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Castillo Ivashkov (MM B: 106154)


Leah Dayne
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~ Ámbar Delacour

 

Apretó ambos puños y de repente el cuarto de baño se transformó en un campo de batalla. Ella portaba la máscara y Zack era el pobre individuo que había cometido el error de cruzarse en su camino. Acábalo se dijo, pero una idea más divertida surcó su mente. Dando un paso al frente se acercó aun más al Ángel Caído intentando que el rubor de sus mejillas pasara desapercibido, la rabia que hacía bullir sus sangre se había agolpado en los pequeños y finos vasos capilares que se abrían paso en sus pómulos de porcelana y la dejaban en evidencia.

 

—Cariño, a mi no me molesta. No malinterpretes— Su voz sonó perfectamente calmada.

 

Paseó la mirada por su alrededor buscando una toalla y la encontró no muy lejos, caminó hasta ella y la tomó como si estuviese en su casa, sabía que a Leah no le molestaría su actuar. —Verás, de donde yo vengo te he visto revolcarte en una cama con tanta gente, que dudo encuentres a tu pareja perfecta— prosiguió enmarañando su melena rojiza y ondulada con la tela blanca sin molestarse en cubrir sus encantos primero, es más, permitiendo que el vampiro los apreciara en primera plana.

 

—Mi queridísimo abuelo, uhm un sujeto llamado Derek, ¡Oh sí! se rumorea por ahí que hasta te haz tirado a una odefa— Aquello era una vil mentira, pero disfrutó enumerar nombres con cada uno de sus delicados dedos, —Creo que le dicen, ehm a ver, ¿la princesa de Rumania?— preguntó alzando una ceja y sonriendo de lado dejando la toalla mojada en el sitio de donde la había sacado, —Así que vaya, haz estado hasta con una princesa— dejó escapar una carcajada y se hundió de hombros cuando su cariñito rompió en un grito.

 

Se sorprendió al oír la respuesta, no esperaba cosa semejante y ni siquiera supo cómo actuar. Abrió los ojos de par en par y balbuceó algo que posiblemente no llegó a oír; "su novia" aquello sonaba tan bien en su mente que aun no lo creía. Susurró un Adiós cariño cuando la rubia arrastró al pobre hombre fuera del baño y se masajeó las sienes, nadie escapaba de las garras de Zack, ni siquiera ella, pero eso sería un cuento para otro día. Se sentó en el borde de la bañera y aguardó el regreso de Leah con paciencia, ¿habría molestado demasiado al vampiro?, se alzó de hombros, valió la pena.

 

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Derek Lúcien ~ 2015

 

 

¿Cómo habían logrado descifrar el secreto? Habían pasado demasiados años, que ni él mismo recordaba exactamente cómo habían sucedido las cosas. Pero allí se encontraba, pisando nuevamente el mismo castillo en el que había habitado por algunos meses hacía más de un centenar de años. Nunca conoció el final de aquella familia, ni le interesaba saber que había sucedido con ellos, pero los lazos que tenía con los Ivashkov aún eran fuertes, por la presencia de Leah.

 

Ahora se encontraba allí, preguntándose cómo era que luego de tantos años, habían logrado descubrir sus orígenes una de sus descendientes. Cuando se llevó a la pequeña con él, fue para alejarla de todos los tormentos que esta familia tendría que sobrepasar por sus actos; no quería que sufriera como lo haría su madre, y con todo su esfuerzo borró todos los rastros que delataron que en algún momento el castaño pisó aquella tierra. Pero de alguna manera dejó algún cabo suelto, no había tenido el cuidado que respectivo, y ahora era momento de enfrentarlo.

 

Derek Lúcien ~ 1811

 

—Leo, te veré en Florencia para reunirnos con nuestros padres en Octubre —su hermano menor, ya de la misma edad de él, viajaría a Turquía, mientras que él viajaría a Rumania—. Sabes que no tendremos manera de contactarnos, pero confío en que llegarás a tiempo y con buenas noticias.

 

Los hermanos Atkins, negociantes desde corta edad, ahora estaban a cargo del negocio que habían montando sus padres, y desde que tomaron la tutela, trataban de lograr buenas conexiones con diferentes personajes importantes en el país que éste estuviera, y por ello es que Leonardo y Derek debían recurrir a alejarse para poder lograr las metas planeadas para su próspero negocio.

 

Leonardo debería de conseguir una buena donación de parte de un hombre árabe residente en Estambul que estaba interesado en adquirir parte del negocio y el cual esperaba al Atkins en menos de un mes. Por su parte, Derek iría más al norte, a Bucarest para conseguir materia prima que sólo producía aquel país. Su viaje estaba pronostica para durar alrededor de cuatro meses, mientras que el de su hermano de tres. Lamentablemente, no logró regresar a tiempo, ya que su estadía se extendió en Rumania.

 

Cuando Derek pisó aquellas tierras, no fue cautivado por sus paisajes, ni por su extraña lengua que debió de aprender en el transcurso de su viaje. Rumania le parecía un país demasiado frío culturalmente para su gusto, bastaba con realizar una pequeña visita a las plazas de sus ciudades para notar la carente atmósfera de hermandad. Sabía que tendría que lidiar con ello mientras dure su estadía, pero prefirió elogiar su cultura ante los ojos de los guías.

 

Lo singular de su viaje comenzó cuando llegó a un pueblo alejado de la capital, en el cual corría a voces el secreto de una familia que de por sí emanaba una extraña sensación. El Atkins, así como varios otros, descifró el secreto en poco tiempo, y aunque ya había conocido a un par de estas criaturas, le seguían pareciendo fascinantes, y más por la historia que guardaban detrás de ellos. Los Ivashkov a pesar de vivir de una manera mucho más ostentosa de lo estrictamente necesario y a lo cual él siempre había rehusado aceptar, eran personajes que debía conocer.

 

Conoció a Nadeshka a propósito, para luego adentrarse en la semilla de la familia y conocerlos desde dentro. El demonio había logrado ganarse el respeto de ellos, y la aceptación fue rápida debido a las diferencias que los involucrados poseían de entre los demás humanos. Los lazos se estrecharon con el paso de los días, pero también el deseo del Atkins de alejarse de ellos al conocer en sí la historia que éstos poseían; un mal presagio se le materializó, y sabía que era mejor seguir su camino, y olvidar que alguna vez los conoció.

 

Regresó a Florencia al momento en el que había pactado con su hermano, y luego de permanecer menos de un mes con sus progenitores, le llegó una notificación desde el castillo Ivashkov. Abrió el sobre extrañado, ya que había tratado esconder sus pasos para no tener relación con los vampiros, pero de alguna manera ellos estaban allí, presentes.

 

«Derek, Nadeshka me ha pedido el favor de encontrarte y hacerte llegar este mensaje No sabemos que ha sucedido exactamente, ya que creíamos que no era algo posible, pero ha quedado embarazada. Sabrás que esto es un asunto bastante delicado para ustedes tres, por lo que esperamos que regreses lo más pronto al castillo. Ella está bastante contenta con la noticia, pero no sabemos qué clase de ser puede surgir de la unión de nuestras razas. Te esperamos. Atte. Alexei»

 

Dejó caer la nota al suelo, mientras que su mirada se perdía en el atardecer que podía observar a través de la ventana. Era cierto que en el corto tiempo que había estado con los Ivashkov había tenido una relación íntima con la mujer, pero creía que era imposible para ella concebir. Su calidad de demonio se lo permitía, pero un vampiro tiene una anatomía que no puede cambiar naturalmente. El ser que nacería no podía quedarse con esa familia; debía de regresar nuevamente y supervisar el extraño embarazo.


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Era demasiada información para procesar. Tendría un colapso nervioso si seguía preguntándose cómo fue que pasó. Había estado guardando silencio durante la intervención de Leah esperando para responderle al final. Incluso dejó pasar los comentarios de Ámbar sobre haber estado con la princesa de Rumania, algo que le provocaba repulsión de sólo pensar, jamás pasaría tal cosa. Cuando finalmente estuvo dispuesto a responder sintió como si le patearan la entrepierna. Ahí, justo en sus dos circulitos junto a su fiel compañero de vida. Anteriormente hubo cosas que le hicieron pensar aquello, pero nunca estuvo seguro hasta ese día.


Se dejó arrastrar por su prima de vuelta a la habitación y notó como ella se apartaba buscándole ropa a su amada. Él mientras tanto seguía en shock. No es que le sorprendiera que lo desearan tanto como para violarlo, lo que le molestaba es que tenía una hija, ya eso lo hacía sentirse viejo, y lo más arrecho es que ni siquiera disfrutó de hacerla. Se sentía enojado y a la vez decepcionado. Leah sabía que él no era alguien de tener hijos, no era de su agrado tener un hijo por cada vez que tenía relaciones con una mujer, y ella siempre lo supo. Quizás la verdadera historia detrás de eso es que deseaba ser la primera en concebir el primer bebé del Ángel Caído.


— Nada más a ti se te ocurre hacerme esto. ¡Sabías que no estaba en mis planes! Era una decisión que me fuese gustado haber tomado yo mismo. — Le fue inevitable elevar el tono de voz mientras observaba fijamente la espalda de su prima rebuscando en el armario. — Si tenías tantas ganas te fueras buscado a tu pelirroja. De ahí seguro no iba a salir un niño del cual hacerse cargo más tarde — En cierta forma el reclamo no era válido, tampoco es que Cirse fuera una niña. Eso también empeoraba el asunto, que habían pasado tantos años y él no lo supo hasta entonces.


No perdería el tiempo reclamándole más cosas, ella debía saber que no estaba bien dormir a los magos del pueblo y parirle un hijo a todo el que le provocara, aunque hasta ahora solo lo fuera hecho con él. Zack se quedó en silencio y reparó en que sería mejor no prestarle mucha atención al asunto. Ya no importaba cómo o cuando lo fuera hecho, de todas formas Cirse ya estaba viva. Suspiró como si eso pusiera punto final a su conversación con Leah y se volvió a Ámbar.


—Por cierto… podría estar con cualquier odefa dependiendo de la situación, menos con esa. — No podía imaginarse compartiendo la cama con la princesa de Rumania. Por tal título la alababan en todo el país, pero para la familia entera aquella bruja no era más que otra del montón. —Es grato saber que en el futuro esa lista crece. Espero que se le sumen unos cuantos nombres más — Recorrió con su mirada la desnudez de la bruja y guiñó un ojo al finalizar la frase. Quizás su frustración era no haber podido hacer un trío con Leah y Zack.


— Bueno, las dejo solas para que terminen de solucionar sus problemas. Y Leah… no me llames por cada culito que traigas a al castillo — Ya se había comenzado a alejar cuando se detuvo en el camino para terminar su frase con una sonrisa maliciosa. — ¡Oops! — Seguramente eso daría más problemas entre ambas brujas. Pero las dos lo habían hecho pasar un mal rato. Su prima dándole tal noticia y la intrusa con sus insinuaciones y la inexplicable queja constante. Abandonó la habitación satisfecho de haberles sacado la piedra una vez más.

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~Leah A. Ivashkov

 

 

 

—¡¿Hacerte esto?! —gritó con exasperación—. La que llevó a esa bola de carne dentro por nueve meses fui yo y créeme que no es como si hubiera tenido la intención inicial de convertirme en una arepa, te cuento. Estabas a punto de tirarte a mi padre —hizo una mueca de asco—, muy perturbador, por cierto, así que decidí detenerte. Ebria, drogada y lo bastante deprimida como para estar contigo, decidí que usar tu aparatito inflable no era del todo una mala idea. ¿Qué pasa? Bueno, que no es como que vendan muchas cosas de látex en el Magic Mall y Juliene me impidió lanzarme de la torre más alta.

 

Soltó la retahíla como un rapero muggle después de comer azúcar y respirando entrecortadamente, enfrentó a su primo cara a cara antes de que éste se dignara a darle la espalda para salir de la habitación. Los dos eran iguales. Hermosos físicamente, arrogantes y orgullosos como ellos solos, llenos de altanería y con una lengua afilada. Dos serpientes que compartían la misma sangre, la misma creencia y el mismo gusto cínico por picar al otro. Además de una hija, por supuesto. Oh, Cirse, ya le iba a tocar soltarle la bomba también a ella. Hermoso.

 

Te voy a llamar cuando te quiera poner el culito de collar, mi amor —las alarmas empezaron a sonar en la planta baja y la mujer dejó los ojos en blanco—. Y haz el favor de ir a matar a quien sea que esté entrando en el castillo. Sea familiar o no, ocúpate en algo y no vuelvas. Sino, tienes dos manos y un aparatito, diviértete como si fuera un Atari.

 

Como una tromba, entró al cuarto de baño y tiró la puerta tras de sí con un afán tal, que todas las sales de baño cayeron en el agua de la bañera. No dijo nada, no cambió expresiones ni se molestó en parecer tranquila, simplemente avanzó hasta Ámbar y empezó a vestirla en silencio. Solía ser una persona muy habladora, sí, pero no tenía intención de compartir palabras con la pelirroja. Había dudado de ella, quién sabe cuántas veces y ella ahí, sufriendo sin explicación aparente. Murmuró algo inentendible y siguió con su tarea.

 

Tus zapatos, botas, no sé, eso, están llenas de sangre —explicó con la voz ronca unos minutos después, aún no había tenido la delicadeza de mirarla a los ojos—. ¿Quieres que te de unas nuevas o quieres que las limpie?

 

Patética, era la expresión más pura de lo patético.

 

Pediré que te hagan algo de comer después —anunció con un gesto involuntario de su mano, un tic nervioso que reflejaba las ganas de ahorcarse que tenía.

 

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~ Ámbar Delacour

 

Enfuruñada se removió haciéndola aun lado con ambas manos, —Hey, no necesito que hagas ésto— replicó frunciendo el ceño a medio vestir, ya era lo suficientemente grande como para poder realizar cosas de primera necesidad por su propia cuenta, además Leah estaba tan enojada y metida en sí misma que no reparaba en lo que decía. Calzó sus pies de bailarina en un cómodo par de botas que al parecer eran de su talla y abrochó los botones del vaquero que cubría sus piernas, nunca había estado tan vestida frente a la rubia; —Todo está bien, ¿vale?, todo estará bien— musitó sin abotonar la camisa tomándola por los hombros y juntando sus frentes como ella solía hacer para relajarla.

 

—¿Podemos hablar con seguridad?

 

Preguntó casi en un susurro, aun no quería apartarse así que se mantenía lo más cerca posible, temía que la oyeran. Con el pasar de los años había aprendido a no confiar en nadie y muy bien había hecho pues la herida que casi le cuesta la vida era de una persona a la que por mucho tiempo durante su niñez llamó "padre". Aguardó pacientemente la respuesta y tomándola de la mano salió del cuarto de baño apagando la luz, caminó hasta la cama y tomó asiento invitándola a imitar su actuar con cautela, en épocas como aquellas hasta las paredes podían ser tus enemigos.

 

Tomó sus manos con delicadeza y le sonrió, a un lado de sus pies se encontraba el montón de ropa sucia y sus pertenencias también, inclinándose tomó solo cuatro cosas y las depositó en el regazo de la mujer; ella era su confidente, su mano derecha, su otra mitad, la amaba y sería capaz de confiarle hasta los secretos más oscuros que su corazón y mente albergaban. Suspiró por un segundo eterno como si las cosas que estaban frente a sus ojos le causaran un gran pesar y tomó el primer objeto, una perfecta varita de blanco material con hojas pegadas a la madera tan rojas como la sangre.

 

—Cuando cumplí 11 años mi mamá me obsequió ésta varita, es de Arciano la segunda en todo el mundo. Los Norteños no confían en la magia por lo que se rigen de espadas y conjuros antiguos, solo mi hermano Robb tiene una como ésta, sin el mango de plata, claro— La contempló un instante, la puso en vertical y la estudió como si fuese la primera vez que la viera en su vida, — Un objeto verdaderamente extraño e invaluable. Rov estuvo de acuerdo en que fuera ésta, él mismo la talló, no habré tenido la oportunidad de portar una varita fabricada por Ollivander pero es un tesoro para mi, tan bravía y pasional como un Stark— comentó riendo.

 

Guardó la varita en la bota, deseaba contar su historia, absolutamente todo de ella pero las palabras se le anudaron en la garganta y no supo qué más decir sin comenzar a aburrir a su interlocutora. Besó su mejilla y tomó el segundo objeto, un hermoso relicario circular de plata con un dragón incrustado en rubíes pendiendo de una gruesa cadena, pesaba mucho para ser una simple joya. —Éste es mi mayor secreto— le confesó y abrió el relicario con un simple movimiento de dedos, en su interior había dos pequeñas fotografías algo arrugadas, una más amarillenta y vieja que la otra. —Éste es mi padre, Aziid. Murió antes de que siquiera pudiera notar su ausencia, aunque todos dicen que teníamos una conexión especial y yo quiero creer eso— el quiebre en su voz fue inminente.

 

—Al parecer es la única fotografía que lograron tomarnos juntos, luego él desapareció— Inspiró y las manos comenzaron a temblarle.

 

En contraste con la fotografía amarillenta la otra parecía más reciente, Ámbar era un poco más adulta. Cuando tan solo era un bebé, Aziid la cargaba contra su pecho y apoyaba su cabeza sobre su hombro, de ese modo los habían retratado y así siempre lo recordaría, protegiéndola. —Y hasta ese día mi vida fue completamente feliz— expresó, tres personas, tres sonrisas, nadie podría jamás creer que todo se desmoronaría, —Mi madre se casó cuando yo tenía dos años, fue un momento extremadamente feliz para nosotras, ya no estábamos solas en el mundo, él llegó para hacernos la vida más fácil, pero...— cerró el relicario de golpe y los rostro de Hank y Arya desaparecieron.

 

—Algo sucedió— Colgó el relicario de su cuello y sus ojos color ámbar se apagaron.

 

Por un momento creyó que rompería en llanto, su piel dorada empalideció de golpe y tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para mantener la compostura, pensar en el pasado mientras lo vivía era más doloroso de lo que nadie podría imaginar, incluso Leah con toda su intención de comprender. —Y ésto...— dijo con voz cantarina cambiando rotundamente de tema, tanto que parecía esquizofrénica, y tomando un frasco que cabía en la palma de su mano envuelto en un trozo de papel, —Ésto es lo que me trajo hasta ti desde un principio. La poción que cree con las reservas de tía Cissy y el hechizo que se debe hacer luego de su preparación. Por desgracia dudo conseguir más de ésto, pero es la única manera de quedarme. Cuando la poción se agote, volveré—.

 

Cerró el puño en torno a lo único que la mantendría junto al amor de su vida y se lanzó sobre ella abrazándola, aspiró su perfume y cerró los ojos, sabía que no se quedaría tranquila hasta encontrar la forma de permanecer la una junto a la otra por toda la eternidad. Quizás y dentro de su cabeza buscaría la forma de al menos cambiar el futuro para que nadie la esperara con Dementores y un pase gratis a Azkaban, si separaba a su madre de aquel sujeto desde ese preciso instante quizás todo cambiaría, ¿pero y sus momentos felices?, de no haber peleado con Arya jamás habría buscado el collar que creía Aziid le regaló como forma de disculpas, nunca hubiera llegado a aquella isla y lo peor de todo, no habría conocido a Leah.

 

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~Leah A. Ivashkov

 

 

 

Sin molestarse en ocultar su contrariedad, se sentó junto a ella y dejó los ojos en el infinito, buscando calmarse con la tranquilidad de estar en su habitación. Pero no pasó mucho tiempo sin que Ámbar reclamara su atención, sin que ella se la otorgara sin siquiera pensarlo. Era una especie de mascota, si se veía desde el punto de vista apático que tenía en la mente, pero le encantaba no muy en el fondo. Jugueteando con los dedos de su mano, asintió secamente ante su pregunta y se dedicó a mirar esas bonitas falanges, escuchando sus palabras hasta que tuvo que mirar algo más que la forma en la que sus dedos encajaban entre sí.

 

Es una varita extraña —admitió, ladeando la cabeza como un infante que mira algo que no comprende—, pero exhala poder. ¿Segura puedes con ella?

 

Formó una mueca falsa y luego volvió a la serenidad, llevando la mirada al relicario. En un principio no supo cómo reaccionar, hasta que sus ojos se posaron en Hank y no pudo ocultar la arcada que le vino de pronto. ¿De verdad? Sin eliminar la expresión de disgusto, ni siquiera por cortesía, asintió una y otra vez hasta que por fin la acaramelada imagen desapareció de su vista. Ya ver a Arya era suficiente, pero al insípido de Evans no era necesario meterlo en la ecuación, su existencia era tan nula como su propia imagen. Por otro lado, recordaba a Aziid de algún lado, solo que no podía decir cuál. Tampoco era importante si estaba muerto.

 

Casi no había notado los cambios de humor de Ámbar, metida en sus propios pensamientos, pero cuando escuchó un cambio de voz volvió a centrarse en ella de inmediato. Para ella, era la cosa más hermosa que había tenido en sus manos, pero cuando estaba así era peculiarmente desestabilizador. Podía romperse, caer ante cualquier cosa gracias a la delicadeza que tanto amaba y eso resultaba desgarrador. El sentimiento de hacer algo por ayudarla se disipó sólo cuando la poción tuvo algún sentido en su cerebro y ahí, sólo ahí, se dio cuenta de la que necesitaba ayuda era otra. Rodeó su cuerpo con sus brazos y la apretó con fuerza hacia ella, temiendo que desapareciera en cualquier momento.

 

No vas a volver, ya te lo dije. Y si haz de hacerlo por la fuerza, tendrás que llevarme contigo —murmuró, empezando a maquinar las mil y un formas en las que podría cambiar el futuro con su presencia, ¿afectaría demasiado?

 

Pero le daba igual, lo que pudiera pasar con los demás, solo quería estar con ella, con nadie más. La separó con cuidado y le dedicó la mirada más seria que le había dedicado hasta la fecha, una mezcla de inteligencia y una severa superioridad que nada tenía que ver con ella.

 

¿Qué tiene esa poción? —preguntó con lentitud, como si se tratara de un interrogatorio ministerial—. Puede que sea difícil conseguir sus ingredientes o que tome tiempo, pero no hay nada que no podamos lograr. La Cosa Nostra tiene muchos aliados y podemos buscar cada una por nuestra cuenta. Tengo libros, tengo el conocimiento y tengo magia. Sólo dime qué más necesitas, por favor.

 

Señaló con el índice alrededor, su entorno.

 

Todo ésto, era de mi madre. La perdí antes de conocerla y aunque está viva, en algún lugar, no puedo encontrarla. A ti te conozco, te conocí en el momento donde pensé que iba a perderlo todo de nuevo, no voy a permitir que suceda lo mismo —apoyó la frente contra la suya y cerró los ojos, como siempre hacía al admitir debilidad—. No puedo...

 

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~ Ámbar Delacour

 

Intentó hacer memoria cerrando los ojos y recostando la frente con suavidad sobre la de Leah, tras haber irrumpido en la morada como una desquiciada por fin lograba calmarse, respiraba con tranquilidad y sus extremidades no temblaban. Aun no podía dejar de pensar en todo lo sucedido, lo tenía atorado en medio de la garganta pero sabía que con darle más vueltas al asunto no conseguiría nada; su madre le había traicionado, la persona a la que había llamado padre por muchos años casi le mata y su amada rubia, oh, ella estaría sola en un futuro desafortunado, posiblemente desesperada por su desaparición, siendo reconfortada por Zack, ¿La Marca Tenebrosa la estaría buscando?, ¿Querrían venganza?, ¿Su madre estaría arrepentida?.

 

Abrió los ojos de golpe y se puso de pie, estaba inquieta. El frasco paseaba de una mano a otra, lo lanzaba con cuidado como si se tratase de una pelota de béisbol y acariciaba sus dientes blancos con la punta de la lengua. —Mezclé poción para envejecer y también para volverse más joven. Supongo que la fusión sería el detonante— se detuvo frente a la rubia y alzó su dedo índice señalando el techo con poco ánimo reflejado en sus ojos caramelo, —Polvo de hadas...— suspiró y un gruñido salió de entre sus carnosos labios, — Cuando la poción rompe hervor,explora. Justo entonces debes lanzar un puñado exacto de polvo de hadas y un pergamino con tu deseo. El mío fue encontrar el collar de mi madre— explicó, se sentía frustrada.

 

Recordaba haber tenido que ingresar a hurtadillas a la oficina de su madre, encantar el alhajero donde guardaba todas sus llaves y robar la de la reserva. El viaje hasta allí había sido agotador, además detestaba navegar pero era la única forma en la que el Departamento de Criaturas te permitía llegar a la isla. Y lo peor vino después, Leydi era por muy lejos un Hada simpática, odiaba a todo el mundo y se creía el ser más poderoso de la tierra, solo había una persona en el mundo que podía contra su arrogancia y era su dueña.

 

Había tenido que pedir perdón a los Dioses, esperar al que el guarda se alejara lo suficiente y sacudir al hada hasta quebrar una de sus alas como amenaza, solo así consiguió el polvo y se marchó como una sombra, sigilosa y sin ser vista. —No quiero que pasemos nuestro tiempo juntas buscando y buscando la manera de que me quede— dijo tras un silencio prolongado y lastimero, —Yo deseo estar contigo y lo estoy. Aquí y allá. Te amo y me amas pero no podría soportar que te vuelvas loca por mi, Leah no quiero eso. Quiero dormir y amanecer a tu lado, no perseguirte a los confines del mundo buscando en vano la forma de retenerme hasta que me vuelva polvo— volvió a sentarse.

 

—Deseo que podamos estar juntas sin que nadie nos lo impida jamás, y tú sabes quién nos lo impide. Él es a quien debemos encontrar, mi amor, acaba con él, por favor— Le suplicó tomándola de las manos con lágrimas en los ojos.

 

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Derek Lúcien ~ 2015

 

Avanzó por el camino que llevaba al castillo con paso lento, observando a su alrededor. El aspecto en general del lugar se mantenía prácticamente intacto, no había muchas modificaciones, salvo la maleza y zonas verdes que rodeaban la edificación, ya que habían algunas cosas nuevas que no recordaba del castillo original. Habían modernizado algunos detalles, las ventanas estaban cubiertas por nuevas cortinas y el ambiente que se respiraba ya no era el de penumbra, como el que visitó en 1811. Aunque no le agradaba tener que volver a entrar y recordar aquella época, siempre supo que tarde o temprano tendría que hacerlo; habían pasado caso 200 años, había sido bastante tiempo el que se había tomado para ello.

 

Llegó al umbral de la entrada e inspiró hondo por un momento. Las luces estaban encendidas, aunque no se escuchaba sonido alguno ni del interior, ni de los alrededores del castillo. Su presencia sabía que debería de haber alertado a los patriarcas, ya que todos los castillos poseían artilugios para detectar presencia de las personas que entraban y salían del lugar; tocar la puerta no sería realmente necesario. Esperó, algo intranquilo, a que alguno de los Ivashkov salga a recibirlo.

 

Derek Lúcien ~ 1811

 

—Ha surgido una emergencia —su hermano se encontraba junto a él en el balcón de la casa de sus padres. Estaba extrañado y bastante interesado en conocer el contenido del sobre que su hermano había recibido—. Regresaré al norte de Bucarest por un tiempo, no sé exactamente cuanto.

 

Su hermano arqueó una ceja y lo sostuvo la mirada por bastante tiempo. Esperó a que alguna explicación salga de los labios del demonio, pero no surgió nada más. Se separó de la barandilla y caminó hasta quedarse frente a su hermano, listo a exigir una explicación del motivo.

 

—¿Por qué tienes que regresar a ese lugar? ¿Qué fue lo que hiciste? —inquirió, algo molesto y sobresaltado. Quería respuestas, aunque el Atkins no se las daría en realidad.

 

—Si todo sale como planeo, lo sabrás; pero por el momento no te daré explicaciones de mis actos —se incorporó y con una palmada en el hombro, el castaño salió del balcón, dejando a su hermano totalmente frustrado.

 

~ * ~

 

Entró al castillo Ivashkov dando un portazo y caminando con premura. Ya habían pasado más de diez días desde que había recibido la carta, y no sabía con que toparse al momento de encontrar a Nadeshka. Su estado de embarazo era algo no conocido para él, así que no sabía que clase de ser nacería de la combinación de sus razas. Subió por las escaleras y avanzó por los pasillos con un pequeño elfo pisándole los talones, ya que aunque el castaño no se había presentado, la criatura ya lo conocía, pero no podía dejarlo andar por el castillo a sus anchas por las 'normas' que éstos poseían.

 

Encontró a André en el pasillo, el muchacho lo saludó cordialmente y por su rostro, sabía que estaba tan preocupado como él por la situación. Empezó a caminar a su lado mientras seguían avanzando en dirección a la habitación de la mujer, Alexei se encontraba junto a Nadeshka en la habitación de ésta ultima, pero se encontraban aún unos pisos más arriba. La criatura dejó de seguirlos luego de empezar a subir las gradas y regresó con caminar torpe por donde habían avanzado, mientras que los hombres se encontraban cada vez más cerca de su destino.

 

—No sé cuanto faltará para que de a luz —murmuró André en un momento dado—. Pero no creo que falte mucho tiempo, su embarazo avanzó bastante rápido—.

 

El demonio disminuyó la velocidad de su caminar y unos metros más allá se detuvo totalmente. ¿Realmente quería saber que era el ser que la mujer daría a luz? Se le escarapeló el cuerpo y miró al muchacho, intrigado. Estaban a escasos pasos de la habitación, lo que sucediera en las próximas horas o días, marcarían su futuro.


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Zack ya había optado por dejar tranquilas a las dos mujeres y su drama existencial por ser o no ser algo formal. No le importaban los amoríos de su prima y sería mejor que no se metiera en ellos, esa lista era más larga que la que él tenía. Ya que lo pensaba bien, tendría que ir de cacería algún día no muy lejano, y no precisamente para cazar algo de comer. Su vida sentimental había estado tan descuidada que el único momento especial que podía recordar fue cuando casi estuvo con Derek y Leah lo violó junto con otras féminas. Derek… ¿Dónde estaría ese desgraciado?


En el mundo mágico todas las personas aparecían y desaparecían, literalmente. Podías saber del paradero de algunos familiares por un tiempo y luego de pronto ya no estaban. Ahí cada quién iba y venía como mejor le placía, tal cual como lo hizo el mismo Zack un tiempo atrás.


— ¡Uh! Ahora que lo recuerdo, Leah me envió a ver quién merodeaba por el castillo — Tras detenerse en seco frente a las escaleras, el vampiro miró a la puerta y agudizó sus sentidos casi instantáneamente al detectar con su refinado olfato la presencia de alguien más en el lugar, alguien conocido. Bajó con prisa como si se deslizara por los escalones hasta que tocó la puerta principal y esta se abrió dejando ver al padre de su prima. Casi al instante se dibujó una sonrisa en el rostro del Ángel Caído.


— Derek… ¡Vaya! Casualmente te estaba recordando — Él junto con Elaena y Carol eran quienes más desaparecían del pueblo, seguramente estarían montando una organización criminal en algún otro lugar del mundo. — Adelante, pasa. ¿Cómo has estado?— preguntó invitándolo con un ademán al hall principal. El vampiro tomó la iniciativa y comenzó a caminar en dirección a los muebles del recibidor, sería bueno que se pusieran al día con todo.

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  • 3 semanas más tarde...

Maldito elfo —musitó para sí. Un elfo había estado observándolo desde hacía varios minutos, desde uno de los pequeños arbustos de la entrada, y sólo se había dignado a fijar la vista en el hombre en lugar de darle la bienvenida al castillo y hacerlo entrar.

 

Sin embargo, aun se encontraba mirando al elfo cuando la puerta se abrió, haciéndolo girar rápidamente al castaño para observar a su nuevo interlocutor. Se quedó helado al ver quién era el mago que le daba la bienvenida al castillo. Su mirada se quedó fija un momento más de lo normalmente deseable en los ojos del vampiro, y luego de recobrar la compostura, sonrió abiertamente al hombre.

 

Zack, es un placer encontrarte —saludó, golpeando ligeramente el costado del hombre, y dejando reposar su mano un instante en la cadera del otro.

 

Penetró al castillo, y como supuso, la gran cantidad de cosas que allí se encontraban permanecían exactamente igual a como él las recodaba. Los colores, los ornamentos, las decoraciones, la estructura en general se mantenía intacta. Los nuevos dueños habían cambiado un par de cosas, pero si uno había conocido el lugar en los momentos cuando la magia oscura impregnaba cada rincón, descubriría que no había muchos cambios sustanciales en el lugar. Avanzó hasta los muebles del recibidor, mientras hablaba con Zack.

 

Demasiado tiempo sin verte. He estado bien, altos y bajos pero bien al fin y al cabo. No estuve en Ottery, preferí alejarme unos meses y pensar, me hizo bastante bien este tiempo fuera —se sentó en el sillón de dos espacios, y colocándose de lado, de modo que su acompañante se sentara junto a él—. No sabía que ahora pertenecías a esta familia que ha venido a instalarse a la ciudad.

 

Con un movimiento de su varita hizo aparecer un cigarrillo que colocó sobre sus labios y encendió con otro giro. El ambiente era tranquilo, y aunque no había ningún otro sonido en el castillo, le gustó el aura nueva que allí se respiraba, los patriarcas habían hecho un buen trabajo eliminando el antiguo ambiente de excentricimo que rodeaba aquel castillo. Inspiró el humo del cigarrillo, sintiendo cómo llenaba sus pulmones y luego lo expulsó, observando al Haughton.

 

¿Y tú como has estado? —«sigues tan bueno como te recuerdo», pensó para si el castaño, ocultando su sonrisa al inhalar nuevamente. La última vez que había estado en presencia de Zack la recordaba borrosamente. No podía diferenciar si la última había sido cuando se encontraban siendo 'torturados' por un grupo de ninfómanas, o la conversación en plan relajación que habían tenido en una trastienda... ¿O ese había sido otro personaje?— Espero que tu no te hayas alejado tanto de estos lares, quiero saber cómo han estado los demás de la troupe.

 

Con un movimiento de la mano llamó al elfo que se encontraba limpiando la mesa, y le indicó que traiga dos copas con alguna bebida. No le importaba tomar agua, pero prefería algo más fuerte debido a que la noche era joven, y el hombre quería pasar un buen rato no sólo poniéndose al día de las novedades de Ottery, sino también disfrutando de la compañía que sólo Zack podía brindarle (XDD). El elfo se presentó con dos copas amplias llenas de whisky, lo cual el castaño agradeció, tomando un buen sorbo del contenido de la suya.

 

 


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