Jump to content

Castillo Ivashkov (MM B: 106154)


Leah Dayne
 Compartir

Publicaciones recomendadas

~Leah Atkins

 

 

 

—Lo estoy.

 

No titubeó al aceptar el precio, aún sin saber cuál era. Las preocupaciones por sí misma siempre habían quedado a un lado cuando el interés era demasiado grande como para dejarlo pasar. Así había muerto, así había regresado del limbo. Y ahí, con una Diosa al frente, era consciente de que podía estar metiendo la pata en un mundo completamente desconocido del que nunca podría salir realmente. Sin embargo, no pudo evitar pensarlo mejor en cuanto tuvo a Afrodita a menos de un metro de distancia. Le perturbaba, la hacía meditar sobre lo que hacía y si de verdad quería enfrentarse a ella.

 

Lo que no se esperaba, era que tomara su mano y la impregnara con el sentimiento de amor materno. Llevó los ojos al resplandor y se permitió sentir por un momento el calor que desprendía su piel, el poder que estaba pasando de su anatomía hasta la suya como una oleada del más puro de los cariños. Solo que ella era una demonio, la contraparte perfecta de lo que sus poderes como Diosa del amor eran capaces de otorgar y en vez de sentirse dichosa, solo se enojó más. Separó la mano de un tirón y frunció el ceño, no iba a dejarse vencer por ella.

 

No juegues conmigo, Afrodita —arrastró las palabras con cuidado, no quería que sonara como una advertencia, más bien como una petición enojada—. Porque si yo empiezo a jugar, dudo que quieras seguir adelante.

 

Como si sus palabras fueran apoyadas por sus ideales, la Marca Tenebrosa ardió en su brazo y cobró vida, empezando a moverse con ligereza en la tersa piel del antebrazo izquierdo. Y como un destello de luz, pensó en lo único que sabía hacer bien.

 

A menos claro, que quieras conocer a otro Ivashkov que haga hervir tu sangre. Y no estoy hablando de magia —ensanchó una sonrisa pícara en sus facciones arrogantes y dio un paso hacia delante, eliminando la distancia que existía entre ellas y uniendo su cuerpo al de la rubia—. ¿Podrías contra eso? ¿O la Diosa del amor no puede enfrentar a una simple chica?

 

Afrodita, lamentablemente, había despertado a su lado más oscuro y carnal. Leah era así, un demonio con todas las letras. No pensaba en consecuencias y demás, ella simplemente pensaba en sí misma. Usaba su cuerpo, su apariencia y sus poderes para conseguir lo que deseaba. Era una bomba que explotaba sin ser accionada y en ese momento, cuando decidió invadir un poco más el espacio personal de la mujer y acercar peligrosamente su cara a la de ella, estaba claro que estaba dispuesta a llegar lejos. Pero no la tocó, ni hizo nada inapropiado, sonrió de medio lado y esperó una de las dos respuestas que siempre daban. O seguía o se alejaba.

 

La tenía en una encrucijada que no iba a hacerle gracia.

YwwEbg4.gif3lqIQgZ.gif

image.png

 

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Una carcajada resonó desde la garganta de Afrodita, el sonido se amplio llenando toda la habitación sobre los relámpago que sonaban afuera, era tan espeluznante como hermoso, también generaba desconcierto a cualquier persona que hubiera visto las acciones que había realizado la persona que estaba frente a ella. Duro varios segundos o minutos en ese estado la diosa, cada vez que intentaba calmarse de nuevo desde lo más fondo de su ser volvía a reírse, un cantó que podría significa muchas cosas, buenas o malas.

 

-¿Quién te dijo que mi poder es blanco y puro? -Le preguntó, sus ojos se volvieron peligrosamente oscuros - ¿Quién te dijo que un dios dependía de un 'bien mayor'?-Le lanzó otra pregunta en una tono de voz zigzagueante mientras terminaba acercando más de lo que ambas ya estaban.

 

-Soy lujuria pequeña, soy el pecado en persona de los deseos más carnales de este mundo, soy la razón por la cual tú te puedes acostar con miles de mujeres y hombres, sintiendo satisfacción; puedo influir en el destino de cada mortal, porque cada uno para mi es mi novela favorito donde puedo intervenir, manipular y jugar con ellos de tantas maneras....-

 

-André era como tú, deseoso de probar, tocar y sentir los niveles más altos de placer, ¿Que podrías darme tú que haga competencia con todos los amantes que he tenido en mi vida? Te podría matar, te podría maldecir, te podría hacer muchas cosas princesa, pero no creo que te guste nada de lo que pasa muy mente, no todos terminan bien... -

 

Todas las palabras de Afrodita salieron como un susurro, las preguntas como las oraciones, se encontraba su boca muy cerca de la oreja de Leah, hablándole y expresándole todo lo que pensaba, había tanta sinceridad en todo lo que decía, eso era lo que causaba que cualquier persona retrocediera cuando la tenía de frente por la energía que irradiaba.

 

-Podrías ser mi juguete, podría jugar contigo hasta que me aburra y te cambie por algo más bonito y nuevo, ¿Donde entra tú mamá en esto? ¿Qué quieres de mi demonio? Habla.. - Afrodita le levantó la barbilla para que la mirara directamente a los ojos, sujetándola con fuerza para que no se atreviera a mover la cara hacía los lados, pero de igual manera sin presionar lo suficiente para lastimarla.

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

~Leah Atkins

 

 

Sexo duro, ¿quizás?

 

De todo lo que pudo pensar la diosa que iba a decirle, sabía que no esperaría aquello. Si bien Afrodita podía ser la que controlaba todos los sentimientos y cómo éstos influían en las personas, ella acababa de entrar en el terreno en el que más se manejaba. Podía destruirla, sí, pero no podía reducir sus capacidades y tampoco eliminar la proyección de sus instintos carnales, porque su tarea era esa. Internamente, sabía que estaba disfrutando de la escena, de la novela que estaba viviendo y la forma en la que desenvolvía, no podría luchar contra su propia naturaleza olímpica y ella le había dado rienda suelta a la propia.

 

No vas a matarme, ni a maldecirme. No vas a hacer nada de eso, porque si quisieras hacerlo, ya lo habrías hecho —se inclinó hacia delante, como si realmente fuera a cruzar la línea de fuego y dejó que sus labios quedaran a un escaso centímetro de los suyos—. Y tampoco vas a hacerme tu juguete, ¿sabes por qué?

 

Sonrió y se echó hacia atrás, zafándose del agarre en su barbilla, pero aún sin separarse.

 

Porque a ti te gusta ser el juguete. Fue eso, ¿no? Mi tío se dio cuenta de ello, así como Ares, solo que a éste último no puedes destruirlo. Y yo puedo darte todo lo que no has probado, eres demasiado orgullosa como para admitir que otra mujer puede hacerte sentir como cualquier otro de tus amantes.

 

Ahora fue ella quien buscó el oído de la diosa, posando los ojos en la puerta por un momento. Estaba pensando seriamente en desaparecerse, quizás si lo hacía rápido no llegara a calcinarla lo suficiente para matarla. Pero tan pronto sus labios encontraron el lóbulo de la oreja, supo que ya no había vuelta atrás para sus acciones. No iba a echarse hacia atrás y tampoco iba a ser una cobarde. Técnicamente, no estaba ofendiendo a nadie... Quizás Zeus lo encontrara justo, incluso, por la desobediencia de la rubia. No bajó la voz cuando habló.

 

—Me gusta jugar a las Barbies, porque su la lujuria y el pecado que tú representas, yo soy tan hija tuya como lo es Elaena, solo que la única que hace gala a tus enseñanzas, está frente a ti —besó su mejilla con un sonido apremiante y rió, llenando el ambiente pesado con el musical retumbar de sus cuerdas vocales—. Debería agradecerte incluso.

 

Le guiñó un ojo al separarse.

 

Gracias.

YwwEbg4.gif3lqIQgZ.gif

image.png

 

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

~ Elaena Ivashkov

 

No estaba acostumbrada a tener que tragarse sus palabras y mucho menos a pedir disculpas. Elaena tampoco estaba considerando eso último, aunque se sentiría humillada si regresaba a vivir con sus primos. A pesar de los meses que habían pasado desde que se había ido, podía recordar la discusión con Leah y todo lo que se gritaron. De no haber sido que compartían la misma sangre en sus venas, le habría arrancado la cabeza a su molesta prima, sin embargo, se limitó a dejarla con Zack en el dormitorio de Nadeshka sin decir ninguna palabra.

 

Y de nuevo estaba ahí, en los terrenos del Castillo Ivashkov. Durante todo ese tiempo no pudo vivir en paz, mucho menos sabiendo que allí podría haber alguna pista sobre el paradero de su padre. Era quizá lo único que la había obligado a regresar, aunque también cabía la posibilidad, muy en el fondo, de que fuera porque necesitaba a una familia.

 

—No nos quedaremos mucho tiempo —murmuró Elaena, mientras se aproximaba a la puerta.

 

—Es su decisión. —Milou se tambaleó por el peso de los dos baúles que cargaba y aguardó a que su ama lo dejara entrar.

 

La vampiresa agitó sutilmente su varita y las imponentes puertas se abrieron de par en par. Todo estaba tal como lo recordaba, a excepción de las capas de polvo y de las telas de araña que habían desaparecido. Por lo visto sus primos se habían encargado de convertir aquel lugar abandonado en algo digno de vivir. «Digno de la realeza», se dijo Elaena. Abandonó su capa de viaje y la dejó sobre un sofá. Su nívea piel resaltaba con el escarlata de su blusa y el negro de su falda de tiro alto; así mismo, la ajustada tela perfeccionaba cada una de sus curvas.

 

Elaena continuó avanzando por el vestíbulo, seguida todavía por su elfo. Desde la otra habitación podía escuchar la voz de Leah y de otra mujer que se le hacía sumamente conocida. Le ordenó a Milou que se quedara allí y se encaminó rápidamente para ver lo que estaba sucediendo. Ciertamente se trataba de su prima, acompañada por quien no creía volvería a ver. Afrodita se había dignado a aparecer y por la proximidad que compartía con Atkins se podía decir que estaban teniendo un momento muy íntimo.

 

—Madre, pero qué grata sorpresa —soltó, llena de ironía y se acercó más a ellas—. Por lo visto mi cálida prima te estaba dando la bienvenida —añadió en una falsa sonrisa—. Lamento tanto haberlas interrumpido, pero si querían revolcarse podrían haberlo hecho en uno de los dormitorios; tenemos muchísimos.

 

De momento Ivashkov lograba mantener la calma, pero aún así sentía como la rabia empezaba a envenenar su sangre. Tantos años de abandono y de mentiras como para que también tuviera que encontrarse con algo así. Y para peor tenía que ser con Leah, una de las personas que más detestaba. La mayor parte de su odio se debía a que la madre de ella le había escondido una carta que le habría ahorrado muchos años de caminar a ciegas. Pero aún así, la verdadera culpable era Afrodita, por quien tuvo que aguantar quinientos años de dolor y soledad.

 

Finalmente Elaena no se pudo contener.

 

—¿No te bastó con haber arruinado la vida de mi padre como para venir a arruinar la mía? ¿No crees que ya fue suficiente? —Puso sus manos sobre sus caderas y volvió a acortar la distancia que las separaba—. ¡Basta de tus juegos, Afrodita! Dime de una vez por todas qué es lo que buscas.

Ivashkov
YqkyUSo.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

~Leah Atkins

 

 

 

—Ay no, por el amor a Merlín.

 

La paz se había ido, si es que la presencia de Afrodita le había brindado algún tipo de paz. Toda la venganza que había llevado a cabo hacía menos de dos minutos se había esfumado, ya no había ningún tipo de felicidad rondando su perturbada cabeza. Lo poco que había conseguido al abordar a Afrodita, haciéndola enojar como sólo ella sabía hacerlo, se había evaporado como los restos de lluvia en un día caluroso y como si ella fuera un niño con botas de caucho, no había ganado más que un baño de decepción. Todo, absolutamente todo, iba a volver a ser la misma materia fecal que había sido antes.

 

¿Y todo por qué?

 

Elaena.

 

Como si no hubiera tenido suficiente con la madre, la mujer había tenido la bondad de sacar el trasero de quién sabe dónde y dirigirse específicamente a ese salón, donde ella estaba. A duras penas podía vivir con el hecho de que existiera, ¿cómo podría soportar respirar el mismo aire? Su llegada había sido recibida con una mirada llena del odio más puro y una expresión de desprecio que rayaba en el asco. Incluso podría haberle tenido alergia en ese momento. Por supuesto, mucho antes de que pudiera mandarla a regresar al cuchitril de donde provenía, ella ya había lanzado su veneno.

 

Tengo mejores gustos, Ivashkov —nada de títulos afectivos ni parentales, no, ellas podían ser dos chicas desconocidas con facilidad. Por suerte la sangre que compartían no era visible—. Nada de donde tú hayas salido puede ser de mi agrado.

 

Golpe bajo para Afrodita, golpe bajo para ella. Era una demostración de que tenía los ovarios suficientes como para insultar a una Diosa y un recordatorio a su prima de que, quisiera o no, aquella era la mujer que la había traído al mundo. Si Zack hubiera estado presente, habría lanzado un par de blasfemias y las habría puesto en su sitio con uno de sus comentarios de adulto que era, recordando a ambos lo ridículas que se veían haciendo esas escenas. Pero como no estaba, ambas limitaban sus instintos asesinos a palabras afiladas.

 

Por otro lado, lo más seguro era que pronto se armara la gorda y por el comentario que soltó la vampiro, sería muy, muy, pronto. Se alejó de las dos, trazando un silencioso camino por el brazo hasta tantear su varita por si la necesitaba y se recostó en la pared más lejana, donde podía verlas y apreciar el teatro que se había montado. Ahora que las veía, eran extrañamente parecidas. No había conocido a su tío, pero apostaba que era más similar a ella que a él, quizás por el mal genio o por el desagrado que las dos provocaban en la boca de su estómago. Y cuando pensó en desagrados, decidió arrojar leña al fuego como la buena Ivashkov que era.

 

Pero no te pongas agresiva, chupa sangre, ¿estás tan falta de sexo como tu madre? —negó con la cabeza y luego señaló con el índice a la rubia, mirando fijamente a la castaña—. Tu mami sabe cosas. Hablábamos de cómo nos oculta dónde están nuestros padres porque al parecer es demasiado bondadosa como para sacarnos de la ignorancia. ¡Es tan emocionante!

 

Ensanchó una sonrisa encolerizada y luego se encogió de hombros.

 

Quizás si le dejas contarte un cuento afloje un poco o si dejas que te dé el biberón.

Editado por Giovanna Atkins

YwwEbg4.gif3lqIQgZ.gif

image.png

 

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Para Afrodita, no había nada más divertido que la conversación que tenía con Leah, sus palabras le divertían bastante, la entendía pero no le daría el placer que ella quería de ella. Su boca se abrió para decir algo pero la cerro cuando sintió una nueva presencia que entraba justo en ese momento a la sala principal, conocía muy bien la esencia de la persona, pero no se movió ni dijo nada hacia todas las acusaciones que le había hecho, era como pérdida de tiempo intentar defenderse cuando alguien la veía culpable.

 

Se volvió a sentar en el piano y volvió a tocar, la melodía era suave y relajante, brindaba un poco de paz en la intranquila. En la sala, solo se escuchaban las exclamaciones y acusaciones de ambas primas, se limitó a ignorar, solo escuchar sin mirar a ninguna, ya aquel juego le andaba aburriendo lo suficiente a la diosa, no quería ni debía intervenir en ese tipo de riñas infantiles.

 

-Leah, querida hija… ¿Podría hacer un favor y guardar esa varita? –Dijo Afrodita llena de calma –De verdad esta alfombra es hermosa, ¿Alguna de ustedes sabe lo difícil que es sacar manchas de sangre?- Preguntó, dejando la interrogante.

 

Las emociones que observó Leah habían desaparecido, es como si ambas brujas se hubieran topado con iceberg, nada expresaba Afrodita, es como si la juguetona diosa hubiera apagado todo. De repente, un relámpago resonó en el Castillo, peor que todos los anteriores, una advertencia de Zeus acababa de llegar en ese preciso instante y no dudaba que él quisiera carbonizar todo el castillo por toda la arrogancia de aquellas jóvenes impulsivas que solo hablaban por hablar, así que en ese momento decidió hablar, intervenir antes que pasará algo más grave.

 

-¿A ti también te gustaría un biberón Leah? ¿Les busco ambas biberón y les canto canciones de cuna? Creí que ambas estaban grandecitas para esto – Habló la rubia que se levantaba de nuevo del piano de cola, causado que cesara el sonido de la música y todo el ambiente se sintiera pesado.

 

-Primero Elaena, para revolcarme con Leah no lo hubiera hecho en el mismo lugar donde estuve con tu padre y como tienes la virtud de sacar conclusiones apresuradas por lo que se ve, te darás cuenta que ambas tenemos ropa, así que mide tus palabras-

 

-Segundo, ya que André es un adorable santo venerado por la siguiente rama de la familia ¿Qué puedo decir yo para veas o vean la realidad? –Miro a ambas jóvenes, la sonrisa que adornaba en su rostro ya no existía y era posible que no volviera a aparecer en ese rostro.

 

-Estoy harta, ojala todo fuera un juego, pero lamentablemente no lo es, tocar la realidad no le haría daño a nadie en este momento, por mucho amor que sienta por ti Eleana y sentiré siempre, no pienso tolerar esta grosería y menos la de Leah, ustedes pierden más que yo, así que simplemente tienes tres opciones –El basculo de poder de Afrodita se materializó frente a los ojos de las mortales, era dorado y tenía un resplandor intenso, en la punta se veía el símbolo de la diosa y causaba un calor abrasador.

 

-Primera opción, se calman –Comentó con una calma abrumadora –Segunda opción, se calman – Las palabras de Afrodita tenían un tono de advertencia, no era necesario decir cual era la tercera opción, ambas ya lo debían suponer.

 

-Las siguientes palabras que vayan a decir les aconsejo que las seleccionen bien y no quiero replicas – Agregó.

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

~ Elaena Ivashkov

 

—¿En serio, Leah? Si mal no recuerdo hace un par de meses estuviste con mi doppelgänger. —Elaena se encogió de hombros—. Así que yo creo que sí debo de ser de tu agrado —afirmó y reprimió una sonrisa.

 

Amaba muchas cosas en la vida, pero molestar a su prima era una de las principales. Nunca le había simpatizado, ni siquiera cuando no sabía que eran familiares. Al principio detestaba que fuera la mejor amiga de Caroline, porque sentía que ese era su lugar y de un día para otro llegó aquella rubia tonta para arrebatárselo. Después la vida se encargó de que su odio incrementara, con todas las situaciones en las que discutían, incluso por lo más mínimo. Aparentemente aquel día no iba a ser la excepción.

 

—Si tan sólo supieras con todos los que estuve en Bulgaria. Pasé todo este tiempo allí —murmuró Elaena y se mordió el labio inferior—. Y concuerdo contigo con que mi madre debe estar falta de sexo, sino no habría venido hasta aquí —soltó a continuación y evitó la tentación de echarse a reír—. No nos dirá nada, a menos que le traigamos a Zack para que la entretenga un rato y le saque información.

 

Podría aliarse brevemente con Leah para atacar a Afrodita. No lo admitiría a viva voz, pero en el puesto número 1 de las personas que odiaba se encontraba nada menos que su madre. La diosa del amor no le había expresado eso último precisamente, sino que por el contrario, la había abandonado nada más al nacer en una casucha. ¡Para qué dejarla con su padre! Ivashkov podría haber comprendido que ella no tuviera instinto maternal, ya que era conocido que ningún dios griego lo tenía.

 

Afrodita prácticamente las estaba ignorando y no se le ocurrió nada mejor que tocar el piano como si ellas no existieran. No las miraba, ni respondía a las provocaciones. Elaena tenía ganas de lanzarle un par de maldiciones o de insultos para que alguna vez en su condenada vida la tomara en cuenta. Sin embargo, se limitó a mirarla como si fuera un bicho raro y se cruzó de brazos, a la espera de que se aburriera de tocar y recordara que no estaba sola. La diosa no tardó mucho en recordarlo y detuvo la melodía.

 

—No me importaría si la alfombra se manchara con tu sangre, madre. Al contrario, sería un lindo recuerdo de ti —ironizó y curvó su boca carmesí en una amplia sonrisa, ignorando el último comentario de Atkins sobre un biberón.

 

En ese instante, un rayo se estrelló contra el castillo, provocando que las ventanas retumbara y el ruido se extendiera como un eco en el interior. «Debe ser una broma —pensó la vampiresa—. Aparentemente Afrodita no es la única diosa que nos visita». ¿Tan aburridos estaban en el Olimpo que se metían con ellos? Generalmente pasaban de los mortales y aparecían si algo importante sucedía, pero para Ela no había nada que meritara las atenciones de seres celestiales. Como si fuera poco, su madre comenzó a reprenderla.

 

—Guárdate tus amenazas para los idi***s con los que juegas y no me vengas a hablar del amor que me tienes. —Las palabras de Elaena salieron llenas de repudio y dolor—. ¿A qué viniste? Lo único que nos interesa saber son los motivos de tu visita y lo que hiciste con nuestros padres. Estoy completamente segura que tú tienes que ver con sus desapariciones.

Ivashkov
YqkyUSo.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

~Leah Atkins

 

 

 

—Caroline no parece operada, a ella le montaría una guardería si pudiera. Pero tú pareces una venta de silicona demasiado exagerada para cualquiera, Elaena —hizo un gesto despectivo con la boca, sacando la lengua momentáneamente como si tuviera arcadas y plantó los ojos en Afrodita—. No soy tu hija, gracias a Zeus. Y no pretendo ni guardar la varita ni manchar la alfombra, ¿no crees que decoraciones doradas quedarían mejor en ella? El Icor es tan puntual… Así que le devuelvo el favor a mi prima, concuerdo con ella.

 

¿Aquella ventisca repentina y fugaz había sido un gesto aprobatorio por parte del Dios? Esperaba que sí, realmente no necesitaba dos olímpicos en su contra, con una era suficiente. Solo que, no esperaba semejante demostración por parte de la mujer. Y si había algo que no estaba dispuesta a aceptar, como una infante que estuviera recibiendo la reprimenda de una maestra, era que la amenazaran bajo su propio techo. Dio un paso lejos de la pared y se cuadró en una posición de guerra que solía adoptar siempre en las batallas contra la Orden del Fénix.

 

¿Con quién crees que estás hablando? —su varita temblaba con una potencia evidente, una necesidad creciente de atacar crecía en su interior, pero pronto logró modular la voz hasta conseguir un siseo—. No vuelvas a amenazarme en mi casa, Afrodita. Porque te guste o no, las paredes están diseñadas para proteger a los miembros de ésta familia y tú, tú no formas parte de nosotros más que en la lamentable situación parental que tienes con Elaena.

 

Relajó los hombros con la exasperación de alguien que no puede hacer lo que quiere y apretó la mandíbula al darse cuenta de que no podía evitar ponerse del lado de su prima. La chica era una completa desagradable, de esas que quieres lanzar por un abismo cada vez que abre la boca, pero no iba a permitir que les hicieran daño a ninguna de las dos y mucho menos cuando se trataba de la persona que les negaba la verdad. Afrodita ahora estaba en una clara desventaja, más por los hechos que por su magia, así que la rubia tenía la sensación que hacerle frente sería relativamente… rutinario, nada del otro mundo.

 

Por supuesto, no era tan fácil. Y en el fondo, muy en el fondo donde no hería su orgullo, lo sabía. Quizás si Zack hubiera estado en casa, habría calmado las aguas antes de que se llegara tan lejos. Tenía un don nato para hacer que las dos se calmaran y para hacer que los demás también lo hicieran, como una dosis de morfina inmediata para un dolor en progreso. Quizás, solo quizás, lo hubiera vendido a la diosa con la intención de usarlo de gigoló temporal a ver si le sacaban información. O, en el mejor de los casos, habría dejado a la diosa fuera de combate con un par de hechizos pertenecientes a su rango y una sonrisa pícara. Demonios, extrañaba a Zack.

 

¿Qué vas a perder con decirnos dónde están? Todo tu orgullo se ha ido al desagüe en el momento en el que pisaste este lugar una vez más. Habla y podrás irte a donde perteneces, habla y haz algo bueno por una vez.

YwwEbg4.gif3lqIQgZ.gif

image.png

 

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

  • 4 semanas más tarde...

Starling le había avisado de una casa en mal estado allí en Ottery. Era raro que eso pasara porque la mayoría de mansiones que se encontraban por ahí relucían de esplendor, Había una la Loveless que también era un edificio caído pero al menos allí se sabía que vivía gente pero en esta casucha no vivía nadie. De vez en cuando algunos vecinos decían que veían caminar a los alrededores algunos magos algo misteriosos pero luego en un abrir y cerrar de ojos desaparecían.

 

Adryanie se acercó a la verja que parecía brillar a la luz de aquel sol incandescente. La observó con detenimiento, parecía que estaba encantada y no era un encantamiento normal si no uno con magia negra. Ella era profesora de defensa contra las artes oscuras y le era fácil reconocer ese tipo de magia.

 

Expecto Patronum— Recitó apenas en un susurró. La cobra emergió de su varita y sin esperar ordenes salió en busca de los miembros de la orden disponibles para aquella misión. Su patronus ya sabía que hacer y que decir.

 

Algo se movió en su campo de visión dentro de la casucha. Se puso alerta y alzó la varita. Faltaba poco para que llegaran sus compañeros, pero no podía negar que había despertado su curiosidad aquel movimiento, tal vez solo fuera un animal pero era demasiado grande.

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Ley Gryffindor Rosier

 

-Castillo Ivashkov- fueron las palabras que salieron de mi boca luego de recibir el patronus corporeo de una cobra, el cual sabía perfectamente de quién venía... Adry solicitaba nuestra ayuda así que dejé lo que estaba haciendo que no era nada importante, era medio día y hacía sol, la mansión Gryffindor recibía los rayos de golpe en la fachada y hacía un calor infernal, por lo que portaba vestido, uno corto hasta media pantorrilla y unos huaraches cómodos y el cabello agarrado en una coleta para que el sudor no llegara a mi.

 

Salí de la mansión y me dirigí a donde pudiera hacer acto de desaparición, luego me aparecí a 5 metros de la puerta de entrada a lo que parecía una casa vieja y abandonada, sabía que había que tocar la verja para irme a Rumania, pues era un translador "muy listos" pensé.

 

Al tocarla mi cuerpo se retorció y aparecí en el enorme castillo de la familia. Al contrario de en donde estaba anteriormente aquí estaba nublado y una nube de neblina cubría el lugar, hacía frío pero ni modo. Al llegar vi que allí estaban mis compañeros. En el camino a conjuré una máscara de luz que cubriría mis facciones y mi voz para no ser reconocida -Buenas, la estoy aquí- dije a los presentes que iban haciendo acto de presencia.

http://i.imgur.com/Fcazzag.gif|| http://i.imgur.com/8g56kcK.gif||http://i.imgur.com/7lEGqUN.gif


SpXVsLD.png

http://i.imgur.com/0A7BEB7.gif|http://i.imgur.com/yYl0nGf.gif|http://i.imgur.com/Y0QeE0I.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Guest
Esta discusión está cerrada a nuevas respuestas.
 Compartir

Sobre nosotros:

Harrylatino.org es una comunidad de fans del mundo mágico creado por JK Rowling, amantes de la fantasía y del rol. Nuestros inicios se remontan al año 2001 y nuestros más de 40.000 usuarios pertenecen a todos los países de habla hispana.

Nos gustan los mundos de fantasía y somos apasionados del rol, por lo que, si alguna vez quisiste vivir y sentirte como un mago, éste es tu lugar.

¡Vive la Magia!

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.