Castillo Ivashkov (MM B: 106154)

[Romina Black Lestrange]

Parecía ser uno de esos días en los que no tenía nada para hacer. El Patronus de una cobra llegó hasta donde la joven se encontraba recostada, en medio del césped, estaba aburrida y sin saber qué hacer. Recibió el mensaje de que tenía que estar en el Castillo Ivashkov, aunque este no especificaba el horario ni nada, solo tenía que estar ahí. Mientras se alistaba para poder ir recordó la última vez a la que había asistido a alguna batalla con sus compañeros de bando, definitivamente había sido hace ya bastante tiempo, al parecer el número de mortífagos empezaba a disminuir o vaya a saber que les pasaba.

Tenía entendido que en Rumania hacía frío y estaba nublado, por lo que se puso un pantalón de jean, una remera y un par de zapatillas, tampoco esperaba que hiciera tanto frío. Se estaba demorando un poco, por lo que rápidamente empezó a caminar por las calles de Ottery sin recordar que con caminar no llegaría a ninguna parte. Se detuvo de golpe, agarró su varita con su mano derecha y después de eso desapareció sobre sí misma para aparecer a las afueras del Castillo Ivashkov, y tal como lo había pensado momentos atrás, estaba nublado y hacía frío.

Al llegar vio que varios de sus compañeros que ya se encontraban presentes en el lugar, por lo que se acercó aún más para esperar a que les dieran las ordenes, aunque no estaba segura de poder seguirlas al pie de la letra, o al menos la última vez que había acudido a un llamado las cosas no habían salido del todo bien.

[Rory Despard]

La noche caía en Ottery, descendiendo la temperatura a niveles insospechados. Cualquier otra persona en esos instantes estaba en su casa, junto a un buen fuego ardiente en una chimenea descansando. Pero para un miembro de la Orden del Fénix nunca las cosas podían ser tan sencillas. Nos debíamos a un ideal y por ello mismo, allí estaba de pie ante la fachada de mi castillo, a punto de partir hacia la residencia Ivashkov luego de que un precioso patronus con forma de cobra alertara de que tendría lugar un cateo en dicho lugar ¿darían la cara los mortífagos? lo dudaba, últimamente parecían un mito más que una realidad, al menos en lo que a batallas se refería.

¿Estarían cambiando sus métodos? como la noche anterior aquella idea no dejaba de dar vueltas en mi cabeza y me traía preocupación.

Ajusté al cinto mi varita y me despedí de Hana, Yuki y Ame quienes se encontraban en el umbral del Castillo. Coloqué la luz característica sobre mi rostro y haciendo uso del odioso, pero imprescindible, medio de la aparición, desaparecí de los terrenos Evans para aparecer a unos metros frente a la verja de la residencia Ivashkov. Me coloqué a un lado de la AR, y el eco de los tacos de las botas que llevaba se dejó escuchar a lo largo de la calle desierta.

El lugar, en lo que podía apreciarse debido a la neblina se encontraba en un aspecto lamentable. Sin la neblina de aquel día no quería imaginarme como podía lucir. Una residencia abandonado, ni más ni menos, pero cuya verja emitía un extraño brillo. Todo muy extraño, y definitivamente el tipo de cosa que debía mantenernos alerta.

Saludé con una venia de cabeza a los presentes, mientras colocaba mis manos en los bolsillos del abrigo a causa del frío.

- Entonces ¿la misión de esta noche será en este ruinoso lugar?

[Adryanie]

-Buenas- Pensó Adryanie al ver acercase a Ley. La muchacha pasó directo al portón y lo tocó sin siquiera mirarla. No es que llamara mucho la atención, iba vestida lo más humildemente posible casi hubiera pasado por muggle si no hubiera llevado esa capa vino que había comprado hace poco, pero al final de cuentas era la única persona que había a 200 metros a la redonda. Confiaba que que fuera problema de visión nada más.

 

Al notar que Ley pasaba sin ningún problema y lo que era mejor, sin caer muerta en el lugar ella misma lo tocó. Lamentaba tener que usar a su compañera indirectamente para experimentar pero ella tampoco le había preguntado. Aterrizó en un lugar completamente diferente al anterior. Estaba muy frió y hasta se presagiaba un aguacero fuerte. Divisó a lo largo la sombra de Ley y se acercó a ella.

 

— Este lugar se ve terrorífico — Le espetó — En fin, solo por si acaso... Ardius Aqueora — Dijo apareciendo sobre ella un manto de agua que la cubrió por completo protegiéndola de posibles ataques — Corpus patronus — Dijo de nuevo apareciendo un fénix grande adulto frente a ella. — Morphos — Una pequeña roca perdida se transformó en una abeja africana potencialmente mortal. Se escondió ante las ordenes de la Gryffindor a la espera de las siguientes.

 

— No sé si lo notaron pero el lugar esta repleto de magia negra — Miró a Romina. Había sido su alumna en las clases de defensa así que ella debía presentirlo también.

[Ley Gryffindor Rosier]

Ley Gryffindor Rosier

 

No es que tentara a la suerte, pero el hecho de no morir allí por haber tocado esa verja pudo haber sido algo est****o sin antes ser aprovado por mi alto rango, sin embargo ya había visitado ese sitio en otra ocasión y sabía que no sucedería nada. El lugar era raro y la neblina no ayudaba mucho para que no se viera como un lugar aterrador, tragué saliva y me acerqué más a Adry.

 

-Es verdad, es horrible, será mejor hacer protecciones- y levantando la varita pronuncié.

 

-Avis- doce aves salieron de la punta de mi varita, bancas palomas que representaban la paz en el mundo. Volaron y se posaron alrededor mío con la orden de protegerme o a mis compañeros contra algún ataque o rayo. No sería suficiente con ésto pues siempre había que hacer otra defensa por si las dudas. Apunté la varita a una roca que yacía en el suelo.

 

-Morphos- dije a la piedra de tamaño medio transformándola en un león adulto que, luego de ser conjurado, se postró frente a mi rugiendo. Me encantaban esos animales siempre que podía los conjuraba solo para que me hicieran compañía. Le ordené que nos protegiera de ataques o rayos que vinieran hacia nosotros.

 

-No queda más que esperar a que alguien aparezca, ¿qué propones que hagamos?- dije mientras veía de reojo a todos lados por si algo salía de las sombras de la neblina.

[Undefined]

Una figura surcaba los cielos en lo que parecía ser una Nimbus 3000 de esas que se vendían ahora en el Magic Mall, por todas las vueltas que estaba dando era como si la acababa de comprar y la estaba probando para acostumbrarse a ella. Era una escoba mucho más rápido que la popular Saeta de Fuego la cual se volvió muy famosa por su velocidad y los usos que esta tenía en el campo de Quidditch. Ahora el dueño y señor de las escobas era una Nimbus 3000 teniendo la capacidad de viajar a cualquier parte del mundo en un tiempo mucho menor.

Un patronus, plateado y efímero con forma de cobra apareció frente a la figura para avisarle que tenía que reunirse en algún lugar de Rumania. Dio un vistazo a la escoba pensando por un momento si aguantaría un viaje a Rumania, no se encontraba tan lejos. Sonrió para acelerar a toda velocidad en la escoba para dirigirse a aquel país y buscaría a sus compañeros de la Orden del Fénix.

Tardó alrededor de una o dos horas, no sabía a ciencia cierta porque no cargaba un reloj. De hecho solo tenía su varita en uno de los bolsillos de la túnica negra que llevaba puesta. Buscó desde el cielo en varios lugares donde tal vez encontraría a personas con luces en sus rostros, en un momento pasó por Transilvania donde se encontraba un castillo imponente y allí se encontraba un pequeño grupo de personas, tenía que ser ahí.

Descendió hasta que sus pies tocaron el suelo, sacó su varita y realizo una complicada floritura con su varita haciendo que la escoba voladora desapareciera, volvería hacer lo mismo si la necesitaba para irse o simplemente podía desaparecer, en ese momento no estaba seguro de nada y el viaje en escoba fue bastante agradable y quizás lo hiciera lo mismo para volver a Londres.

- Buenas - Dijo acomodando su túnica.

[Romina Black Lestrange]

Al cabo de un par de minutos entraron al jardín del castillo sin ningún problema, era raro, pero al parecer no en todas partes ponían hechizos y esas cosas, o al menos en esa parte no lo habían puesto. Observó con atención los movimientos de su madre, Adryanie, prestando atención a cada movimiento, tenía que aprender demasiadas cosas, aunque bien sabía que todo era a su tiempo, la menor manera de aprender era observando y así lo estaba haciendo en ese momento.

 

Tras escuchar las palabras dichas por la Demon Hunter no le quedó más opción que prestar más atención a todo su entorno, a todo lo que la rodeaba. Por lo que se puso a recordar la clase que ella misma le había impartido, hasta el momento no recordaba haber utilizado ese conocimiento, no había tenido motivos, era la primera vez que se ponía a analizar si en un lugar había o no magia negra. Dejó de pensar en esas cosas, tenía que crear un par de defensas.

—Avis— murmuró para segundos después ver como de su varita salían invocados doce cuervos negros, los cuales tenían la orden de defenderla de algún posible ataque que pudiese venir, si es que los mortífagos se presentaban. Las doce aves se mantuvieron a un par de metros delante de ella, eran hermosas, aunque muchas dijeras lo contrario para la joven lo eran.

—Morphos— dijo apuntando a una piedra de al menos diez centímetros, o así le pareció. Esta empezó a cambiar de forma y de tamaño y al cabo de un par de segundos ya se había transformado en una escorpión, que tenía la orden de atacar a alguien con su letal veneno que podría llevar a algunos a la muerte.

[Rory Despard]

Apenas había terminado de decir aquellas palabras, sin obtener respuesta, cuando vi como una de mis compañeras (Ley) tocaba la verja y al hacerlo desaparecía, lo mismo que las otras dos (Adryanie y Romina). Quedé un momento de pie tratando de asimilar lo que acababa de presenciar.

 

"Bonito ocultamiento"

 

Así que allí estaba la explicación al brillo de la verja de ese descuidado lugar. No era otra cosa más que un traslador ¿y hacia donde sería que llevaría? Solo había una forma de aveirguarlo y era tocándola ni más ni menos. Con no pocas reticencias eso hice, y entonces el característico tirón a la altura del abdomen y el dolor de cabeza típicos se hicieron presentes.

 

Cuando reaparecí me encontré ante una enorme puerta de hierro. El clima del lugar amenazaba lluvia y esa sola cosa me indicó que ya no estábamos mas ni siquiera en Londres. Como sea , esa puerta era un problema así que hice lo primero que acudió a mi mente.

 

- Morphos- dije fuerte y claro apuntando a la puerta de hierro.

 

Dado su tamaño y peso resultaba más que ideal para la creación que tenia en mente. El hechizo rapidamente hizo efecto convirtiendo la puerta en un robusto león adulto de poderosas y filudas garras, ojos vivaces y atento para defenderme del más mínimo ataque que pudieran hacer en mi contra.

 

- Aqueora- pronuncié una vez más

 

La capa de agua bienhechora hizo su aparición. No sabía a donde me estaba metiendo, así que debía ser el doble de cuidadosa. Sin la puerta impidiendo el ingreso, avancé hasta adentrarme en los jardines de la edificación. Un castillo muy hermoso sin duda, pero en donde sin duda la huella de la magia negra se dejaba sentir en cada pequeño rincón.

[Leah Dayne]

~Leah Atkins

 

 

 

Alarmas, por todas partes, resonaban en sus oídos con más potencia que en las mismas paredes. Sus cejas descendieron y se unieron hasta formar una línea amarilla sobre sus ojos, como un par de toldos que le daba la expresión más cercana a un halcón que cualquier otra cosa. La mujer apretó los labios y sacó la cabeza por la puerta abierta, mirando la puerta de la habitación de Zack. Estaba igual que la suya, abierta y no había un solo ruido desde hacía semanas, meses, quizás. La de Caroline estaba en las mismas condiciones y ella estaba sola, como un adorno más en ese lugar enorme.

 

—Oh, maldición...

 

¿Huir? Jamás. Lanzando una retahíla de maldiciones en varios idiomas, se metió de nuevo a la habitación y buscó la máscara de plata con la mirada mientras sacaba por su cabeza el suéter de lana. Así fue, prenda por prenda, hasta que nada estuvo cubriendo su anatomía y cada paso la acercaba a su destino. Pronto la máscara estuvo en su rostro, asimilándose a un casco, cubriendo sus facciones y dándole un aspecto mortífero que solía llevar en conjunto. Malditos. ¿Debería hacer el llamado? Después de pensarlo un par de veces, accedió, llevando la varita, siempre en su mano, hacia el tatuaje que tenía en el antebrazo izquierdo. Y al arder, cobrando vida con una dolorosa sensación de satisfacción, una voluta de humo más oscura que la misma noche la envolvió hasta llevarla lejos del lugar.

 

A cincuenta metros del jardín trasero, la Atkins miró hacia al frente con la sensación de que estaba a punto de convertirse en la mujer orquesta con tanto odefo que tenía en los terrenos. Pero bueno, era eso o ser una cobarde. Así que prefería la primera.

[Adryanie]

iróhacia atrás, cada vez estaban llegadno más de sus compañeros.

 

— Hola, me alegra que estes aquí — Le dijo a Bel cuando se acercó. Eran pocas las veces que había podido estar con ella en batalla— Al menos la familia esta aquí ...— Romina también estaba ahí. Esta era la hora que no sabía que era Bel de ella, eran tantos los familiares que ostentaba la Evans que se confundían frecuentemente, con costo conocía a su padre y hermanos.— Es raro, parece que no hay nadie.

 

Se acercó un poco más a la verja. No podía abrirla, seguro tenía encantamiento para que solo unas cuantas personas pudiesen abrirlo.—Bombarda— pronunció haciendo explotar la puerta de a entrada. No solían ser destructivos pero no les dejaban otra opción.

 

—Me parece que huelo a mortífaga cerca — Les dijo a a sus compañeros. Era cierto, olía a otra persona además de los queestaban cerca. Sus sentidos se agudizaron y comenzó a rodear la casa en busca de su objetivo.

[Leah Dayne]

~Leah Atkins

 

 

 

Vale. ¿Qué hacer? Pensar en la supervivencia era más grande que su sentido asesino, por más que le causara urticaria el verlos invadir su castillo. Pensó durante un segundo más y concluyó que lo más sano, de momento, sería cubrirse las espaldas (todo en realidad) ahora que Zack no podía hacerle esa útil piel de dragón. Y con lo cómodo que habría sido tener un tercer hechizo...

 

—¡Detritus!

 

Una capa gaseosa la cubrió por completo en cuanto realizó el hechizo y adoptó una coloración azulada cada vez más potente a medida que iba haciendo de su cuerpo una envoltura difuminada. Inhaló por la nariz con lentitud en el momento en el que su mente se iba a un lugar mucho más complejo, donde la magia tenía que fluir por su cuerpo como un torrente para poder tener un efecto real. Casi de forma automática, dos manos fantasmales emergieron del suelo con la altura de un hombre adulto y se ofuscaron exactamente a dos metros de ella. Su función era protegerla, servirle de barrera o de ataque siempre que lo necesitara, ante cualquier cosa o cualquier persona.

 

—Vamos allá.

 

Sus pasos no creaban sonido alguno sobre el césped a andar y su postura jamás dejó de parecer altiva, aún estando en desventaja. Una vez dentro del campo de visión de los fenixianos, se posicionó a ocho metros de cualquier atacante, cinco de cualquier cosa morpheable y se concentró en la presencia de sus manos, a la misma distancia que cuando habían aparecido.

 

—¿Se divierten?