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Castillo Evans McGonagall


Matt Ironwood
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—Oh, Ironwood —Madeleine lo saluda con un asentimiento de la cabeza, algunos recuerdos borrosos viviendo a su mente del mago, con el que recuerda haber estado en algunas misiones hombro a hombro. Pero lo más importante, por supuesto, es que también es un acogido de la familia Evans McGonagall—. Nada especial, supongo —la bruja se encoge de hombros, no porque no tenga nada que decir, sino porque la pregunta es tan abierta y tan ambigua que el simple hecho de reflexionar en una respuesta es demasiado—. Trabajo, y más trabajo. Pero hoy tenemos una buena excusa para romper la rutina.

Cuando Rory hace su comentario, tan típico de su personalidad, acerca de su hígado, Madeleine no puede evitar soltar una carcajada que no se molesta en disimular. Por algún motivo, escuchar algo tan típico de él, a pesar del tiempo que tenía sin verlo en persona, tiene un efecto reconfortante. No puede negar que muchas veces, Rory la impacientaba con su insistencia en "llevarla por el camino recto", lo que sea que eso significase. Pero actualmente, no es capaz de mantener el mismo cinismo de años atrás. Sabe que, simplemente, esa es su forma de preocuparse... Y, que todavía hoy en día haya alguien preocupado por su bienestar, le parece algo tan increíble como conmovedor. De todas maneras, será otro intento en vano, como todos los del pasado. Pero, por lo menos, Madeleine aprecia el gesto.

—No te preocupes, Despard, te aseguro que mi hígado está en condiciones —Madeleine se ríe—. Además, una vez al año no hace daño, y no recuerdo la última que este... —¿En familia? ¿Con amigos?— En una fiesta, aunque sea una fiesta en casa. Creo que la situación amerita una celebración apropiada.

Luego, su atención regresa a Agnes. Mientras la bruja menciona las misiones, Madeleine estudia su cabello rojizo y sus anteojos, y poco a poco unos recuerdos se iluminan en su cabeza. Tiene veintiséis años. La Orden del Fénix. La Orden Oscura. Eileen le asigna encabezar una misión. Se obliga a parpadear un par de veces, intentando volver a donde está parada, no queriendo que su mente deambule demasiado. Aunque el reencuentro la hace sentir cierta calidez en el pecho, también siente que puede fácilmente pasara  ser demasiado para soportar. Siente que está caminando sobre una cuerda floja, mientras intenta diferenciar los recuerdos del pasado con la realidad del presente.

—Sí, bueno, es extraño. Ha pasado mucho tiempo, pero al mismo tiempo, se siente como si muchas cosas hubieran ocurrido solo hace poco —Madeleine dice, con la voz un poco más baja de lo que hubiera querido—. Uhm, ¿Ellie? Ella está, bueno... Ocupada con sus investigaciones, como siempre —se encoge de hombros, no queriendo admitir que no le presta tanta atención a los asuntos privados de Ellie como quizás debería, siendo que viven juntas. Pero de todas formas, no es como que Ellie se la pone fácil, con lo hermética que es últimamente.

»Te acepto la copa. Tanto hablar me seca la garganta —dice, ante el ofrecimiento de Agnes.

Y, a decir verdad, quizás una copa de vino es lo que necesita para tranquilizar sus pensamientos. Pero eso prefiere no decirlo en voz alta. Pretende seguir a Agnes hacia la mesa de vinos, cuando escucha una voz familiar. «Hola, Madeleine».Tiene veintiséis años... Sacude la cabeza ligeramente, como para aclarar los pensamientos contradictorios, y vuelve el rostro hacia Catherine. En el fondo de su cabeza, registra también la presencia de Melrose, Richard y Ellie, pero no centra su atención a ellos de momento.

—Hola, Catherine —, imitando su tono inexpresivo, ladeando la cabeza mientras intenta registrar las diferencias en su rostro desde la última vez que la vio. No es que no la haya visto en los últimos años, pero, como mínimo, han pasado algunos meses. Sin embargo, como pasa la mayoría del tiempo, los recuerdos que vienen a su cabeza no son de hace meses, o de los años recientes. Si hay algo efectivo para hacerla regresionar, es ver de frente a su madre. Sabe que Catherine no lo hace a propósito, pero a veces es difícil recordar que no es la misma Madeleine de antes. Y es todavía más difícil cuando le habla con cautela, como si fuera a morderla—. ¿Saliendo de tu cautiverio? —pregunta casualmente, intentando aligerar el ambiente dentro de su propia mente. Y, en parte, es una forma indirecta de preguntar dónde demonios ha estado.

Madeleine pasea la mirada, como usualmente hace para no ver a alguien por mucho tiempo a los ojos, y sólo es cuando alguien pregunta por el motivo de la fiesta que se da cuenta de la presencia de alguien más. Le cuesta reconocerlo, no es hasta que le habla directamente —más por lo que dice, que por alguna otra cosa— que reconoce que se trata de Jank. Y no era para extrañar, ya que está segura de que no lo había visto en, como mínimo, la última decada. Ahora mismo, no puede decir qué pensó que había sido de él, ya que no era extraño que él desapareciera por largas temporadas. Primero un año, después otro... y así, nota ahora, pasaron diez años.

—Yerba mala nunca muere, supongo —dice, encogiéndose de hombros, sin más. La verdad es que, aunque está en sus treintas y sin un rumbo fijo, hay algo de lo que está segura: la vida sigue. Si hay una razón por la cual, después de tantas desventuras, después de tantas experiencias cercanas a la muerte y después de tanta autodestrucción... Si hay una razón por la cual sigue allí, está dispuesta a averiguar por qué. Incluso si resulta que su destino es continuar vagando entre este castillo y la casa Moody, trabajando como cazarrecompensas o simplemente como todera. Incluso si resulta que, al final, quizás los sacrificios no importaron demasiado—. Pero, ¿diez años de ausencia y resulta que estás vivo? —añade luego de tan solo un momento de reflexión, entrecerrando los ojos— Me gustaría saber si hay una excusa lo suficientemente buena para eso.

Quizás por suerte, la atención general se desvía a Ania, quien finalmente hace acto de presencia. Madeleine se avergüenza de no haber traído un regalo y se pregunta si Ellie habrá traído algo que pueda hacer pasar como un regalo conjunto, pero luego de un momento decide apartar esas preocupaciones. No es como que en las fiestas de la familia, los regalos tengan amyor protagonismo. A decir verdad, las fiestas suelen ser simplemente una excusa para reunirse... Y, en esta ocasión, la convocatoria ha sido extraordinaria. Casi abrumadora, incluso.

Cuando Rory termina de decir su brindis, Madeleine se une al brindis y a la felicitación general en el nombre de Ania, y se apresura a tomar el contenido de la copa de vino que en algún momento llegó a su mano. Irónicamente, confía en que el alcohol ayude a su mente a asentarse en el momento y a dejar de viajar al pasado.

@ Ania Evans Weasley   @ Rory Despard  @ Matt Ironwood  @ Catherine Moody  @ Agnes Lynn  @ Jank Dayne

Editado por Ellie Moody

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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La sorpresa de aquel cambio de rumbos tomado por Rory al parecer era compartida por todo los reunidos en aquella fiesta, era cierto que suponía un movimiento osado a los ojos del Ironwood (y al parecer del resto de los presentes) por parte del predicador, un sujeto que siempre parecía moverse preferentemente por terreno conocido, no alejándose mucho de lo que resultaba familiar. O al menos esa era la cara con la que el pelirrojo prefería presentarse, quizás había algo más en su interior, otra persona más aventurera dispuesta a no quedarse en el molde, como el hecho de haber sido Primer Ministro de Magia Británico y mudarse al otro lado del océano parecían demostrar. 

-Pues descuida - lo despreocupa agitando una mano - Es un protocolo básico para el que todas las oficinas están preparadas para ejecutar…. “algo rutinario” - bromeó cuando claramente recibir como nuevo residente a una figura política extranjera no es para nada algo de todos los días.

Mientras se ponía al día entre ellos, dos nuevas figuras hicieron acto de presencia, reconoció la fibrosa figura de Catherine acercándose con aquel caminar tan particular de la bruja, casi como si estuviera acechando. El aura casi animal que la morena irradiaba al moverse de esa forma podía llegar a distanciar a otros si no se la conocía, pero el castaño tenía en claro que simplemente era su forma de ser. 

Al mago por otro lado le costó reconocer. Aquella figura desaliñada, que caminaba encorvada apoyándose en un gran báculo coronado por una esfera, no le resultaba ni remotamente familiar, sus gestos, sus facciones parecían avejentadas y su voz sonaba como si no la utilizara muy a menudo. 

El hawaiano no sabría decir qué fue lo que le quitó el velo de los ojos, que gesto, que nota de su voz o alguna mirada le delató la identidad del recién llegado. ¿Jank? ¿El mago trotamundo de la familia? Eso sí que era una sorpresa inesperada - Bienvenido - le sonrió -Te tomaste tu tiempo, ¿no? - dejó escapar Matt mientras se servía una copa de sidra. Al parecer aquella fiesta estaba atrayendo a todos los Evans. 

Finalmente la celebrada hizo acto de presencia. Ania, jovial y desfachatada como siempre llegó como un huracán de aire fresco a la fiesta. El americano no pudo menos que sonreír contagiándose de la energía de la bruja. -¡Feliz cumpleaños, Ania! - abrazó a la bruja estrechamente entre sus brazos antes de liberarla -¿Cómo has estado? - le preguntó segundo antes de que Rory propusiera un brindis. 

Matt levantó su copa de sidra junto con el resto - Por Ania - sonrió antes de dedicarle un largo trago en su honor. Aquella bebida ambarina estaba deliciosa, se podía sentir un profundo gusto a manzana que hablaba de días cálidos de verano. La noche era especial, la familia estaba reunida ¿qué más podía pedir?
 

@ Rory Despard  @ Ellie Moody  @ Agnes Lynn  @ Catherine Moody  @ Jank Dayne  @ Ania Evans Weasley

 

 

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Tarde… Irremediablemente tarde. Me decía para mis adentros, pero guardaba la esperanza de llegar a dar un fugaz abrazo y porque no bailar.

Hacía tanto que me había desconectado de ese mundo que poco importo dejar mi departamento hecho un desastre, cualquiera que lo viera diría que nadie vivía ahí pero últimamente un tema no dejaba de darme vueltas en la cabeza y más considerando que estaba por embarcarme a un mundo que para un simple humano es incomprensible pero incluso de esa forma no dejaba de obsesionarme la vida en las estrellas.

Miré por ultima más mi escritorio donde varios libros yacían abiertos a la espera de ser leídos una vez más y que decir de las innumerables de notas desparpajadas por el piso, además claro de la portátil que estaba llena de videos y observaciones hechas por mí, después de todo dormir no era totalmente necesario para mí. El clic del pestillo me regreso al presente y deje ese mundo atrás, me coloque mi capa de viaje color guinda y comencé mi viaje.

El tiempo carece de sentido cuando parece que este no tiene fin y de hecho había descubierto que en realidad no existía, sin embargo, ¿no era algo que ya sabía? Era poco probable precisar lo que sabía y no después de ese encuentro, yo que había viajado entre dimensiones y la vida me había enseñado que incluso para un ser como yo aún existían cosas del universo mismo que desconocía.

Finalmente arribaba al que había sido mi morada por mucho tiempo. Una sensación cálida inundo mi pecho mientras con decisión y alegría volvía a ver el castillo, era consciente de que seguramente muchos de los habitantes estarían de viaje o habría caras nuevas y eso de alguna manera me emocionaba. Sin embargo, mi estancia sería corta. Aquel mundo me había dado mucho y entendía que debía seguir mi camino sin olvidar mi pasado.

Ver las decoraciones me hizo darme cuenta que no era tan tarde y justo a tiempo para unirme al brindis que se estaba haciendo por Ania, me apresure a tomar una copa y la levante para decir –¡Oh Ania! Me alegra tanto volver a verte – sonreí mientras descubría mi cabeza y continuaba –pero aún más de no haber llego tarde para desearte un feliz cumpleaños, mi amada Evans –contemple con mi mirada heterocromomatica el rostro de aquella bruja con las que más de una aventura había compartido. 

@ Ania Evans Weasley  @ Rory Despard  @ Matt Ironwood  @ Ellie Moody  @ Catherine Moody  @ Agnes Lynn  @ Jank Dayne

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—Ya era hora —murmuró.

Con una inspiración, la matriarca Slytherin se dio un último vistazo al espejo. Cinco años habían pasado desde la última vez que se había puesto la túnica de combate, que refulgía blanca como una broma de mal gusto para cualquier fenixiano. Como debía ser. No podía verse su rostro, al menos una parte de él, pues llevaba puesta la máscara; era similar a un casco y solo se podía apreciar su sonrisa de diversión. Solo le faltaba una cosa, pero ya arreglaría eso... con el tiempo. Con un suspiro, apretó la varita entre los dedos y desapareció.

Instantes después, el viento se arremolinó oscuro fuera de los terrenos del castillo Evans McGonagall, al límite de sus defensas anti-aparición. La mortífaga, con una ráfaga de intensa y repentina excitación, llevó la punta de la varita al tatuaje que portaba en el antebrazo izquierdo y la hundió en su pálida piel. Un intenso calor sacudió su extremidad, una quemadura que había sentido una y otra vez durante tantos años que casi podría haberse puesto a llorar. Pero no lo hizo, en su lugar, con el llamado hecho y con sus compañeros en camino, apuntó al cielo.

¡Morsmordre!

Un rayo verduzco se disparó al cielo, cientos de metros por encima del risco que tendrían que escalar y del castillo de la presunta casa de los fenixianos. Una bruma oscureció el claro cielo y una serpiente se dibujó sobre ella. 

—Es momento de divertirnos.

Comandante: Leah Dayne - Nivel 45 - Base
Alyssa Black Triviani - Nivel 24 - Base
Eliah Selwyn R. - Nivel 7 - Tempestad 
Kamra Ashryver D. - Nivel 8 - Mago oscuro
Leslie Ann Linmer PB - Nivel 46 - Tempestad
Toji - Nivel 31 - Tempestad

Yadiz - Nivel 2 - Tempestad
Derek Lucien - Nivel 6 - Base

 

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Era un día glorioso de otoño, Halloween estaba a la vuelta de la esquina trayendo consigo una energía de anticipación ante una de las fiestas más predilectas de la comunidad mágica. Lo cierto es que cualquier época del año era un buen momento para visitar odefos, pero había algo sobre Halloween que lo hacía extra especial. Alyssa respondió al llamado de su compañera, Leah, apareciendo junto a ella a las afueras del castillo Evans McGonagall, fuera de los límites de aparición.

- Un lindo día para salir de casería ¿no te parece? – comentó a la Dayne.

Su voz se escuchaba clara aunque un tanto distorsionada de su cadencia habitual, esto era gracias a la máscara de plata que ocultaba su rostro, un adminiculo mágico característico de los mortifagos que les ayudaba a mantener su identidad oculta. Completaba su atuendo con una túnica negra que ocultaba el resto de su figura, con la capucha levantada cubriendo la cabellera borgoña de la Black.

El lugar era precioso, lomas verdes y bosques espesos con aquel castillo irguiéndose en medio. De alguna manera el edificio parecía completamente ajeno a su entorno pero a la vez encajaba perfectamente, una contradicción que picaba la curiosidad de la Triviani. Lastima que tendría que vandalizarlo…, aunque para ser honestos no lo lamentaba en lo más mínimo. 

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Leslie miraba su anillo de compromiso mientras le hacia un par de cortes al elfo de la matriarca Delacour, habia tratado de ingresar a la alcoba de Mei pero la criatura se habia negado interponiéndose en su camino pero para la suerte de aquella criatura su pecho habia comenzado a quemar ante el llamado de uno de sus compañeros de la Marca. La serpiente se movía por su nuca recorriendo su cuello por lo que Leslie se dio media vuelta y salio disparada a su cuarto, no era diestra en enfrentarse a la Orden aun pero le gusta hacer destrozos ademas esperaba así mejorar para defenderse siempre que ocurriera algo.

Suspiro.

No habia tiempo que perder se dijo colocándose su mascara sobre su capa negra que le cubria sus cabellos rubios y su vestido negro corto con unos zapatos de tacón, se observo en el espejo de cuerpo entero para que no quedara nada de evidencia que ella habia estado y desapareció.

Yume apareció a las afueras de los terrenos de la Evans McGonagall, para su desgracia era de día y su vestimenta llamaba mucho la atención, tanto ella como sus compañeros iban apareciendo de apoco.

-¿Este es el lugar a quemar?- pregunto Yume con su vos distorsionada a Hécate y Medusa 

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A plena luz del día, bajo el testigo universal que ilumina el planeta, se hacía presente en el punto más alto del cielo. Yadiz se hallaba ensimismada en uno más de sus días en el Departamento. La indiscutible quemazón de su antebrazo se ponía en marcha una vez más.

Como siempre, con una floritura de su varita apareció su acostumbrado atuendo para estas tretas: ropa negra, capucha espesa muy oscura de terciopelo y su conocida máscara mortífaga que la identificaba como Medusa.  Preparada para la batalla, y dejándose guiar por el llamado de sus secuaces. Se hizo presente en las afueras de un Castillo.

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El Castillo Evans se erguía a la distancia, con sus misteriosas torres y secretos escondidos. Este posiblemente sería el escenario para el entorno conflictivo. Que les aguardaría este día. La bruja lo desconocía. Pero esperaba impaciente por la nueva treta. Medusa se unió a Yume de inmediato. Esperaba comando para acercarse a los terrenos del Castillo.

Los muertos resucitan // Mi mami mía de mí me viste (?) xD // Porque hierba mala nunca muere! :perv:

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Había recibido el llamado, su tatuaje se removía por la espalda para aparecer en el lugar interno de su bíceps mostrando la marca tenebrosa. Estaba bastante molesta por lo ocurrido en su mansión, como osaban atacar a su familia sin ninguna acusación, claramente se iban a vengar cuando notó como quemaba la marca en su piel.

Tras unos segundos apareció en una voluta de humo afuera de los límites de aparición del castillo Evans McGonagall con su rostro cubierto por su máscara mortifaga, su túnica negra, sin ningún olor especifico y con varita, en su mano enguantada mientras miraba con aquellos ojos amarillos a sus demás compañeros.

Observó a Medusa que se acercaba a Yume, así que Hékate hizo lo propio puesto que tenía instrucciones claras de lo que debían hacer y mas tras el llamado de la comandante que iniciaría ese asalto, ya que parecía que la mortifaga tenía una pregunta para ellas.—Si estamos en el lugar correcto—Contestó con aquella voz distorsionada.

 

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En la penumbra de su habitación de hotel, Derek sintió el escalofrío de la emoción recorriendo su cuerpo. La llamada de su bando resonaba en su mente como un eco distante que se volvía más claro con cada segundo; y la marca de su antebrazo palpitaba como si hubiese cobrado vida. Con una sonrisa fría y decidida, se levantó de la cama y se acercó al armario. Allí, colgando en silencio, estaba la máscara mortífaga que no había tocado en años. La tomó en sus manos, admirando el brillo oscuro de la superficie.

La colocó sobre su rostro, sintiendo cómo la frialdad del material se fundía con su piel, ocultando su identidad y transformándolo en lo que realmente era. La oscura túnica se deslizó sobre su cuerpo, envolviéndolo en sombras. La única marca que lo diferenciaba era un sello verde que llevaba en una de las mangas de la tunica. Ya no era Derek, el hombre común; era un mortífago, un guerrero de la oscuridad, listo para entrar y destrozar vidas (?

El castaño giró sobre sus talones y desapareció de la habitación en la que encontraba. Al instante, se materializó fuera de los límites de los terrenos del castillo Evans McGonagall. Su corazón latía con fuerza mientras miraba a su alrededor, donde otros mortífagos ya comenzaban a reunirse, sus rostros ocultos tras máscaras similares. a las de él.

—Se siente bien estar de regreso —su voz, distorsionada, y sus ojos brillando de emoción.

Derek avanzó hacia el grupo, sintiendo la energía colectiva de sus compañeros. Todos compartían el mismo propósito: sembrar el caos, llevar el miedo y demostrar que la sombra de la Marca Tenebrosa aún se cernía sobre el mundo mágico. El hogar de McGonagall, un símbolo de resistencia, pronto conocería la furia de su llegada.

 


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Uno, dos. Uno, dos. Kamra contaba sus pasos mientras rodeaba a su contrincante con los puños en alto. Feris Dalka, su capitán de la guardia, y ella solían entrenar los sábados por la mañana desde temprano. El hombre era el mejor peleador que jamás hubiera visto, y aunque ella tenía habilidades propias y resistencia descomunal, a veces creía que Fenris no tenía un límite palpable en cuanto a sus habilidades. De repente, todo se inclino y se encontró golpeando duro el suelo. Llevó ambas manos a la cabeza riendo y en un segundo el la ayudó a levantarse. 

Estaban a punto de reanudar, cuando su tatuaje de la marca Tenebrosa comenzó a arder insistentemente. Puso los ojos en blanco, no por disgusto, sino porque extrañaba los días normales como ese. Con un simple ondear de su mano su vestimenta cambió a un ceñido traje de cuero que no dejaba ver una pulgada de piel, con su máscara en el lugar y el cabello blanco completamente oculto, se despidió de Fenris con la varita en la mano derecha y se apareció siguiendo las indicaciones y susurros del tatuaje. 

Cuando sus pies tocaron tierra firme, miró a su alrededor y reconoció a sus compañeros. Dió una inclinación de cabeza a las dos mujeres que parecían estar comandado el asalto. Kamra contempló la propiedad frente a ella, manteniéndose en los límites y obteniendo vistazos del resto. 

Sin más, aguardó a que dieran la señal. 

 

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