Jump to content

Castillo Evans McGonagall


Matt Ironwood
 Compartir

Publicaciones recomendadas

Agnes Lynn se siente suspendida en el tiempo. Frente a ella, un castillo que por más que el mundo insiste en cambiar y deformarse no tiene nada de diferente desde la última vez que lo vio. El mismo gris en sus ladrillos, la naturaleza elegante decorando los pasillos, la misma promesa de un lugar donde el vacío personal puede ser aminorado aunque sea un poco, vía compañía familiar o aventuras inexplicables.

Se fuerza a sí misma a ponerse en movimiento. No ha ni ingresado al recinto y ya está dejándose llevar por su propia nostalgia. La entrada al castillo está vacía de momento, aunque si el pergamino que tiene en la mano es correcto, el castillo recibirá visitas el día de hoy. A lo lejos la voz de P-ko (otro de los pilares en este lugar) confirma sus sospechas y promete Karaoke. Agnes tendrá que buscar un lugar para esconderse antes de que cualquier micrófono aparezca.

Una desviación hacia el vestíbulo del castillo asegura que no se tope con P-ko para recibirla. Ya ha hecho sus paces con la idea de los eflos domésticos, pero la idea de que alguien más se preocupe por donde va dejando su ropa y lo que come cuando está aquí no termina de sentarle bien sin importar cuánto le de vueltas, así que prefiere hacerse cargo de guardar su propio abrigo en el clóset del vestíbulo antes de partir hacia el jardín.

Obviamente la familia no ha escatimado en gastos. Mesas llena de comida y bebida, decoraciones en las paredes y árboles. No puede evitar sonreir ante el escenario, y apenas ha dado un par de pasos hacia el jardín cuando ve entre las estatuas una figura conocida.

— ¿Rory? — no se atreve a decir el apellido por temor a equivocarse. Apenas conoció al pastor un par de veces antes de que la guerra empezara y ella terminara abandonando Londres, y de eso ya más de una década.

Cuando un par de segundos pasan, se acerca al pastor. — Agnes. Agnes Lynn — aclara con la mano en su propio pecho. — Nos conocimos antes, ¿verdad? Dios, ha pasado mucho tiempo.

Espera de verdad que el pastor la recuerde, después de tanto tiempo no quiere volver a empezar desde cero. Es su razón principal para regresar a Ottery, esas ganas de encontrarse de nuevo. De definirse a sí misma en contra de otras personas. Y nada más reconfortante que esas otras personas sean Evans.

@ Rory Despard

Editado por Agnes Lynn

something amazing: a boy, falling out of the sky
hWh65Jw.png

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

A veces, cuando está acostada mirando hacia el techo y su mente comienza a divagar, Madeleine se siente como la adolescente que llegó por primera vez al castillo Evans McGonagall. También se siente como la adulta recién nacida que no lograba encontrar un lugar a dónde pertecer. Incluso como la más madura, pero igual de irrazonable, bruja de veintitantos años que estaba segura de que antes de llegar a los treinta años iba a encaminar su vida hacia... bueno, simplemente, hacia algún lado. Mientras sus ojos exploran las formas y sombras que conoce tan bien, su mente hace que el tiempo se doble sobre sí mismo. Y todo ocurre a la vez. Tiene dieciséis años. Tiene veintiséis años.

Y tiene treinta y seis años.

Madeleine se lo tiene que recordar constantemente, pero es como si su mente no fuera capaz de procesar el paso del tiempo. Y es que es fácil olvidarlo cuando todavía tiene camisetas que estrenó en sus veintes, o cuando está escuchando música asocia con su adolescencia. O cuando los recuerdos se sienten tan vívidos, tan cercanos, como si hubieran ocurrido ayer. ¿Cómo se supone que tiene que comprender la idea de que se está acercando a la mediana edad, cuando a veces los recuerdos de Hogwarts, de Winterfall, de la Orden del Fénix se sienten tan cercanos? Y, por el contrario, los últimos par de años se sienten... ajenos. Como si no le pertenecieran. Los días pasan, y ella se siente en estado de espera, como si estuviera aguardando *algo* para retomar su vida.

 «El tiempo es una flecha, no se detiene ni retrocede. Solo avanza». Por algún motivo, la voz que imagina es la de Eileen, hablándole de cómo debe aprovechar el tiempo. Cuando la descubre acostada en el sofá, allá en el hogar de la familia Moody, y advierte que está usando el mismo pijama desde hace tres días, entonces su prima comienza con su reprimenda. Últimamente, parece obsesionada con el paso del tiempo. Madeleine llegó a preguntarse si se debe a que es una cuarentona, pero no le parece que Eileen sea el tipo de persona en preocuparse por ese tipo de cosas. Siempre se la imaginó como el tipo de persona que aprecia ganar experiencia, sabidura y todas esas boberías intelectuales. Pero todos los días, sale de casa desde muy temprano y regresa cuando Madeleine ya se está preparando para dormir. ¿De dónde saca tanta energía? ¿Tanta motivación? A veces, se siente como si Eileen está intentando ganar una carrera y Madeleine no tenía idea de que estaban participando en una.

Pero es verdad que el tiempo avanza. Y las personas cambian. Quizás, diez años atrás, Eileen habría confiado sus preocupaciones en la primera persona que le hubiera preguntado. Muchas veces Madeleine la había escuchado hablar por horas, sin tener idea de qué rayos estaba hablando. No obstante, estos días, eran tan hermética que su prima tenía problemas vinculando a esta persona, con aquella que conoció más de una década atrás. Sin embargo, Madeleine también reflexiona que probablemente, hace diez años habría sido más fácil ignorarla.

Con un suspiro, se sienta en la cama y gira el rostro hacia la ventana, desde donde puede ver el jardín. «Es cierto... hoy hay, algo. Una cosa en el jardín».

Aunque no está enterada de los planes familiares, ya que sus estadías en el castillo Evans McGonagall rara vez se prolongan más de una noche, no le molesta la idea de comer y beber un poco. Después de una larga jornada de trabajo, siente que se lo merece. De modo que, tras quitarse la túnica chamuscada y manchada de sangre, se da una ducha rápida y busca entre las pocas pertenencias que tiene en la habitación, hasta encontrar un conjunto de ropa. 

Cuando sale al jardín, está vestida con una camiseta gris, unos jeans oscuros y una gabarbina negra. Sus botas de charol aplastan la hierba a medida que se abre paso entre las decoraciones. Su prioridad es ubicar la mesa de tentempiés antes de que los buenos se acaben, pero sus pasos se detienen cuando sus ojos se tropiezan con un par de rostros. Una vez más, ese sentimiento. Tiene veintiséis años. La Orden del Fénix. Las aguas de la vida. La Inquisidora. Le sorprende la forma en que su corazón se acelera, pero no se trata de una sensación positiva. Siente algo parecido al dolor en el pecho, pero ya está acostumbrada a esa sensación. Eventualmente, desaparece. Siempre lo hace.

Madeleine esboza una sonrisa, que es más bien una mueca, mientras hunde las manos en los bolsillos de sus pantalones.

—Vaya, pero qué sorpresa, Despard —. No puede evitar soltar una risa baja, que solo es una reacción de su mente, intentando procesar la información de ver un rostro que tiene años sin ver—. Y... —Madeleine vuelve a mirar a la otra mujer. Tiene un aire familiar, algo en su energía. A su mente vienen imágenes de la Orden del Fénix y de las misiones que le asignaban como miembro de la Orden Oscura. Sin embargo, no puede ubicarla exactamente— Hmm. Bueno. Es una sorpresa que hayan personas acá, a decir verdad. Pensé que iba a poder acabar con la mesa de bebidas por mi cuenta.

NHCeJlw.png
iB5wHYG.gif
SejNR0L.png
sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Matt Ironwood.

 

Volver a la Mansión Evans McGonagall siempre se sentía como regresar a casa, pese a que su actual hogar se encontrará a miles de kilómetros de distancia al otro lado del mundo. Pero los kilómetros no importaban, aquel castillo era donde su familia vivía y sea el lugar donde su familia se encontrará siempre se sentiría en casa. 

El americano caminaba por los exuberantes jardines que realmente lucían más bien como un bosque, olmos, alerces, pinos y robles crecían fuertes y antiguos, alzándose por sobre arbustos de bayas y capullos de flores que comenzaban a cerrarse a medida que el sol se ocultaba por el horizonte. 

Un mantillo de ramitas y hojas secas cubrían los serpenteantes caminos que se entrelazan y divergían en varios puntos cubriendo la enorme extensión de los exteriores Evans McGonagall, a excepción de un que siempre se mantenía limpio. El mismo conducía directo al castillo y por el Matt avanzaba emocionado por la perspectiva de reencontrarse con su familia bajo el pretexto de celebrar el cumpleaños de su prima Ania.

Entre sus manos llevaba una pequeña caja que contenía el regalo para la bruja, era algo sencillo pero el ojiazul esperaba fuera de su agrado, se trataba de un par de pendientes cada uno decorado con un pequeño zafiro. 

La fiesta al parecer recién estaba comenzando, varias mesas se alineaban en la entrada del imponente castillo, con cientos de platos distintos cuyo aroma se sentía desde lejos haciendo la boca agua a cualquiera. Si algo distinguía a los Evans era que disfrutaban del acto de comer y jamás se escatimaba en ese aspecto.

Tres figuras ya se encontraban reunidas, Madeleine, el predicador Rory y una tercera bruja a la que el Ironwood desconocía. 

-Buenas noches - saludó con energía mientras les regalaba una sonrisa al trío -Veo que la celebrada aún no ha llegado - comentó mientras dejaba la pequeña caja que sostenía sobre la mesa mas próxima. -¿Cómo han estado? - preguntó deseoso de conocer como la vida los había tratado tras un largo tiempo sin tener noticia de ellos - Por cierto, Matt Ironwood - se presentó a la bruja que no conocía mientras estiraba su mano para estrecharla - Un placer -

 

@ Rory Despard  @ Agnes Lynn  @ Ellie Moody

 

 

Firma-Nueva.md.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Segundos antes que lo llame por su nombre, la ha percibido. Un aura conocida mucho tiempo atrás, pero tan especial en sí misma, que aunque ha olvidado el nombre de la bruja, su memoria corporal recuerda aquella energía que se parece al suave discurrir de las aguas en un arroyo. Felizmente, ella también lo ha reconocido, incluso de mejor forma de lo que él lo ha hecho, y de su propia boca escucha el nombre olvidado.

Agnes Lynn.

— Es bueno verte luego de tantos años, Agnes Lynn. Y una dicha mayor, saberte bien aunque los tiempos hayan sido aciagos. ¿Ha sido muy largo el viaje de vuelta?

Él todavía experimenta un ligero mareo por el esfuerzo que supuso trasladarse desde EEUU hasta ahí haciendo uso de su magia. Aun así, con esos modales más agradables que ha adquirido en esos años y que han reducido de manera visible su antaño torpeza social, Rory invita a Agnes a caminar juntos,  pero no termina de decidir cuál será la mejor ruta para escapar de la efusividad de P-ko, que continúa exultante con la reunión, cuando el ¿saludo? que anuncia la llegada de Madeleine le arranca una sonrisa. 

También ella luce ligeramente diferente, pero su humor ácido sigue intacto. 

— Te aseguro que de mi parte no tendrás oposición alguna con las bebidas. Pero el resto de Evans, difícilmente van a compartir el pensamiento. Y deberías pensar también que ese hígado con diez años más encima...

No termina de decirlo, pero su advertencia es elocuente. Está casi seguro que su consejo caerá en saco roto, como lo hacía antaño sus invitaciones para encaminarla por una vida sana, o los videos que le enviaba de personas dando testimonio de su cambio por el poder de la fe. Pero aun así lo hace, y la risa que escucha luego, parece hacer un eco en otras memorias, varias de ellas poco agradables, pero espanta el pensamiento, porque un cuarto miembro de la familia llega, y de lejos, parece el más jovial del grupo.

Rory se adelanta a saludarlo también.

Sabe que el joven mago, aun siendo de otro continente, ha seguido bastante más de cerca todos los entretelones del mundo mágico inglés que ellos. Así que espera, que prontamente a través de él, pueda saber algo más de lo que se va rumoreando sobre la crisis en el ministerio inglés. Pero es el paquete enorme que el muchacho deja sobre una de las mesas la que hace saltar sus alarmas.

 No...no he traído nada para la señorita Evans...— comparte cayendo en cuenta que olvidó algo tan básico— ¿ustedes sí trajeron regalo?

@ Agnes Lynn  @ Ellie Moody  @ Syrius McGonagall

cpoR6Mo.gif

GGxF5Wk.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Matt Ironwood.

 

-Pues no se como son las tradiciones de cumpleaños en Irlanda - comenzó diciendo con una sonrisa el mago mientras se volvía hacia el predicador -Pero en Estados Unidos es esperable que al ir a una fiesta de cumpleaños se le lleve un regalo al celebrado - se encogió de hombros sin dejar de sonreír.

-Y hablando de América….. supe que llevas viviendo un tiempo en Florida - cuando llegó a su oficina la noticia de que el predicador había decidido mudarse a los Estados Unidos, fue algo que lo tomó por completa sorpresa. No imaginaba a Rory abandonando las Islas Británicas por nada en el mundo y menos por la tropical Florida.  

-¿Por qué no me dijiste nada? ¡Te hubiera visitado! - inquirió el castaño mientras alcanzaba unas castañas de un recipiente de vidrio -¿Y qué te parece el cambio? - el ojiazul se llevó uno de los frutos secos y mascó -Te quiero comentar que revolucionaste al FBI con la noticia, ¿que un ex líder de una nación extranjera decida mudarse a territorio nacional? Se debió aumentar la seguridad y vigilancia de todo el condado, las oficinas de regionales de Miami, Tampa y Jacksonville estaban como locas - 

-¿Y tu Madeleine? ¿Qué cuentas? - se volvió hacia la escocesa, al parecer Ania tardaría un tiempo en llegar por lo que podrían ponerse al día sin apuros.
 

@ Rory Despard  @ Agnes Lynn  @ Ellie Moody

 

 

 

Firma-Nueva.md.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

— ¿Un regalo? — Claro, la invitación especificaba que la reunión en el castillo era por el cumpleaños de Ania. Otro Evans para añadir a la lista por conocer. — La verdad no sé qué puede gustarle, pero traigo un par de opciones aquí — señala el pequeño morral que cuelga de su cinturón —Tiene mucho que no vengo a Inglaterra, y he podido reunir un par de artefactos durante mis viajes por asia del sur, algo servirá.

De la situación actual de Inglaterra no sabe más que los rumores que llegan a lo más recóndito del tíbet, y la gran mayoría suenan tan descabellados que  los ignoara por defecto. Comparte la sorpresa de Matt al escuchar que Rory pasó un tiempo en América. No se le ocurre un lugar más diferente a las islas británicas que Florida.

— Parece que me he perdido de mucho. ¿Florida, Rory? Me es difícil de imaginar. — Y ya que hay una pausa en la conversación, aprovecha para terminar de presentarse con Matt — soy Agnes. Disculpa si me cuesta seguir un poco la conversación, la verdad es que no conozco mucho de temas internacionales. Me imagino que estás mucho más familiarizado que yo.

Hacia Madeline, — Compartimos algunas misiones antes de... antes. Ha pasado mucho tiempo, ¿cómo estás? ¿Cómo está Ellie? espero que bien. Te haré segunda con los tragos. El volver a este lugar es un poco abrumador, necesito algo con lo que bajarme los nervios

Una de las mesas se encuentra llena de botellas y bebidas. Sin pensarlo mucho toma la primera botella de vino rojo que encuentra, y después de batallar un poco con el abre corchos se sirve una copa bien llena.

— ¿Alguien quiere vino? Mientras esperamos al a festejada.

@ Rory Despard  @ Syrius McGonagall  @ Ellie Moody

something amazing: a boy, falling out of the sky
hWh65Jw.png

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

-Yo -replicó Catherine con aire desinhibido-. Melrose va a acabarse las cervezas y no me apetece hidromiel.

A pesar de que ha contestado su pregunta de manera resuelta, no conoce a la muchacha que emitió la pregunta. Richard, Ellie y Melrose todavía lucen distraídos con la carrera y ella no tiene muchas ganas de sumarse. Su cabeza está todavía algo ida a causa de la resaca del día anterior. 

-Creo que olvidé presentarme para quienes no me conocen -dice, con tranquilidad-. Catherine Moody.

Richard echa un ojo a la distancia antes de volver a lo suyo. Catherine no se había aparecido por el castillo Evans en un largo, larguísimo tiempo. De hecho, incluso sus apariciones por Luss habían sido escasas. A pesar de ello, reconocía a varios de los presentes: Ironwood, Despard, eran rostros conocidos para ella a pesar de que sus interacciones con ellos siempre habían sido en situaciones de alto riesgo, casi siempre vinculadas a la orden. Madeleine en cambio...

-Hola, Madeleine.

¿Iba a hablarle la muchacha? No era ya que le guardase rencor. Eso había quedado claro entre ambas, hacía ya tantos años. Era, simplemente, que no eran cercanas, eran casi desconocidas que compartían un apellido ¿por qué se molestaba?

NHCeJlw.png

Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Unirse a la conversación

Puedes publicar ahora y registrarte más tarde. Si tienes una cuenta, conecta ahora para publicar con tu cuenta.

Guest
Responder a esta discusión...

×   Pegar como texto enriquecido.   Pegar como texto sin formato

  Sólo se permiten 75 emoji.

×   Tu enlace se ha incrustado automáticamente..   Mostrar como un enlace en su lugar

×   Se ha restaurado el contenido anterior.   Limpiar editor

×   No se pueden pegar imágenes directamente. Carga o inserta imágenes desde la URL.

Cargando...
 Compartir

Sobre nosotros:

Harrylatino.org es una comunidad de fans del mundo mágico creado por JK Rowling, amantes de la fantasía y del rol. Nuestros inicios se remontan al año 2001 y nuestros más de 40.000 usuarios pertenecen a todos los países de habla hispana.

Nos gustan los mundos de fantasía y somos apasionados del rol, por lo que, si alguna vez quisiste vivir y sentirte como un mago, éste es tu lugar.

¡Vive la Magia!

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.