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El Parque de las Lamentaciones y Circ dels Joglars (MM)


Sagitas E. Potter Blue
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Había pasado ya un tiempo, si las llamas no habían traido a mas, es que verdaderamente no los había y por ello me puse en pie, para intentar el inicio del ritual que nos había llevado hasta allí.

 

-Hermanos, hermanas, bienvenidos a esta noche oscura en la que la magia nos abrazará...

 

Con suaves gestos pedí que hiciéramos un círculo y le ofrecí mi mano derecha a Anabelle y la izquierda a alguien desconocido.

Teníamos mucho que hacer antes de que el alba rompiera sobre nosotros, por nuestro bien, por el bien del resto

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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Annabelle Isabella Rambaldi Di Sforza (hermana melliza de Heliké)

 

Parecía que realmente nadie más venía... A pesar de que la hermana de sacerdocio Reena, hubiese hecho enviar las llamas de momento, nadie más parecía que iba a venir. No debía de haber muchas mujeres que se dedicaran a ese tipo de menesteres.

 

Isabella se calló al ver cómo la matriarca Vladimir se levantaba. Era fundamental para iniciar el rito, estar concentrada, ella lo sabía. No quería ser la culpable de que se rompiera la magia que se fuese a realizar en ese momento.

 

Colocó sus ropas y esperó a que la mujer de cabellos rojos empezara. Notó cómo la sacerdotisa le había dado su mano para que la agarrase, ella hizo lo mismo y extendió su palma de la mano izquierda para agarrar a la otra persona que tenía al lado. Suspiró y cerró los ojos. Sería una noche interesante.

 

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La luz me hizo abrir los ojos y gemí. ¿Dónde estaba? No reconocí aquel muro de piedra, bajo, pegado casi al suelo, pero me permitió agarrarme e incorporarme un poco. Apoyé la cabeza sobre él, mientras seguía tumbada con el resto del cuerpo. Volví a gemir y noté algo pegajoso en la cara. Me toqué el lateral y noté que mi oreja estaba pringosa. La sangre que había manado de mi cabeza ya estaba algo reseca. Sentía dolorido todo el cuerpo.

 

¿Qué había pasado?

 

No estaba segura, en realidad, no sabía nada, excepto que estaba en el Mirador del Parque, fuera lo que fuera aquello. Mi cabeza parecía a punto de estallar y deseaba gritar pidiendo auxilio. Entonces sentí el ruido. Aquello siseaba. Fuera lo que fuera, no podía dejar que saliera del Mirador del Parque.

 

¿Pero por qué?

 

No lo sabía. No entendía nada y sólo quería buscar ayuda, alguien que me vendara las heridas y me hiciera tomar una pócima curativa. La luz de las estrellas era tenue, o estaba el cielo encapotado o mi vista se estaba perdiendo por momentos.

 

Entonces volví a sentir la luz en mi interior. Un nombre salió de mis labios, un nombre que conocía, o creía conocer, o creía que había conocido... Estaba muy aturdida por el golpe. ¿Golpe? ¿Qué había sucedido?

 

-- ¡¡Reenaaaaa, huye!! -- grité, como si supiera que la persona que respondiera a ese nombre estuviera en peligro. -- ¡¡Huye!!

 

¿Huir de qué? ¿De quién? ¿Qué sucedía?

 

Lo que siseaba me agarró de nuevo, me alzó con violencia y me vi lanzada con fuerza a través del arco del mirador.

 

-- ¡¡Reeenaaaa, huye!!

 

Entonces lo recordé. Había sido llamada a una ceremonia, sólo que llegaba tarde, muy tarde. Alguien más quería intervenir y había fallado en mi intención de pararlo. Ahora caía al vacío.

 

-- ¡¡Reena!! -- grité, recordando todo a una. Pero fui incapaz de decir nada más. Mi cuerpo dañado cayó a las profundas aguas del lago del Parque...

 

Hacía frío.

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Annabelle Isabella Rambaldi Di Sforza (hermana melliza de Heliké)

 

Isabella estaba esperando a que la 'hermana' Reena empezara su ritual. Ciertamente, había cogido su mano y había empezado a decir unas pequeñas frases en su interior para que empezara a "surgir" la magia.

 

Pero sintió un escalofrío, era raro... Abrió los ojos, miró a su alrededor, notaba cómo los demás parecían demasiado concentrados...

 

¿Qué estaba pasando? Las energías que sentía, le indicaban que alguien estaba en peligro, pero ¿quién? Ella podía notar esas diferencias, pero tampoco podía decir de quién eran su dueñ@.

 

- Algo malo está pasando, no sé de quién es - comentó en voz baja, intentando no desastibilizar la concentración de nadie.

 

Se levantó, alisó el traje que llevaba y tomó su varita de cerezo. Aplicó varios trucos que sabía, abrió una especie de portal, duraría tan sólo unos minutos abierto. Éste era de un color blanquecino y de un tamaño propicio para que pasaran personas no demasiado altas.

 

Dejó llevarse por lo que sentía, cerró los ojos y lo traspasó.

 

Cuando abrió los ojos, notó que aún seguía en el parque, pero parecía que era en otra zona... Estaba en la zona del lago, divisió a lo lejos un cuerpo que se hundía. Lanzó un grito, porque se dio cuenta de quién se trataba...

 

Se echó rápidamente al agua y en pocos minutos, tras unas brazadas largas llegó hasta ella. Sí, tal y cómo se imaginaba, era Sagitas. Aún con el cuerpo agarrado por el cuello lo llevó hasta la orilla... Susurró un enervate, el rayo partió de su arma mágica hasta su pecho.

 

- Venga, vamos Sagitas, por favor -pidió en un susurro y con lágrimas en los ojos, esperaba que alguien más le ayudase.

 

- ¡Qué alguien me ayude! - gritó la mujer a voz en grito, esperando que así, alguien acudiese también.

 

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  • 1 mes más tarde...

El myrddin aun tranquilo buscaba la manera de integrarce en aquel circulo de brujas, pues aunque era la primera vez en un grupo de sacerdotes y sacerdotizas sabia que era una oportunidad para seguir aprendiendo de sus poderes druidas.

 

La madre naturaleza comenzaba ha hacer su llamado y mas miembros llegaban a la ceremonia, el castaño cerró los ojos, la naturaleza a su alrededor comenzaba a embolverlo en aquel calmado silencio, entonces todo dió comienzo...

 

Aquel portal en el jardin los fué envolviendo hasta llevarlos a lo que parecia un extraño lago, la verdad era que lestat, estando con los ojos cerrados muy poco fué lo que se entero.

 

Pero luego un extraño sonido llegó desde mas allá¿acaso la ceremonia habia sido interrumpida?, Entonces al levantar la cabeza supo que algo malo estaba pasando...

 

Una mujer chapotiaba en el agua, se ahogaba¿Era una sacerdotiza?, el myrddin salió corriendo y colocó las manos en el agua,

 

Espiritus de las aguas, que inquitos viajan entre las ondas del mar

Espiritu azul que todo lo inundas con tus poderosas manos

Envia tus hermosas hijas, diosa suprema de las profundidades

y salva a tu hermana que en ti navega y llevale la calma...

 

 

recitaba el castaño en un intento de ayudar, pues su especialidad eran los elementos del fuego y del agua, sabia que sus plegarias, serian recibidas por la madre naturaleza, y seguramente ayudarian a aquella compañera...

 

En eso vió a un cuarteto de ninfas de aguas que danzaron entre la superficie y tomaron a sagitas entre sus brasos, estas, hermosas y fragiles espiritus de aguas, saltaban haciendo gotitas por todos lados estas se colocaron al rededor de aquella chica y con sus manos sacaron toda el agua que la chica tenia en los pulmones...Justo en ese momento helike, hacia con su varita un hechizo para reanimarla eso seria suficiente para que volviera en si nuevamente.

 

Luego las ninfas en susurros se fueron nuevamente al agua donde una auna se fundieron con la fria agua y desaparecieron....

 

—¿Estas bien?, que paso¿tenias calor?—, dijo divertido el Myrddin observando de lado a lado al resto del grupo...

 

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  • 1 mes más tarde...

Recordaba de manera fugaz todo lo que sucedió antes de ser capturado por Cye y ser llevado al exilio en las islas de Avalón para su posterior recuperación. Desde niño se había caracterizado por ser racional, justo y benevolente más con el pasar de los años y las terribles atrocidades que torcieron su camino todo lo que quedó de su esencia era totalmente oscura y putrefacta. Con sus dones otorgados por la raza Lycan perfectamente dominados fue a por más en sus intrépidos viajes hasta convertirse en un exorcista de primera, un exterminador de demonios —deseaba acabar con Arya entonces— desarrollando también el resto de los dones brindados por Gaia, madre tierra, volviéndose casi indestructible.

 

Demasiado solitario para quien una vez estuvo rodeado de risas, compañerismo y familia. Siguiendo los ideales de un bando nefasto —no muy distinto del otro— por mero provecho personal pues no adoraba al señor tenebroso sino que necesitaba adquirir los conocimientos de quienes sí lo hacían así como el poder y las herramientas para asesinar a una persona sin dejar demasiados rastros pues hoy en día era normal ver a un ser enmascarado haciendo limpieza en las calles. Su odio hacia la magia había menguado también, no le quedaba de otra si quería usarla y obtener una varita así que era un ser supremo cuando colocó un pie en Ottery más todo aquello era historia ya.

 

Hirió a mucha gente en el camino, logró su cometido y asesinó a la bruja Macnair más cuando todo ese odio y resentimiento abandonaron su cuerpo para abrir una profunda y letal herida en el pecho de Arya quedó completamente vacío. Los latidos de su corazón ya no tenían sentido, su vida no la tenía, ¿por qué seguiría ahora?; su prometida y su hermana estaban enterradas en el mismo gélido cementerio en el norte bajo una estatua de lobo aullando a la luna y él estaba completamente solo. Tanto sacrificio, tanto poder para ser consumido por la venganza, aquel veneno de doble filo que mataba el alma lentamente, la marchitaba.

 

Cye, una sacerdotisa aprovechó la situación, sin juzgar sus principios, y lo aisló en Avalón para su recuperación.

 

Ahora regresaba y era una persona totalmente nueva, es decir, no tenía intenciones de matar a su hermana, había recibido la visita de dos almas que echaba en falta —las cuales ascendieron hacia uno sabe donde, ya en paz— y pudo continuar con su vida aun siguiendo los pasos de todo aquello en lo que creía. Más la soledad lo aquejaba en el silencio usual allí en Dragonstone por lo que ésta mujer de larga cabellera, ojos penetrantes y vocabulario filoso le vino a la mente mientras tenía la vista fija en el techo inalcanzable de la habitación. Castalia había sido el único ser humano con el que entabló una conversación fluida sin estarse lanzando hechizos o preparando un sanguinolento entrenamiento, había sido su contacto con la vida que lo rodeaba.

 

Llevó una mano hasta su tórax, ya no había ninguna herida allí pero si usaba correctamente la imaginación podía sentir todos los surcos que Macnair había curado, aun no hacía las paces son Siberia, los huargos podían ser muy rencorosos a veces por lo que Arya solía confinarlo a los bosques cuando Sebastian rondaba por el castillo. Aquella mujer le había salvado la vida, no había juzgado su sinceridad en cuanto a querer asesinar a un miembro de su familia aun y cuando después descubrió los castigos que ello conllevaba pues la joven platinada regresaba a casa de vez en cuando tras una visita breve con anécdotas sobre los Macnair demostrando estar encantada.

 

—Al diablo— Su voz era ronca.

 

De un salto estaba de pie en el alfeizar y un instante después corría hacia el final de las calles de Ottery donde había descubierto un frondoso bosque que en la zona más apartada tenía lo que parecía ser las ruinas de un hermoso mirador, o que algún día fue hermoso. Ayudado por sus cuatro patas se transformó en la horripilante bestia que era, espalda encorvada, ojos amarillentos, poco pelaje, hocico largo y colmillos peligrosos, todo un Licántropo en libros de historia pues él aun no conseguía la total transformación como para ser un ser supremo y volverse un lobo completamente, para Stark aquello era animagia.

 

Era demasiado temprano por lo que no se topó con nadie, quizás las nueve o las diez y el sol brillaba en lo alto del cielo azul por lo que el verano parecía estar en su auge entonces. Apenado porque su ropa acabó destrozada extrajo su varita y tras conjurar un azulino cuervo que revoloteó sin necesidad de que le trasmitieran un mensaje volvió a cubrir su cuerpo dejando caer los harapos al suelo. El patronus marchó en busca de Cissy, quizás le diría a donde ir, quizás la transportaría directamente o le tentaría a seguirla, era un ser libre como su invocador.

 

Por otro lado ahora portaba unos vaqueros oscuros ceñidos en los tobillos para que sus zapatos de vestir lustrados resaltaran, una camisa color gris al igual que sus ojos y una chaqueta fina de cuero con un corte similar a los sacos de traje. Por suerte había recortado su barba el día anterior y sus pequeños rizos despeinados le daban un aire por demás seductor, él sabía que era hermoso y normalmente se aprovechaba de ello pero cuando conoció a Castalia se sintió una hormiga tal cual el día que Emma le ganó una competencia de tiro al blanco.

 

En el Norte se decía que hay almas destinadas a ser fusionadas, cuando la morena murió pudo dar crédito de ello porque su corazón se fraccionó a tal punto que fue incapaz de sentir algo más que frío, odio y rencor. Ahora, muchos años después algo cálido se despertaba, algo que se negaba a sentir pero que su curiosidad lo instaba a husmear.

 

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El aire caluroso entraba por la ventana en lentas brisas y despeinaba mi cabello negro, suelto en aquella ocasión para demostrar la diferencia de la rectitud de la Directora del Magic Mall con la matriarca de los Macnair. El vestido blanco perla que llevaba puesto era una elección de Aiya, ligero y suelto llegaba a cubrir apenas mis pies, provistos de unas zapatillas blancas de época. Seguramente aquella ropa alguna vez había sido propiedad de Sybilla, debido a su antigüedad y exquisitez. Eran pocas las personas en Ottery, magos y brujas, que actualmente decidían vestir de forma tradicional. Habían arraigado tanto las costumbres muggles que temía que nuestras raíces se perdieran. Quizá otro motivo para despreciar a los que preferían a los seres sin magia.

 

Aparté el libro que había estado leyendo en la biblioteca y miré hacia el jardín delantero. El semicírculo que describían los ventanales de aquella ala de la mansión me permitía observar una enorme extensión de jardín y la calle de Ottery, por la que ahora deambulaban algunos magos y brujas, absortos en conversaciones sobre el clima y las vacaciones. Era de esperarse que el mundo estuviera tan distendido aquellos días, pues desde la revelación de la Orden del Fénix, se habían dado pocos y extraños casos de ataques, no tan seguidos como antes.

 

Dejé que mis pensamientos volaran hacia el momento en el cual habían aparecido para ir por Ernest y mi mente fue directo a Arya para, luego, preguntarme cómo había terminado con el pelo blanco y esa forma tan... bueno, no era ella como yo la había conocido. Entonces, pensé en Sebástian y en la última vez que lo había visto. ¿Cuánto había pasado? Varios meses, no estaba segura del todo pero llevaba tanto tiempo sin verlo que su rostro había comenzado a ponerse borroso. Mi corazón latió deprisa con la idea de olvidarlo. No, no quería olvidar su rostro. Aquellas facciones varoniles, mentón cuadrado, los ojos penetrantes. Sentí que las manos me sudaban y me levanté del sofá que había estado ocupando.

 

Me di cuenta que llevaba días pensando en él, esporádicamente, cuando menos me lo planteaba. Me acerqué a la ventana, viendo sin ver, cuando un brillo azulado pasó junto a mi y se quedó revoloteando a mi alrededor. Tendría que haberme alarmado por ver un patronus en mi mansión, pero la Marca no escocía en mi brazo, así que no tenía nada que ver con un ataque de la Orden. ¿Era un cuervo? No lo reconocía. No había un sólo miembro de mi familia que poseyera un cuervo como patronus. El hechizo revoloteó a mi alrededor y, como si yo también lo hubiera estado esperando, me atravesó a la altura del corazón y brilló en mí. No lo pensé, no tenía que hacerlo. Di media vuelta sobre mí misma y desaparecí de la mansión, guiada por la calidez que ahora sentía en todo mi cuerpo.

 

Mis pies rozaron el césped verde y miré hacia un cielo totalmente abierto descapotado. Había árboles a mi alrededor y podía oír el ruido del correr del agua. ¿Era aquello un parque? Entorné los ojos para protegerlos del sol y visualicé a mi alrededor. Oh, era el Parque de las Lamentaciones, lo conocía bastante bien. El cuervo azulado que me había guiado se apartó por un momento de mí, revoloteó derecho hacia un grupo de árboles y luego desapareció. Entonces, quien lo había conjurado estaba por allí o eso era al menos lo que me decían mis instintos.

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~ Sebástian Stark

 

Se estaba demorando demasiado, sabía eso de que lo bueno se hacía esperar pero hasta entonces no se había percatado de las inmensas ganas que tenía de verla. Pronto la brisa cálida trajo hasta él su perfume y supo que había arribado, solo esperaba que no se perdiera aun y cuando casi podía divisar su silueta entre los frondosos árboles por lo que alzó una mano y sonrió de lado como todo un galán más sus mejillas estaban tensas debido a los nervios. Buscó llamar su atención para que llegase hasta donde se encontraba, al pie de aquel mirador en ruinas que tanto misticismo le daba al parque así que tuvo que agitar un poco la mano alzada.

 

—Por aquí señorita Macnair

 

Aun y como todo Norteño repleto de paciencia no supo esperar, decidió acortar la distancia extendiendo sus brazos tan pronto llegó hasta la mujer para tomarla por la cintura permitiendo así que su fuerza natural saliera a flote y la separó unos centímetros del suelo sin saber qué decir exactamente. Aspiró su aroma más de cerca, sintió su corazón desbocado en su pecho y cuando trató de separarse y su mejilla cubierta por barba picosa rozó la suave y nívea piel de Cissy estuvo muy tentado a besarla ¿por qué?, no supo decirlo.

 

Pronto se hubo separado para darle espacio, en absoluto avergonzado pues de haber querido besarla lo habría hecho, solo no deseaba que la mujer se sintiera acorralada. —Lo siento, yo... no tuve la oportunidad de agradecerte lo que hiciste por mi aquella tarde— se excusó dando medio paso atrás, aun sonreía de forma nerviosa como todo un chiquillo aunque estaba más cerca de los 30, pasando una mano por su cabello corto y rizado típico de todo Stark.

 

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Editado por Arya T. Macnair

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Me encaminé hacia el grupo de árboles, un frondoso bosque dentro del parque y, poco a poco, comencé a ver lo que parecía ser una construcción antigua. Una torre quizá, ya en ruinas. Antes no había podido visualizarla por los árboles y porque estaba debajo de una colina, pero ahora la veía con claridad y me asombró notar que parecía sacada de uno de esos cuentos que las madres les relatan a los niños muggles antes de dormir, sobre princesas atrapadas en viejas torres. Incluso sentí algo extraño al verla, como si perteneciera a alguna memoria.

 

Una voz profunda y varonil me sacó de mi ensoñación y, sin tener ya que tapar los brillantes rayos del sol de la mañana, pues los árboles se encargaban de aquello, divisé sin problema el semblante de Sebástian Stark. Volví a sentir que mi corazón se aceleraba y apresuré un poco el paso, encontrándome encantada con que él hubiera hecho lo mismo. <<¿Qué te sucede?>> preguntó Sybilla en mi mente, <<Es sólo un hombre>> agregó, porque yo no encontraba lugar para acomodar mis pensamientos, que en aquel momento bullían cual torbellino.

 

Alcé una mano para mostrarle que lo había visto y ambos nos encontramos a mitad de mi camino. Me sorprendí siendo tomada por la cintura y abandonando el suelo unos centímetros, mientras mis brazos rodeaban el cuello de Stark como si lo hubieran estado anhelando desde siempre. El corazón galopaba desbocado en mi pecho y por un momento pensé que él podría sentirlo a través de la ropa y asustarse por la intensidad, así que tan pronto se apartó de mí intenté esconder el rubor que se había depositado en mis mejillas por el caluroso abrazo.

 

-No, en absoluto. No debe agradecerme- respondí, revolviéndome inquieta por la cercanía, más deseaba que no me hubiera apartado de él-. No tenía idea de que usted realizaba magia...- comenté, como para intentar distender la situación.

 

Sí que me había quedado petrificada. Ni en mis más remotos y acalorados sueños hubiera pensado que él me convocaría, menos aún que se encontraría tan feliz de verme y al ver cómo su mano despeinaba sus rizos oscuros y el sol soltaba destellos en ellos, pensé que el paraíso jamás podría ser tan bonito. <<Est.úpida>> dijo Sybilla en mi mente, irritándome. No la dejé continuar y acallé su voz, sonriendo tontamente.

 

-Llevaba tiempo sin saber de usted, Sebástian... ¿Cómo se encuentra?- <<Mejor pregúntale si tuvo algo que ver con el cambio de Arya>>. Me dieron ganas de golpearme la cabeza, pero eso no resultaría más que aterrador y desconcertante para cualquier que me viera, como una maníaca. Si pudiera hacerle daño físico a Sybilla, golpearla o pellizcarla, seguro que estaría haciéndolo.

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~ Sebástian Stark

 

El norteño olfateó algo extraño en Castalia, algo que la primera vez que se encontraron no supo percibir, quizás fuese por lo malherido que estaba o porque en ese entonces Sybilla no atormentaba de manera constante la mente de la bruja pero en ese instante lo palpaba de forma segura como un aura por sobre el aura común de toda persona; entre otras cosas que hubo aprendido a lo largo de su travesía mundial cuando de huéspedes se trataba era experto para reconocerlos así como el estado del envase. La noche en que Lúthien pretendió asesinar a los hijos de Arya así como al propio Allen antes de que éste diese el golpe de gracia que terminó por desterrarla de cualquier plano existencial fue capaz de percibir las fisuras en el cuerpo de Macnair así como vislumbrar su pronta muerte.

 

Castalia no se encontraba fragmentada a nivel espiritual pero iba en proceso de por lo que hubiera deseado tener la excusa perfecta y abrazarla una vez más, tras la muerte de Emma muchos años atrás ya no se guardaba los sentimientos pues la vida le había demostrado que no siempre había un después para decirlo todo más cuando la persona te importaba en verdad pues los sentimientos cuanto más puro son más rápido se transforman en veneno a medida que uno los retiene y acaban por maldecir tu alma. —Usualmente no suelo utilizar ésto— expresó mostrando su varita como quien enseña un objeto obsoleto y sin valor.

 

—Pero he notado que es un rápido método de comunicación, Arya me enseñó muy bien eso de "los recuerdos felices"— agregó llamando a silencio un momento.

 

Fue el hechizo que más trabajo le tomó aprender y no por la pronunciación, el hecho de tener que revolver su vida para encontrar un recuerdo feliz fue completo. Su hermana le recomendó que pensase en Isy y Emma pero los momentos gratos con las dos mujeres no hacían más que empañar sus ojos y retorcer su inestable corazón, podría rememorar mil sonrisas a su lado pero todas eran amargas después. Le costó desligar la felicidad del amor y solo entonces fue capaz de invocar a su cuervo azulado aunque a diferencia de muchos magos que utilizasen patronus Sebástian no tenía un pensamiento fijo sino más bien variaba según la intención.

 

Cuando buscó llamar a Cissy solo tuvo que pensar en cuánto deseaba verla.

 

—Por favor, dejemos los modales de lado. Me alegra mucho que estés aquí— Confesó con total sinceridad después del incómodo silencio, sus mejillas a diferencia de las de la mujer no se sonrojaron pero si su corazón buscó unirse a la melodía que marcaba el de ella, —No encontré excusa mejor que la de agradecerte el haber tratado mis heridas más con honestidad Cissy, no he podido dejar de pensar en ti— al menos no moriría envenenado con lo que se removía en su interior. Stark no era de las personas que creía demasiado en el amor, ya no, pero Macnair había sabido con una simple mirada despertar algo que creyó muerto y enterrado en lo más profundo de su ser.

 

Llevó una mano hasta su pecho y rozó la fría alianza de plata que pendía de una fina cadena del mismo material, por primera vez no sentía que estaba engañando a su difunta prometida como lo sintió en cada encuentro carnal a lo largo de su viaje pues no podía darse el lujo de llamarse santo, en cada cama que ocupó fueron centenas las mujeres que pasaron más Castalia se sentía como un puerto para él, un puerto seguro.

 

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