quedó a la espera, encima de la zona dónde se contraban los mortifados y entre el castillo.  

[Yadiz Vashtí]

El castillo se alzaba imponente sobre un alto desfiladero rocoso cubierto de un frondoso bosque. Desde su privilegiada posición se pueden apreciar los extensos terrenos de la familia, amplios campos suavemente ondulados que brillan bajo la luz de sol. A ojos de Medusa, era un castillo impresionante y hermoso. 

Caminaron juntos por el amplio sendero que guiaba a la entrada del castillo. Asegurándose de entender y manejar los obstáculos que podría haber para su llegada. Hékate se había unido al nuevo trío con Yume. Era la segunda vez que Medusa, lucharía junto a aquella bruja, y aun no habían cruzado palabras. Ya tendrían que cambiar eso. Medusa vió como Yume les arrojaba un Himno de Eleboro a ambas para protegerlas. 

-Fortificum – exclamó Medusa y una enorme pared de 5x10 metros se hizo presente frente a ellas. De inmediato la mortífaga susurró:

-Vitae- a la inmensa pared le nacieron 8 patas que la arrancaron del suelo, y le produjo una gran boca de cocodrilo lista para atacar y arrancar extremidades. El vitae yacía frente a las tres brujas para defenderles.

-Saludos familia. - susurró como si alguien en el castillo realmente les pudiera escuchar. Sonrió por lo bajo y esperó paciente por sus compañeros. 

 

[Eliah Selwyn R.]

Sus pasos empezaron a caminar por aquel camino serpenteante por una cuesta que tenía aquel terreno de aquella familia. Era un lugar rocoso, así que en cuanto observó una de las rocas mientras caminaba por aquellos terrenos apuntó a aquella roca.—Morphos—Pensó transformando a aquella roca en un lobo negro que se ubicó cerca de las tres mortifagas para protegerlas a ellas en cuanto Hékate diera una de las órdenes.

—Avis—pronunció con aquella voz distorsionada haciendo aparecer unas 12 aves rojas de su varita que estaría cerca de la mortifaga para protegerla de cualquier cosa que ocurriera en aquellos terrenos. Ella seguía cerca de Yume y Medusa por si pasaba algo poder defenderse por si la orden del fenix se les ocurría aparecer en aquel momento, aunque dudaba que llegaran puesto que no hacían nada de día, se escondían en la noche.

Era hora de vengarse por lo causado en su mansión, estaba llena de ira por lo ocurrido y todo lo que habían provocado en el legado de Katara. Por suerte tan oculta con su máscara y sus ropas que ocultaban todo su cuerpo nadie podrías saber quién era.

[Derek Lúcien]

Derek esperó unos minutos mientras los demás miembros de su bando aparecían junto a él, formando un grupo considerable en la penumbra del bosque. Cuando el número fue suficiente, comenzaron a avanzar por el amplio sendero que serpenteaba hacia la mansión Evans McGonagall. A medida que se acercaban a los terrenos, la tensión crecía en el aire.

Cuando estuvieron dentro de los terrenos, y con varita en mano, Derek conjuró un hechizo de defensa.

—¡Avis! —. De inmediato, una docena de avecillas brillantes emergieron de su varita, girando en torno a él con la intención de protegerlo de cualquier ataque sorpresa. Las aves, iluminadas con un tenue resplandor azul, danzaban en el aire, creando un espectáculo inquietante que anunciaba su llegada.

Varios de sus compañeros comenzaron a conjurar defensas para proteger al grupo, y en poco tiempo el grupo mortífago estaba totalmente listo. El castaño, se mantuvo cerca a uno de sus compañeros, Toji, quien conjuró en detritus para ambos.

—Morphos —. Conjuró, apuntando a una roca bastante grande cerca de un árbol, y la transformó en una lechuza, que sobrevoló a corta distancia del castaño, añadiendo una barrera extra de protección.

 

[Alyssa Black Triviani]

El grupo de mortífagos, liderados por Leah, comenzaron a ascender por un amplio sendero que serpenteaba junto al desfiladero hasta finalmente llegar frente a una barbacana de color carmesí. Alyssa alzó la vista contemplando aquella fachada, sus labios se torcieron en un gesto de disgusto ante el horrible color que habían elegido, justo entonces se encontró con unas palabras grabadas sobre el dintel de la puerta: Honor, Sangre y Gloria.

- Pff… ¿no te da la impresión de que los odefos cada vez suenan más como nosotros? – cuestionó la Triviani a nadie en particular. – Fuego Negro – agregó la mortifaga imitando a su amiga.

A varios metros sobre su cabeza apareció una bola de fuego negro, allí se quedaría aguardando las ordenes de su invocadora, creciendo en poder a medida que transcurriera el tiempo. 

- Vitae – enunció Alyssa apuntando con su varita a un banco de piedra que se encontraba a tan solo unos metros de ella. El objeto cobró vida de inmediato, de sus patas crecieron garras afiladas y de su respaldo una boca con dientes cual serrucho. Su orden era la de defender a su creadora de cualquier posible ataque físico, por lo que se mantuvo cerca de la Black velando por su seguridad. 

[Leah Slytherin]

—Detritus —murmuró, una vez que la acción del Aura de Poder cumplió su cometido.

Se colocó relativamente de una de una bruma transparente la cubrió a sí misma y a Kamra (Manon), para protegerlas de cualquier ataque que pudieran lanzar en una posible defensa del castillo. 

—Fuego Negro —volvió a exclamar.

Una segunda bola, apareció sobre su cabeza, paralela a la primera. A diferencia de la primera, que había crecido ya bastante desde que la había invocado, ésta era pequeña y no menos peligrosa. Nunca había protección inútil, y lo importante era que se quedara allí y que, con el tiempo, fuera un ataque terrible. Más de una vez los había matado así y, esperaba, no fuera la única. Movió el cuello lentamente y lo escuchó crujir.

Qué ganas tenía de matar.