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Castillo de la familia Haughton


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-No estamos del todo solos…-siseó la demonio sintiendo sus sentidos vampíricos dispararse en el acto-Esto que nos rodea no es normal…-intentando comprender la energía que emanaba de esos terrenos agudizo sus sentidos al máximo-Tenias razón con lo del mal presentimiento…-le indicó a Brardolla con una media sonrisa en sus labios-Se extiende desde la verja del castillo hacia la puerta trasera del mismo…-confirmó de ese modo sus sospechas deslizando con avidez sus orbes azul oscuro por todo el oscuro terreno. No percibía nada a simple vista, solo lo sentía acrecentarse con cada respiración que era emitida por los magos-¿Dónde está el elfo que se supone que debe abrir la puerta?...-un tinte de nerviosismo se plasmó en su voz era como si algo comenzará a cortarle la respiración.

 

-O abren la puerta o entraremos por las malas…-advirtió centrando sus ojos en la imponente superficie de madera. Los Haughton eran celosos de su privacidad, al grado de ser capaces de sellar cada una de las entradas o salidas de su imponente castillo, no por nada la mayoría de los visitantes indeseables terminaban perdiéndose entre los inmensos laberintos que se proyectaban como una defensa infalible-¿Pueden sentirlo de nuevo?…-siseó cerrando sus ojos esperando poder dar con el origen de tan molesta sensación-Puede que sea magia o algo peor…-asintió llevándose instintivamente su diestra hacia donde estaba su oscura varita-Dolla, ¿recuerdas como nos sentíamos dentro del local de Cissy?...-recordó vagamente aquella guardia de meses atrás.

 

No sabía si la misma tenía conexión con esto o distaba mucho de ser un asunto que pudiera hilarse directamente con aquel suceso. Pociones, objetos mágicos ilegales y diversas imágenes comenzaron a proyectarse en la memoria de la Croft. Estaba segura de que la causa de tanto malestar radicaba en un objeto o grupos de objetos, no por nada era una conocedora del tipo de maldiciones o conjuros que podían ser lanzados sobre diversos artefactos muggles o mágicos. El viento comenzó a silbar con fuerza como si buscará anunciarle algo a los guardianes del castillo o en el peor de los casos deseará advertirles de lo que estaba por venir. Debían mantenerse juntos pasara lo que pasara, ya que al ser seres con diversas razas podrían echarse una mano en determinado momento.

 

-Creo que nos tendremos que valer de los dones que nos ha otorgado la raza que poseemos…-enuncio cambiando el color de sus orbes azul oscuro por unos carmesí que brillaron con intensidad. Su raza vampírica estaba en todo su apogeo, ya no temía atacar a lo que se les cruzará en el camino o deseará entorpecer a toda costa su visita a los terrenos de esa familia, ya no le importaba tener que dar pelea a lo que fuera que provocaba esa energía tan nociva y molesta para los tres jóvenes.

 

@@Brardolla Black, @@Dimitri Croft

         Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

                 The-Gooddes-Kah     

 Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Nadie podria imaginar que fuera ėl, nadie aunque se tomara un minuto para reconocerlo se daria cuenta que era êl, aquel mortifago convicto llamado Kritzai. Habia pasado tiempo mucho desde la ultima vez que el pelinegro estuvo en Ottery, siquiera en Inglaterra, aquello le pertubo por una idea en su mente, que seria del todo. Primero su familia, seguido de su empleo inconcluso y asi para llegar a una cosa muy importante en su mente, la marca.

 

Sabia que nunca caeria, su mano testigo de ello con una calavera en el antebrazo demostraba lealtad y una soberbia vanidad, nunca dejarse derrotar. Kritzai suspiro mas por una vaga flojera que por nostalgia, debia reconstruir su camino, su vida y demas. Llevaba para ese entonces una vestimenta de viajero, larga gabardina, pantalòn y camisa, todo asi desde que habia desaparecido.

 

 

Un aire antiguo pero conocido le dieron la bienvenida, sentia el, escosor de su marca aun si no habia sido tocada por algun compañero, todo alli en su antiguo hogar, el catillo Haughton. Sus pies penetraban los alrededores del castillo tan conocido para el pelinegro, los jardines estaban a su vista asi como la figura del imponente castillo, sus labios formaron una sonrisa altanera y se encamino hacia la entrada del catillo con la firme conviciòn de no volverse as ir.

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  • 1 mes más tarde...

—Expecto Patronum— Murmuró en las afueras del Castillo Haughton, escondida tras un enorme árbol que la cubría por completo, había salido aquella noche a dar una vuelta y algo le había llamado mucho la atención del lugar, y en esa ocasión no era la presencia de Oniria, era algo más. Ante ella un imponente y feroz lobo huargo albino se materializó, destellaba luz plateada, aulló a la luna nocturna y fijó los ojos en su creadora, —Castillo Haughton. Ahora— fue el mensaje que debía trasmitir a sus compañeros de Bando, los cuales acudirían prontamente, estaba segura, solo esperaba que la que no faltase fuese su mano derecha en momentos como ese, en la batalla, se había acostumbrado a portar a Sombra hombro a hombro con Lisa, se había vuelto una compañera arraigada en el campo y no quería cambiar esa costumbre.

 

Aguardó escondida allí, hasta que sus compañeros aparecieron. —Buenas noches— Saludó con cortesía e hizo una reverencia.

 

En aquel entonces llevaba puesto unos vaqueros gastados y una blusa color azul oscuro, zapatos deportivos para moverse mejor y sobre su cuerpo una túnica negra lo cubría todo. Antes de llegar al lugar había realizado una floritura frente a su rostro, con elegancia, y ahora éste se encontraba oculto tras un antifaz de épocas victorianas pero total y completamente hecho de aquella blanca luz que caracterizaba a los Aurores que luchaban por La Orden del Fénix.

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El patronus en forma de lobo propiedad de Arya vino en mi busca. Castillo Haughton dijo. Sonreí por aquello, no porque hubiese problemas, sino porque la fémina volvía a retomar el buen camino. Mire a Luca y con un ¨cuida de ella¨ mudo, pase mi varita por el rostro y desaparecí de los terrenos de la mansión Delacour. Mi primo conocía mi dedicación para con el bando y no se molestaba cuando le hacía eso, aunque estaba segura que después se vengaría por dejarlo con la palabra en la boca de tan sutil manera.


Dos segundos después y envuelta en una estela blanca hice acto de presencia a cincuenta metros exactos de las verjas que separaban los jardines de la familia Haughton de las callejuelas empedradas de la comunidad mágica de Ottery. Estábamos en una de las colinas más alejadas, donde el frio viento rugía con fuerza allí donde se mirase. Me gustaba el lugar, me sentía en contacto con Gaia y era bueno para mí, pues neutralizaba cualquiera de mis instintos arcanos, aquellos que eran dominados por mi vampiro interior a la hora de ver sangre en batalla.


Portaba en mi joven anatomía unos pantalones negros, unas botas altas de cuero y una camiseta blanca totalmente pegada a mi curvilínea figura. En mi diestra una varita, aquella que se hacía llamar Kim y con la poseía una conexión imposible de romper. En mis ojos, tras la protección diseñada para los miembros activos del bando de la luz, se podía ver decisión y lealtad hacia unos principios básicos que tanto yo como la pelirroja mujer que estaba ante mí, sentíamos. Nadie me veía, pues estaba debajo de un roble, solo la Macnair intuía mi presencia.

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Luego de la señal ingresó a los terrenos Haughton, con paso lento pero firme, atravesó los jardines con calma aspirando el frío aire nocturno, sus vaqueros rozaban a la altura de sus rodillas y producían un sonido leve, cual zumbido, su camisa se ajustaba a sus curvas quizás mostrando más de lo que deberían, solo sus zapatillas cumplían con el cometido en aquel momento, —Espero que todo salga como acordamos— dijo por lo bajo sin buscar un receptor en particular, manteniéndose cerca de Lisa y observando al resto del grupo para localizarlos en caso de que se desatase la gran batalla en aquel lugar. Podía sentir a su compañera y con eso le bastaba, sabía que estaba cerca, aunque no la veía, estaba segura de que si se encontraba sola en medio de una emboscada aparecería de la nada lanzando hechizos a diestra y siniestra.

 

—Vamos, vamos .. — susurró nerviosa, ¿Y si su instinto le jugaba una mala pasada y ella no estaba allí?, negó con la cabeza, era imposible, Weasley siempre acudía al deber, estaban juntas en ello. —Corpus Patronus— Exclamó alzando su varita delante de su rostro cubierto, al instante, cientos de hilos plateados brotaron del extremo opuesto de Sombra, formando ante sus ojos un bello ejemplar de Augurey adulto, elegante y audaz, familiar del Fénix, con su historia mística, enamoraba a su creadora cada vez que agitaba sus alas, era una criatura magnífica con el deber de cuidar de la pelirroja a cuesta de su propia vida y de atacar de ser necesario.

 

—Morphos— Alzó la voz apuntando a una bella banca que estaba a medio camino de la entrada, de concreto y arraigada al suelo de tierra, posiblemente pesase una tonelada, pero ahora y con rapidez era un enorme Lobo Mexicano Gris que cuidaba la retaguardia de Arya solo por las dudas. Adulto, de unos 90 kilogramos, dientes afilados, mirada aterradora, parada imponente, toda una fiera del Norte.

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Ingrese a los terrenos después de que la fémina lo hiciese, caminando de forma tranquila y observando todo a mi paso. La verja de hierro se abrió para nosotros con un chirrido bastante audible. La oscuridad era patente, no habia apenas luz, no me molestaba, es más, me gustaba aquella sensación de inquietud y misterio que esta producía. Atravesamos el bosque, siempre cerca los unos de los otros y cuando pudimos ver el final, elegimos continuar por el camino del medio, el que daba directamente a la casona de aspecto colonial.


El espacio verde que se extendía a nuestros ojos estaba bien cuidado y era bonito, sería un buen terreno de batalla si es que se dignaban a aparecer. Aquellos que se hacían llamar seguidores del señor oscuro poseían un adjetivo propio, interno y frustrante que salía a la luz en cualquier ocasión que se viesen superados por algo, si, estaba hablando de la cobardía. Levante la cabeza unos segundos para contemplar la bella luna oculta por la densidad de nubes y decidí provocarlo un poco, a fin de cuentas, yo estaba haciendo mi trabajo.


- Buenas noches – Ante toda educación. Mi voz habia cambiado, nadie podría saber que era yo ni en un millón de años – Esta mansión queda a partir de este momento bajo la custodia de la orden del fénix, si tiene algún inconveniente los esperamos aquí para que bajen a negociar sobre el asunto, si es que tiene lo que se ha de tener para hacerlo…. – Un sonorus que asusto a todo aquel animal que estaba cerca, incluso a mis propias camaradas.


Yo no cree defensa, pero si deje que Arya lo hiciese, yo misma le habia enseñado que la rapidez dentro de una guerra como era aquella, era esencial.

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―¿Entramos?― Preguntó aun sintiendo el corazón en la garganta tras el aumento en el tono de voz de Lisa, estaba loca, eso lo sabía, pero no al punto de picar a los Mortífagos para que se hiciesen un festín con ambas. De las dos, ella era quién tenía más valentía y fortaleza en cuanto a espíritu se trataba, en cuanto al rango, por desgracia era la pelirroja quién lo portaba con superioridad, así que debía estar a la altura de las circunstancias, después de todo la castaña le había acogido bajo su ala como su pupila y ella debía devolverle el favor al menos en el campo de batalla que era donde intentaba mejorar, así qué, antes de llegar a Lisa Weasley deberían pasar por encima de ella. ―A ella― murmuró por lo bajo fijando la mirada en su Lobo Huargo, éste se alejó de Arya y se mantuvo a unos cuatro metros de su compañera.

 

Dio un paso al frente y siendo la primera en llegar a la entrada, efectuó un certero hechizo en la cerradura y la puerta se abrió ante los ojos de los presentes, ―Buenas noches, permiso― dijo con voz firme, educada y arrogante, se limpió los pies en la alfombra de el umbral e ingresó encendiendo la luz en la punta de su varita con un simple encantamiento, ―Veamos qué tenemos por aquí. Llevo un buen sin venir a visitar a mis vecinos― expresó curiosa pensando por donde comenzaría, sus instintos la jalaban en una dirección ascendente, alguien allí era lo suficientemente oscuro como para dejar rastro incluso luego de marcharse del lugar.

 

―Aquí vamos― soltó suspirando y subiendo las escaleras.

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Deje que la Targaryen entrase al lugar. Conocía mis reglas y sabía que las cumpliría, más le valía hacerlo si no quería desatar mi furia. Me dejo a su lobo para que me custodiase, pero no me hacia ninguna falta. Aun con provocaciones aquellos seres del inframundo me tenían demasiado miedo. En batalla y aun con el podo poder que poseía por mi rango los habia vencido en infinidad de ocasiones y ante las batallas verbales, cuando ocurrían, solo decían incoherencias que yo me limitaba a omitir.


No habia rival para la orden del fénix, nunca lo aviaria, pues luchábamos con el sentimient0o necesario para hacerles caer del pedestal en el que creían estar. Acaricie con cariño la cabeza del animal, unos diez minutos después, para que este fuese en busca de su dueña y la trajese conmigo. Era hora de irnos, mi misión habia terminado, al menos, aquella noche. Mis sintiendo habían estado puestos sobre la Macnair todo el tiempo, controlando sus constantes vitales y su respiración. Nada habia pasado y eso me alegraba.


- Buen trabajo, nos vamos – Le dije en cuanto apareció.


Ambas caminamos hasta la verja de hierro que separaba los terrenos del castillo de la familia Haughton y las calles de Ottery, sin hablar, con ese sentimiento de frustración por no poder derribar una pieza más de aquel juego de domino que era la marca tenebrosa y cuando pudimos, a unos treinta metros de esos muros, gire sobre mis talones llevándome también a Arya conmigo en la desaparición conjunta que acaba de realizar. Dirección The hunters, genianos que encontrar otra forma de hacer que se enfrentasen a la realidad y la verdad.

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  • 2 semanas más tarde...

Bebida. Era lo único que ocupaba su vida en aquellos días. Se sentía tan perdida, que solo eso la calmaba. Era una suerte que no le afectara de la misma manera que a los muggles, sino a saber dónde estaría. No merecía la pena pensarlo, porque las cosas eran como eran, no tenía sentado pensar en cómo podrían ser. Quizá fuera su metabolismo más fuerte. Aunque era eso mismo lo que le provocaba ese estado. Era demasiado complicado, mucho más que beber.

 

No sabía por qué había vuelto. Se dio cuenta en cuando llegó a la habitación que le pertenecía en aquella enorme casa. Estaba impoluta, buena representación de lo que había sido antes su vida, impoluta. Cerró los ojos y por un momento materializó en su mente una imagen del habitáculo que había estado ocupando últimamente. Mucho más adecuado para su humor actual. Estuvo tentada de salir corriendo y volver allí, a esconderse y no volver a salir.

 

Dejo la botella, el único objeto que llevaba consigo, encima de una cómoda y se cayó sobre la cama.

 

Cuando despertó el sol ya se había ocultado, y se sentía más fuerte. Vio la botella, pero estaba demasiado lejos de ella como para darle un trago inmediato, lo cual era una ventaja. Le permitió ordenar sus ideas y cuando se levantó por fin, tiro el alcohol por el retrete y se sentó frente a la mesa. Cogió un trozo de papel y empezó a escribir.

 

Cuando terminó de escribir la primera carta, copió otra igual y llamó a Sunny. No le costó mucho, la lechuza siempre iba con ella, y siempre la encontraba. Era la única compañía que había tenido ese tiempo, y totalmente silenciosa, algo que la Haughton no podía más que apreciar.

- Tienes que encontrar a mi hermana y a mi madre - le comentó mientras ataba las dos cartas a la pata de la lechuza. - Es urgente, necesito saber de ellas.

Una vez que la lechuza se marchó, Bea se sentó en un sillón. Solo podía esperar. a que alguna de las dos contestara o viniera a verla. @ @KellyCassie

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En el Castillo Selwyn

 

Una lechuza cruzaba los cielos y yo la observaba atenta mientras se acercaba mi ventana en el Castillo Selwyn, la razón por la que había atrapado mi vista es que no era cualquier lechuza, era la lechuza de Bea. De hecho estaba ansiosa y esperaba que el animal apurara su vuelo, me preocupaba. Habían dos razones por las que Bea podría escribirme, bien estaba de regreso o en problemas.

 

Di una vuelta nerviosa, tratando de controlarme, la figura de la lechuza se hacía más grande y cuando por fin aterrizó, la hacía vibrar el temblor de mis manos al desatar la carta.

 

Estaba acostumbrada a que Kelly y Bea desaparecieran en extraños viajes, habían muchos motivos detrás de eso, por ejemplo yo misma las había malacostumbrado a viajar por el mundo sin miramientos y en particular sin otro motivo alguno que salirse de la rutina y hacer algo nuevo, recientemente también tenía que ver con su ingreso a La Marca, sabía que tendrían que desparecer sin aviso alguno. Pero esta ausencia había sido prolongada.

Pero eran buenas noticias, partí de inmediato.

 

En el Castillo Haughton

 

Aparecí justo en el piso donde estaba el cuarto de las gemelas y sin esperar segundo alguno llamé a la puerta del de Bea.

 

- Bea, cariño - llamé a través de la puerta - ¿estás aquí? - pregunté expectante esperando escuchar la voz de mi hija en el interior.

Editado por Sophie Haughton Selwyn

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