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El Parque de las Lamentaciones y Circ dels Joglars (MM)


Sagitas E. Potter Blue
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Fruncí el ceño. ¿No hacía magia? Desde siempre había creído que era un mago o, por lo menos, que había algo mágico en él más allá de que fuera un licántropo. Pero ahora me decía que no solía utilizar su varita, quizá porque la magia no fuera algo que necesitara o porque no era de su agrado. Y estaba por acotar algo cuando mencionó a Arya. ¿Arya le había enseñado? ¿Antes o después de que sucediera todo lo malo que le había pasado con ella? Me quedé desconcerada, porque no parecía haber rencor en sus palabras cuando la nombraba.

 

-De acuerdo- convine cuando él me dijo que dejáramos las formalidades de lado y de nuevo comencé a ponerme roja como una frutilla-. Yo también estuve pensando en tí, ¿sabes? Desapareciste- dije, volviendo a fruncir el ceño, pero esta vez como si intentara comprender si el motivo de su ausencia había sido yo o alguien más. Por una vez, esa idea asaltó mi mente y sentí un poco de pánico. No me había sentido así desde que tenía diecisiete o dieciocho años y había conocido a Tobías durante mi primer empleo en el Ministerio de Magia. Ahora que lo veía, Sebástian era un poco parecido a él, aunque más joven desde luego-. ¿Es el único motivo de que me hayas llamado?- ¿sólo para agradecerme? No podía decirle que esperaba algo más, pero ya era un comienzo que hubiera estado pensando en mí.

 

Entonces, sentí una puntada en la cabeza y me la tomé con ambas manos, soltanto un siseo de dolor. Una serie de imágenes comenzaron a pasar velozmente por mi mente, cambiando sin ton ni son.

 

 

-Eres hermosa- la mano de Connor acarició mi mejilla y luego se dirigió hacia mi nuca, tomándome y acercándome hasta sus labios.

***

-¿Cissy?- Drusilla estaba parada en el alféizar de la ventana del Castillo Valan mientras un frío aire invernal entraba por la ventana-. Mihail te quiere. No lo dudes- sonrió y sus ojos celestes se iluminaron con fiereza, antes de que saltara hacia el vacío.

***

-¿Mamá?- entre júbilo y temor, un joven Henry se avalanzaba sobre mí en el portal entre mundos para estrecharme-. Mamá, pensé que jamás volvería a verte- sus brazos eran fuertes y olía igual que su padre, así que enterré mi rostro en su pecho y aspiré el aroma que tanto me había causado en los últimos años.

-¿Dónde está Henry?- se hizo el silencio entre los presentes y Joanna intercambió una mirada con mi hijo-. ¿Dónde...? ¡Henry!- llamé.

Mi hijo negó, Joanna se restregó las manos y todos se miraron.

-Papá murió hace trescientos años, mamá. No quiso convertirse- dijo mi hijo y sentí que un dolor profundo atravesaba mi corazón.

***

-¡ARTEMIS!- extendí una mano hacia mi prima, pero ella ya había caído al suelo, con el pecho tan rojo por la sangre que no se distinguía el color de su ropa-. ¡NOOOO!- la nieve comenzó a teñirse del mismo color poco a poco, junto a cada uno de los cadáveres de todos a los que amaba.

 

-BASTA, BASTA POR FAVOR- no me di cuenta que poco a poco me había deslizado hasta estar arrodillada sobre el mullido pasto verde del parque y el sol brillaba sobre mi cabeza con intensidad, una imagen muy diferente a la última que había tenido-. Bastaa... Basta... Detente- chillé por lo bajo, golpeando mi cabeza como una maniática total.

 

Aquellos momentos se habían dado cada vez con mayor frecuencia desde hacía un tiempo, cuando había comenzado a aumentar mis poderes. El contacto que había tenido con la piedra hacía años atrás se despertaba ahora que estaba comenzando a fragmentarse algo dentro de mí, por la presión que ejercía el alma y la magia de Sybilla adentro mío. Todavía no sabía cómo había logrado resistir durante casi dos años aquello, sabía que lo normal era que un alma terminara consumiendo a la otra y sospechaba que se debía a que el alma de ella se encontraba fragmentanda. De no haber sido por eso, su aura oscura y su poder ya me habrían matado.

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~Sebástian Stark

 

Ahora era él quien se sonrojaba por la forma en que le reprochaban haber desaparecido y con gusto hubiese explicado lo que sucedió, toda su travesía dentro de las islas de sacerdotes aislado del mundo hasta que su alma por completo estuvo purificada y luego el regresar junto a su hermana para proteger a la familia Targaryen de ésta, tranquilizar a Arya y decirle que ya no la odiaba, que Emma había acudido a él en Avalón antes de cruzar al más allá para suscitar todas sus dudas que por fin estuviese en paz aunque le dolió enormemente dejarla partir —una vez más— lo hizo sabiendo que estaría mejor a donde fuese junto con su pequeña hermana Isy.

 

—No, la verdad es mi querida dama que...— dio un paso atrás consternado.

 

La historia se repetía una vez más, solo que en ésta ocasión era más sabio y conocedor. El aura de diferente color que rodeaba a Castalia por un momento se fusionó con el propio y como si fuese una muñeca de porcelana la vio quebrarse en varios rincones de su piel. El norteño frunció el ceño y la garganta se le secó, no sabía cómo actuar pues ésta secuencia era distinta a los arranques de su hermana, Lúthien solía aparecer de sopetón rompiendo el esquema diario más parecía que la mujer ahora sufría internamente. No quería entrometerse pues sabía de antemano el daño que dicha acción podría significar en la Lycan pero no logró cumplir la regla cuando ésta cayó de rodillas al suelo gritando aturdida.

 

Rápidamente la tomó entre sus fuertes brazos envolviendo su anatomía derrocada, —Castalia mírame ¡Castalia!— desde que la conoció pocas veces le llamó Cissy y quizás que nombrara a Sybilla de ese modo fue el detonante para todo lo que le estaba sucediendo ahora por lo que se sentía culpable aun sin saber en absoluto la historia pues no había hablado con Arya sobre lo que sentía por Croft, no solía contarle a los demás lo que sentía, ya no era un niño pequeño y por ello había acudido a la mujer que sin quererlo estaba incrustada en su pecho.

 

—Estoy aquí y no pueden hacerte daño, ellos no pueden hacerte daño— Susurró pegando los labios a su oído.

 

No tenía idea de si eran personas tangibles como los demonios de su hermana, hablaba en plural pero bien podía tratarse solo de una persona, deseaba con desespero darle a Castalia la seguridad de poder separar dentro de su cabeza lo que fuese real de lo que no; la bruja quizás siguiendo su voz sería capaz de regresar a aquel claro al pie del mirador en ruinas, regresar a sus brazos que cada vez la mecían con más fuerza por no tomarla de los hombros y sacudirla como solía hacer con Arya y abrir los ojos en éste mundo, no en el que sus recuerdos le tenían cautiva pero no parecía funcionar, la estaba perdiendo y no podía perderla, no otra vez.

 

De su cuello tomó la fina cadena de plata y tiró de ésta hasta que la sortija rústica salió a la luz brillando cuando los rayos de sol chocaban contra su material pulido amén de ser antiguo ya y lo colocó en el cuello de Castalia, aquella había sido la alianza con la que ante ojos de los Dioses se había unido a su alma gemela, a Emma, aquella tarde de invierno a los pies de una montaña congelada y frente a un Arciano como la herencia de sangre lo demandaba. Había amado a esa mujer con todas las fuerzas de su ser pero el destino se la había arrebatado y con ella cualquier posibilidad de volver a amar hasta que se topó con los ojos de Castalia y supo que no desearía a alguien más, que se le estaba dando una segunda oportunidad y ahora todo se repetía.

 

—Quédate conmigo, por favor. No soportaría perderte— Le susurró.

 

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Mi pecho subía y bajaba, respirando con dificultad. Sentía la opresión de Sybilla y ella sentía la mía, así que ambas estábamos en una lucha interna por ver quién ganaba.

 

<<No quiero morir>> decía en mi interior la voz de la bruja, que sollozaba mientras más imágenes acudían de nuevo a torturarme.

 

Ella había tenido una vida larga, casi tres mil años no era una tontería y eran tantas las vivencias y sentimientos que tenía guardada la vampiro que no cabían dentro de alguien como yo, mucho más pura a pesar de las vidas que había tomado, todas por lealtad a mi familia y mi bando. Sybilla era oscura, retorcida en muchos aspectos a pesar de que había amado y cuidado a personas específicas. No lamentaba matar, cometer sacrificios si así era requerido y lucharía por su desmembrada alma aunque se llevara mi vida en el intento, algo por lo que ambas estábamos dispuestas a pelear hasta el último aliento.

 

Sentí los brazos de Sebástian rodearme, algo que ella también sintió y de inmediato me relajé. Mis manos cayeron laxas a los lados de mi cuerpo y mi mirada quedó prendida del cielo celeste, borroso, mientras las lágrimas recorrían mis mejillas. No tenía fuerza para hablar, para moverme, porque había algo retorciéndose en mi interior que estaba mermando mi fuerza y mi magia. ¿Por qué había sido tan tonta? Si hubiera recurrido a la magia para meter el alma de Sybilla en algún objeto, yo estaría intacta, al menos todo lo que se podía estar siendo mortífaga.

 

Y entonces, Sebástian colocó algo en mi cuello. La cadena se sintió cálida y el peso de algo que colgaba de ella se posó cerca de mi corazón. El alivio fue inmediato, como si algo mágico y poderoso rodeara aquel objeto y fuera inquebrantable. La voz de Sybilla y sus recuerdos se acallaron por un momento y pude enfocar mis ojos en el rostro del Stark.

 

-No quiero morir- susurré, evocando las mismas palabras que la vampiro-. Tengo algo que decirte- agregué.

 

Hasta el momento no le había dicho a nadie lo que había pasado, no recordaba si mi primo tenía idea. Seguro que la única que lo sabía era Arya, pues ella se había encargado de quitarle el cuerpo a Sybilla. Bueno, no ella, Lúthien. Y quizá... quizá ella tuviera alguna forma de ayudarme a devolverle un cuerpo, a sacarla de mi interior. No podía absorberla y matarla, tampoco encerrarla de nuevo en un objeto. No, tenía que darle cuerpo y encontraría la forma antes de que me matara.

 

-Soy un Horrocrux- dije entonces, mirando a Sebástian a los ojos-. En mi, habita el alma de alguien más y eso me está matando- confesé. Llevé una mano al anillo que él me había dado y me di cuenta que estaba cálido y que había algo en él... algo puro, luminoso. No podía verlo pero sí podía sentirlo y palpitaba junto a mi corazón. ¿Sería mágico? ¿Algún arma del exorcista? ¿Sabría ya él que algo malo estaba conmigo? Bueno, ahora seguro que sí, porque me miraba casi de forma comprensiva.

 

Tendría que hacer el ritual. Conseguirle un cuerpo a Sybilla y sacarla de mi interior. Mejor morir en el intento que algún día cualquiera, quizá sosteniendo a mi pequeña Aiya. Tenía que buscar a Arya y pedirle que me ayudara, ella era sanadora y podríamos, juntas, encontrar un cuerpo para Sybilla.

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~ Sebástian Stark

 

La abrazó con más fuerza aun acercándola a su cuerpo, la calidad de todo Licántropo era llamativa, solían ser seres con la sangre caliente al igual que todo canino por lo que transmitían cierta paz, cuando Arya entraba en esos malditos trances era lo único que le tranquilizaba salvo que era Aziid quien la acunaba contra su pecho. La sintió abatida y temió lo peor, notó como trataba de hablar y un curioso sudor frío le recorrió la espalda, la misma que tenía surcada por cicatrices de viejas peleas callejeras. —No morirás, jamás dejaré que nada te suceda— le prometió y él jamás rompía sus promesas sin importar raza, religión ni linaje familiar, nunca permitiría que le hicieran daño.

 

La historia se repetía delante de sus ojos grises, parpadeó un poco para no lagrimear cuando Castalia le explicó casi con las mismas palabras que Arya lo había hecho la condición de su alma y de su posible deceso por lo cual prestó suma atención. Croft lo controlaba por decirlo de alguna manera mejor que su hermana, amén de conocerla menos de lo que deseaba no le había visto herir a nadie a comparación de la demonio, ella simplemente arrasó con todo lo que tuvo cerca en cada una de sus conversiones. —Haremos algo al respecto, creo que se de alguien que puede ayudarte— confesó sin perder tiempo, tenía las mejillas algo sonrojadas por el acto desesperado que realizó al momento de entregarle la sortija de compromiso que le unía con la difunta Emma, de lo que no hablaría a menos que ella preguntase y entendía que tenía cosas más importantes en mentes.

 

Con cuidado la ayudó a ponerse de pie, sentía su cuerpo tembloroso por lo que jamás la soltó por miedo a que cayera. Juntos caminaron paso a paso hasta un trozo sobresaliente de escombro al pie del mirador abandonado, la luz pegaba tan pulcra que cuando iluminó el rostro de Castalia el norteño no supo qué decir, ¿cómo era posible sentir lo que sentía?, no era factible estar enamorado a éstas alturas, no la conocía lo suficiente, no sabía de ella prácticamente nada pero aun así cuando se fijaba en sus ojos la piel se le erizaba, cuando oía su voz, cuando ella siquiera pronunciaba su nombre con ese tono tan neutral y serio le revolvía el estómago; definitivamente estaba enamorado y no podía perderla.

 

Una vez, cuando no era más que un niño pequeño que no creía en absolutamente nada pero se maravillaba con todo a la vez su madre le habló del momento en que conoció a su padre, ellos si eran magos pero habían preferido alejarse de la magia y convertirse en Sacerdotes y Exorcistas. Talisa, su madre, le contó que su padre había estado al borde del compromiso cuando se cruzaron por primera vez, le llevaba quizás unos cuatro años y pertenecía a un grupo del clan ya graduado por lo que solo tenían contacto en los entrenamientos de lanza, su especialidad.

 

—Sabrás que es ella porque no podrás explicarlo, pero aun así la amarás.

 

Las palabras de Talisa eran sabias y aun perduraban en su memoria tantos años en el tiempo. Había tenido oportunidad de conocer a Emma durante toda su infancia, eran mejores amigos y más tarde se transformó en su gran amor pero Castalia era aquel sin explicación que le impedía pensar con claridad. —Se que suena una locura, pero debes buscar a Arya— le dijo quitando un par de mechones oscuros de su rostro para alzarlo y besar su frente, en ocasiones sentir tan fuerte no significaba compartir dicho sentimiento así que trató de no precipitarse, —Puedo acompañarte si deseas, pero ella es la única que sabrá como ayudarte, créeme Castalia—.

 

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  • 2 semanas más tarde...

Jack Blackner

 

Aparecí en el Circo. Había estado buscando a Sagitas por las mansiones y los negocios, agradeciendo qeu no todo el mundo pudiera verme o elegir ser visible, ya que me había estado paseando por todo Ottery y el Callejón en mi búsqueda.

 

Últimamente no había estado muy presente, pero la búsqueda de mi cuerpo para evitar que aquel ser lo utilizase contra Sagitas me había dejado casi al límite por poco que me gustase había estado un poco más desaparecido hasta recuperarme.

 

El último lugar qeu me quedaba era el circo, un lugar donde seguramente no resultaría tan llamativo un fantasma, viendo los enanos y las criaturas que alli vivían. Por eso levité sin preocupación atrvesando carromatos y carpas, incluso un gran montón de heno...antes de plantarme frente a la caravana de Sagitas. Tomé aire (si, cosas de haber estado vivo...que algunos gestos los mantienes) antes de atravesar la puerta:

- Niña?

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Mancuerna, funambulista mensajera del Ars & Vita

 

Allí estaba, la gran Mancuerna subida a las cuerdas de la carpa principal que bajaban hasta el suelo y conectaban con las otras carpas. Un pie, el otro, un pie, el otro... Uuuuuy, casi caía directa al precipicio donde varias roulottes le habrían destrozado la rabadilla y algo más. Pero se mantenía firme, recta y habilidosa.

 

Algunas personas se habían parado para verla. Algunos enanos se habían parado para regañarla. Pero ella mantenía el equilibrio y aquello era lo único que invadía su mente. Entonces, sin que nadie se diese cuenta, una cama elástica apareció bajo ella y se precipitó hacia abajo para impresión, sorpresa y desmayos de algunos de los espectadores. Una imagen impactante que terminó por emocionar cuando, como si de un cohete se tratara, ascendió de nuevo al cielo como una bala tras rebotar en la cama elástica.

 

Y allí, en las alturas, logró desplegar un par de carteles enormes y gigantes. Misión cumplida.

 

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(Pincha en la imagen para más información)

Cuando el impulso en la cama elástica descendió, pudo parar y bajar a tierra, para gusto de todos los que había congregado y que se apresuraban a acercarse a ella. Pero entonces se escabulló entre la gente y se metió en una de las roulottes. Allí sólo había...

 

- ¡Un fantasma, quita bicho!

 

Salió disparada hacia fuera, pero la gente seguía esperándola, y no tuvo más remedio que volver a meterse dentro, con aquel ser... Inmundo. Sí, la gran Mancuerna tenía miedo a un fantasma. Pero tenía que salir de allí, ella ya había cumplido con su cometido.

 

Entonces, intentando ignorar al fantasma, chasqueó los dedos y fuera, junto a los carteles que había dejado flotando en medio del circo, trompetas y clarines sonaron, atrayendo de nuevo a las masas, esperanzadas de que Mancuerna hiciese una nueva aparición estelar.

 

- Estelar va a ser, pero mi huida. Y tú, ni una palabra, fantasmico.

 

Y así fue como la gran funambulista efímera, huyó para desaparecer.

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✤ Viajero de la noche ✤

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  • 1 mes más tarde...

Eyra Weasley

 

Cuando encontró un lugar de recogimiento proporcionado por esa muchacha tan agradable, decidió ir dar un paseo por el lugar. Usó la aparición, no tenía las piernas como cuando joven así que prefiría usar ese encantamiento que tan útil le parecía.

 

Llegó a un lugar desconocido para ella. Veía con sus ojos grises una verjan en forma de dragón. Algo bastante curioso. No dudaba de que su nieta Annabelle le encantaría el lugar, de eso, estaba segura.

 

Parecía que había gente por el parque, pero a la señora Weasley le gustaba más la calma y paz que podía encontrar por ahí... Con un movimiento de su varita de serbal abrió la puerta y se escuchó un crujido. Pasó lo más rápido que pudo, y volvió a cerrarla.

 

La brisa de la tarde corría por el lugar, moviendo los árboles con delicadeza. Pudo escuchar cómo unas olas suaves chocaban contra la orilla y supuso que debía de haber un lago cerca... Afinó su oído y se encaminó por ahí para ver si podía tranquilizarse un poco.

 

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  • 4 semanas más tarde...

En el Circo:

 

Por supuesto, necesitaba un momento de respiro y me había escondido en el Circo. Era mi lugar preferido cuando tenía problemas que resolver y esta vez eran problemas internos, mentales, de esos que se te meten en la cabeza y no paran de molestar. Necesitaba un lugar tranquilo, ¿dónde mejor que en el Circo que es donde más trabajo había y podía pensar en cosas ajenas a mis ideas locas?

 

Por ello, me sorprendió sentir la voz de mi marido, hacía tiempo que no estaba con él, le estaba dejando de lado por los vulgares problemas humanos. Sonreí al verle entrar, sorteando la pared de mi caravana. Me puse a reír, siempre me hacía gracia ese aire serio al atravesar las paredes.

 

-- ¡Hola, cielo! Estoy aquí...

 

Al menos, mi ánimo mejoró al verle aparecer. Jack tenía esa capacidad, el hacerme ver que los problemas desaparecían y que teníamos todo el futuro por delante, incluso tras la muerte. Puff, me estaba volviendo filosófica. Era mejor cambiar el rumbo de mi cabeza.

 

-- ¿Sabes lo que me apetece, Jack? Bañarme en el lago -- me acerqué a él y susurré: -- desnuda... Sólo para tus ojos...

 

Reí como una niña pequeña y salí corriendo hacia la zona del Parque por el camino particular desde el Circo. Tenía que correr mucho, puesto que Jack siempre hacía trampas y levitaba hasta allá sin cansarse. Corría tanto que ni me fijé por donde pisaba. Me empecé a quitar la blusa clara que llevaba encima cuando choqué contra alguien. El golpe fue duro y rodé contra el suelo.

 

-- ¡Demonios desdentados! ¡Creo que me he roto algo!

 

Estaba en el suelo, frotándome el hombro, cuando vi a una persona mayor caída en el suelo.

 

-- ¡Por los Dioses! ¿Se ha hecho daño?

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Eyra Weasley

 

Tan ensimismada que estaba la señora Weasley, que ni cuenta se había dado de que alguien, había entrado corriendo al parque. Sintió un golpe fuerte en el hombro. Ni tiempo tuvo de agarrarse a su bastón largo para caerse de bruces al suelo. Cuando se levantó usó de nuevo su varita, para limpiarse la tierra que se le había impregnado el vestido blanco de terciopelo que llevaba encima.

 

Con algo más de agilidad se agarró más fuertemente. Aún sentía el hombro dolorido, pero suponía que tendría un pequeño moratón. Fijó su vista a la mujer que le había hablado. Con una sonrisa de oreja a oreja asintió con la cabeza.

 

- Perfectamente, señora Potter. No ha sido un golpe fuerte. He tenido otros peores, créame - le dijo, guiñándole un ojo. Lo que no sabía era si Sagitas sabría reconocer en el rostro de la señora Weasley, los gestos de sus nietas. Algo de lo que siempre le hacía gracia.

 

- Eyra Weasley - se presentó sin cambiar sus facciones, extendió su vieja mano para que fuese aceptada por la bruja de pelo violeta que tenía delante.

 

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Una nueva misión, un nuevo trabajo pero sobre todo lo mejor era que este era un establecimiento que conocía ya de hace tiempo, esperaba que pudiera lograr ver a esa linda payasita con la que había compartido grandes momentos, y pudiéramos tener una platica amablemente y no solo viniera por cuestión de cosas laborales.

 

Me aparecí en la puerta de acceso a la carpa, estaba algo nervioso hacia ya algún tiempo que no la veía y no sabía como comenzar una platica con ella, por lo que me quede parado un buen rato en la puerta analizando las diversas palabras con las que podría empezar.

 

-Buenas tardes mi nombre es Dave- No, como podría empezar algo así si bien recordaba mi nombre ya se lo sabía así que eso sería algo ilógico de volver a repetírselo - Buenas Tardes soy el Director de.... - Me di unos golpecitos en la cabeza, no quería que la platica fuera solo en cuestión de trabajo y yo comenzaba presentándome como un pretencioso diciendo que era el director.

 

Así me encontré por un buen tiempo, hasta que finalmente tome valor, me acerque a la puerta y con el documento dentro del portafolio de cuero que traía conmigo para no comenzar hablando con cosas laborales. Finalmente cuando me abrieron, no sabía quien era la persona por lo que amablemente solo realice una inclinación.

 

- Buenas Tardes, vengo en búsqueda de Sagitas seria tan amable de hablarle para poder tener una conversación con ella? - Le sonreí a la persona y de igual forma le entregue la tarjeta de presentación que traía conmigo para que Sagitas me reconociera y así esperaba que no tardara mucho en recibirme.

 

 

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