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Castillo de la familia Haughton


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-Celerus…-sentenció la ojiazul oscuro para luego pensar con determinación-Episkey…-sanándose las quemaduras que le provocara, la llamarada que lanzara sobre ella el Vipertooth, sintiendo una mejoría en su cuerpo. Mei estaba dando patadas de ahogada, no le quedaba más remedio que morir o morir y eso es lo que estaba por ocurrirle a la líder de la orden del fénix. Su mente estaba fija en un solo objetivo, verla arden en llamas y no le negaría ese placer a la jovencita que siempre osaba meterse a defender a sus pequeños Fenixianos.

 

-Episkey…-pensó la Malfoy curándose las quemaduras que le provocara la segunda llamarada que le impactara. Era poco el dolor comparado con lo que le esperaba a Mei, no podía negar que la chica daba problemas hasta agonizando y se aferraba a vivir a un en contra de los deseos de la rubia-La cortesía ante todo…-asintió elevando su katana por segunda vez dando un fuerte latigazo con la misma pensó-Proyectar corte de katana…-abriendo una herida profunda en el pecho de Mei, arrancando de la misma grandes cantidades de liquido vital, sino iba a quemarla viva al menos a dejaría desangrarse sin lugar a dudas.

 

Peleaba contra tres grandes mortifagos, no tendría oportunidad alguna y eso lo sabía, pero la terquedad era casi siempre un arma que no dejaba de ser usada hasta en los peores momentos.

         Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

                 The-Gooddes-Kah     

 Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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~Leah Atkins




-Silencius -con eso, silenciaría la primera acción de Mei en el turno siguiente para que le fuera completamente imposible formular palabra alguna en su defensa o ataque.


Tendría que arreglárselas con los hechizos no verbales. Sintiendo cómo el efecto del veneno de la araña de la líder fenixiana empezaba a hacer de las suyas en su organismo y pensó que, ya que aún no tenía nada que hacer, podría ir rompiéndola por partes sin ningún problema. ¿A dónde ir? Pensó en un hombro, quizás el otro brazo, solo para emparejarla. Pero al final se decidió por un lugar un poco más complejo y evidentemente más molesto.


-Absorvere -repitió, agotada de estar tan limitada con el maldito efecto de Arya.


La rótula izquierda de Mei se rompió de inmediato gracias al efecto de su hechizo y la Atkins tomó ese tiempo para peinar su cabello.

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Se encogió de hombros, observando a los mortífagos cómo la atacaban sin cesar. Por lo menos les estaba dificultando la tarea y eso era algo que le enorgullecía, pues lo último que permitiría era morir de una forma tan fácil. Siempre que pudiese les haría la tarea imposible. Lanzó un suspiro al aire, no quedaba de otra, moriría y lo sabía, pero no le importaba.

 

Alzó una vez más su varita y rápidamente ejecutó los últimos ataques de la noche:

 

Guardián pensó, haciendo que su primer hechizo saliera justo antes del anular ardius de Zack, por lo que inmediatamente el alma de Lisa volvió a su cuerpo y sin perder tiempo, luego de ponerse en pie, se lanzó a atacar salvajemente a Leah, quien se concentraba en lanzarle ataques a ella a diestra y siniestra, por lo que resultaría herida una vez más.

 

Esta vez y aún tenía la capacidad del habla, y no perdió tiempo:

 

¡Corpus Patronus! – bramó a todo pulmón justo antes de que Zack le lanzara un séneca, volviendo a invocar un vipertooth peruano de exactamente las mismas medidas que el otro que no tardó en lanzar los ataques hacia los mortífagos: la primera llamarada directamente a Zack, seguida de una segunda hacia Juv, quien la atacaba para darle el estoque final.

 

Las muñecas quebradas, el pecho perforado en ataques, su cuerpo entero ardiendo debido al fuego que había impactado de forma mortífera en ella; y ante ello, lo único que pudo hacer fue sonreír de una forma algo socarrona, pero sincera.

 

Nos vemos después, en otra ocasión, en muchas más. No se librarán nunca de mí, podré morir mil veces, aquí, allá; pero mi voluntad sigue tan firme como siempre. Hasta más tarde…

 

Calló de rodillas al suelo, sintiendo los párpados más pesados de lo estrictamente normal. El dolor iba mitigándose y sus sentidos se apagaban poco a poco, pero alcanzó a sentir un rugido cargado de dolor, no un dolor físico, uno emocional. Su dragón caía junto a ella y, lamentando la muerte de su creadora con la caída de sus compañeras de batalla; y ella no era menos. A la próxima se aseguraría de conseguir que todos permanecieran con vida, así le costara la suya propia.

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Una a una las Fenixianas cayeron dentro de los terrenos de los Haughton, no pudieron darles una batalla digna de los magos tenebrosos. Tenía quemaduras en su cuerpo, pero al menos no había terminado como Mei, frita, destripada, acuchillada, senequeada y asesinada de forma irremediable. Poco le importaba el tener ese dolor acuestas, ya que era lo que más se gozaba verse herida y dañada, ya que es aumentaba sus ganas por matar a cada uno de los Fenixianos que habitaban dentro de Londres.

 

Zack, Leah y ella se mantenían en pie, ya tendría tiempo de curarse la carne quemada y volver las andadas de momento solo se limitaría a buscar la calidez de su cama-Ha sido un placer…-desviando sus ojos hacia sus compañeros ascendió por las escaleras del castillo, no necesitaba desaparecer de ahí dado que era su hogar. Los elfos se harían cargo de lanzar los cuerpos a la calle, ya que no sería grato para Mónica ver a esas tres jóvenes tendidas sin vida en sus terrenos.

La batalla había sido una victoria para la marca, aquella que calaría hondo en los fenixianos y les haría pensarse dos veces el volver a meterse con los mortifagos. Ahora solo quedaba esperar el siguiente encuentro y volverles a dar la paliza de su vida sin lugar a dudas, ya que las huestes oscuras estaban mas fuertes que nunca.

 

Off-

 

Pues paso a dejar los saldos de esta batalla.

 

Marca Tenebrosa

 

Ilesos: Zack, Juv y Leah

 

Orden del Fenix

 

Muertos: Lisa, MeI Y Arya…

 

No se negocio con la parte Fenixiana, ya que no fue necesario, pasen buena noche y ha sido un placer matarles /o/

 

Saludines xDD

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Lanzó su varita, ésta dio media vuelta en el aire, y cayó nuevamente en su mano.

 

La sonrisa que se dibujó en el rostro, en medio de la oscuridad. No era algo normal. Su mirada encendida refulgió dorada, como llena de ira, calcinando las tinieblas y revelando parte del lugar.

 

Esa parte de la fortaleza oscura siempre había sido tenebrosa. Era de ambiente hueco y frialdad incalculable. Resultaba totalmente inhabitable para el ser humano regular. Pero, él, la habitaba diariamente. Su sola presencia arremetía con el vacío opresor de aquestra habitación llena del oscuro poder; ese poder que luchaba sin descanso para hacer sucumbir la roca en donde la Fortaleza edificada se alzaba victoriosa.

 

Estaba acostumbrado a lidiar con esos impulsos de impotencia ante la necesidad de aniquilar algo para sentirse satisfecho. Ese sentimiento lo llenaba de ira y el pecho se le apretaba.

 

Por ello, podía ver Ottery con esa energía negativa que lo transportó a sus calles a través de la subconsciencia. Estaba vacía. Intransitada. Solo el frío primaveral se paseaba valiente con su abstracto atributo intangible. Sólo por eso no temía ser atacado y deambulaba despreocupado como si tuviese voluntad.

 

Tras un sorpresivo segundo, la vida perdió su fuerza en Devon. Ottery fue objetivo de una aparición inusual. La capucha caía desde la copa de su cabeza vistiendo su rostro de una sombra impecable; sólo superada por la mirada dorada que no se detenía en su radio de poder.

 

La capucha se extendía, cayendo hasta el suelo por todo lo que parecía ser el cuerpo escuálido del ser inamovible.

 

Dos manos salían de largas mangas a cada lado del cuerpo. Lo huesudas evidenciaban la palidez del incógnito ser, quien atravesó las verjas del palacio sin obstáculo alguno. Los hierros habían caído al césped y habían hundido la grava verde como ahora lo hacía cada paso descalzo que daba el invasor.

 

- Con que - susurró para sí mismo mientras llegaba a la puerta de entrada que con un movimiento de varita cedió -, esta es la Haugthon, uhm - la sonrisa bajo la sombra se reveló. Si tuviese una careta colocada, ésta fuera la mitad de su rostro. Dejando su identidad inadvertida y su varita libre para actuar sin ser señalado -. Quisiera un poco de acción, eh, ¿Mónica?

 

Se adentró a la oscuridad del vestíbulo sin temor de ser arrastrado por las garras frías de las tiniebla nocturna.

Editado por Patrick Colt

Ex-Líder de Bandos | Ex-Wizengamot | Ex-Orden de Merlín 1ra Clase 

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Bea Haughton con @

 

Siguió a su madre con la mirada, viendo cómo iba y se sentaba en uno de los sillones. Después de unos momentos de alegría por el reencuentro con su madre, llegó la agitación. ¿Por qué había llamado a la persona que mejor la conocía cuando lo último que quería era ocultar lo mucho que había cambiado?

 

Fue a sentarse en la cama, pero un segundo antes de hacerlo cambió de opinión y fue a abrir la ventana para que el aire fresco inundara la habitación y con suerte la ayudara a pensar con más claridad.

 

Escuchó atentamente a su madre mientras hablaba, esperando que dijera algo de su pelirroja favorita, a la que tanto echaba de menos, pero no hubo suerte. Tal vez tampoco sabía nada de ella, lo cual no hacía más que aumentar su preocupación.

 

- Yo también he estado bien- dijo rápidamente, para tranquilizar a su madre y sonriendo levemente, como para afirmar sus palabras.He estado, en pequeños viajes, bueno, nada importante. Alquilé un piso en Londres y estuve allí viviendo – se atrevió a añadir a última hora y se encogió de hombros para quitarle importancia.

 

Fue a la nevera que tenía en la habitación y se agachó para coger un refresco. Miro a su madre preguntándole si quería algo.

 

- No tengo nada de alcohol, pero puedes pedir lo que quieras y sino siempre podemos llamar a un elfo que te traiga algo.

 

Con el refresco en la mano se sentó con las piernas cruzadas sobre la cama y miró a su madre con una sonrisa divertida en la cara.

 

- Yo no he hecho nada interesante, como puedes ver, pero tú si, por lo que veo. ¿qué pasó? – Sabía que no le podía contar todo, pero quería profundizar lo más posible. – Ya sabes que tienes que tener cuidado, si te pillaran… - La sonrisa se le fue de la cara.

 

Vivían con ese riesgo, era la parte que más le gustaba de su vida, pero cuando alguien que quería se encontraba en la misma situación que ella no le gustaba. Aunque fuera la pequeña tenía un espíritu protector sobre la gente a la que apreciaba, y esa lista estaba encabezada por su madre y su hermana.

 

- Y por cierto, ¿has sabido algo de Kelly? – intentó sonar indiferente, había aguantado las ganas de preguntarlo todo el tiempo posible pero ya no pudo contenerse. Solo esperaba que su madre pudiera aclararle algo, aunque no supiera donde estaba, al menos que le dijera que estaba bien.

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Aparecieron en los jardines del castillo Haughton juntos, agarrados de la mano. Cuando sus pies tocaron el suelo, Anne notó como la mano de su hijo intentaba zafarse de su agarre con suavidad y ella se resistió a perder el contacto durante unas décimas de segundo más, aunque finalmente tuvo que desistir y soltarle. Aún no se había acostumbrado al rápido desarollo físico y psicológico que habían sufrido sus hijos más pequeños, que habían crecido mucho más rápido de lo normal y ahora aparentaban alrededor de diecisiete años. Ni se había acostumbrado, ni quería hacerlo. Seguía viéndoles pequeños e inocentes, así como indefensos. Pero la realidad era que Erik no era un niño indefenso, ni mucho menos.

 

Era un poco más alto que ella, delgado y fibroso sin llegar al exceso. Sus ojos azules observaban con entusiasmo el lugar que se alzaba ante él y del que su madre tanto le había hablado. Era la primera vez que visitaba el castillo de su familia por parte materna.

 

¿Y cuántas personas dices que viven aquí? —preguntó, con admiración.

 

No lo sé con certeza. Pero la familia Haughton tiene muchísimas personas en su árbol familiar. No sé cuántos habrá ahora mismo en el castillo, pero lo más seguro es que nos topemos con varios familiares... seguro. Con un poco de suerte, conocerás a alguno de tus hermanos mayores, o incluso a algún primo —le respondió ella, comenzando a caminar hacia la edificación.

 

Erik la siguió, adoptando su habitual gesto serio. Sin embargo, un brillo de entusiasmo en la mirada dejaba claro que aquella visita le emocionaba mucho. Su madre le había prometido tiempo atrás que le llevaría a conocer el castillo, pero no habían tenido oportunidad hasta aquel día. Se tomaron el camino hacia la puerta principal con calma, deteniéndose de vez en cuando para que el joven Gaunt pudiese examinar aquello que captase su atención por encima de las demás cosas. Anne, pacientemente, respondía sus preguntas con una sonrisa dulce en el rostro.

 

Y la abuela Evarela...

 

Ni idea, Erik. Llevo sin verla años —respondió Anne sin dejar tiempo de que el chico terminase su pregunta. Mucho había oído y leído el joven sobre su abuela materna, pero nunca la había visto. Y parecía que aún tendría que esperar mucho tiempo para conocerla, si es que ese acontecimiento sucedía alguna vez. Su madre era escueta en cuanto a aquel tema se refería, como si ella misma no se sintiera cómoda al hablar de su propia madre. A pesar de esa nube de misterio que envolvía a la figura de la banshee, Erik sólo había oído hablar heroicidades de la matriarca Haughton.

 

Alcanzaron la puerta del castillo casi sin darse cuenta, la cual se abrió al llegar ellos a su altura. El pelinegro parpadeó varias veces, asombrado, y dio un paso hacia su madre instintivamente. Anne le indicó con un gesto de la cabeza que podía pasar y ambos penetraron en la edificación lentamente. Pusieron rumbo a la puerta derecha que había en el vestíbulo y entraron en un gran comedor de grandes dimensiones y gusto exquisito en cuanto a decoración se refiere. Erik silbó, admirado.

 

Es casi tan bonito como nuestro casa, mamá.

 

Tanto o más, hijo. Y ésta también es nuestra casa, no lo olvides —le corrigió con cariño, avanzando hacia la puerta que había al fondo de la sala y que conducía a una sala de estar más cómoda que el comedor. Ambos llegaron a ésta y tomaron asiento. Casi al instante, un elfo se presentó junto a ambos—. ¿Quieres tomar algo, Erik? Yo quiero un té.

 

Yo quiero un refresco, por favor.

 

El elfo asintió ante las peticiones recibidas y desapareció con un suave chasquido, dejando a madre e hijo instalados en la sala en silencio. Anne miraba al joven con una suave sonrisa, admirada por lo dulce y educado que se veía al chico a pesar del mal ejemplo que ella le daba día a día. «A saber de dónde ha salido esa forma de ser que tiene», pensó.

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Se encontró de frente a una fortaleza de piedra, que bordeaba los terrenos. Abrió la reja de entrada tras identificarse ante ambas estatuas que la protegían, haciendo que solo miembros de la familia o amigos de los mismos pudiesen avanzar. Lo siguiente fue traspasar los árboles que seguían flaqueando su camino. Por fortuna la senda desde la verja era segura, para proporcionar un mejor acceso a todos los miembros de la distinguida familia. Por fin los frondosos árboles fueron volviéndose más pequeños y menos frecuentes.

 

En el silencio de su caminar podía distinguir el fluir de agua muy cerca de su ubicación, pero no lograba distinguir su procedencia, tal vez oculta a sus ojos. El césped se extendía ahora a sus pies, y tres posibles caminos se abrían para ella. Escogió el central, suponiendo que sería el indicado para acercarse al gran edificio que ya lograba divisar dese su ubicación.

 

Por fin, de pie, viendo desde fuera su nueva morada, se sentía diminuta. El castillo Haughton lucía enorme, imponente, incluso algo amenazador. Sin dudas, una vivienda más que digna para cualquier mortífago que quisiese ostentar. Si bien muchos de sus integrantes eran prestigiosos miembros de aquella sociedad de magos, la rubia no se sentía parte de tal estatus social, por ende el pertenecer a esa familia la hacía sentir un orgullo difícil de explicar.

Se acercó enseguida a la puerta, dispuesta a adentrarse a su hogar. Golpeó la puerta antes de abrirla con cuidado, como advirtiendo su llegada antes de hacerla evidente. Rozó sus dedos contra la larga tela de la túnica roja que vestía, como acomodándola tras la larga trayectoria, y recorrió con la mirada el vestíbulo en busca de sus familiares.

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  • 2 semanas más tarde...
Hacia dias que aquello era una rutina; todas las tardes de siete a doce yo paseaba por las inmediaciones de Ottery en busca de algo sospechoso. En aquella ocasión me encontraba en una de las colinas más apartadas. La marca llevaba dias sin dar batalla y aquello solo podía significar una cosa; estaban planeando algo gordo era mi deber, como miembro de la orden, detener su avance e impedir su siguiente movimiento en contra de la sociedad.


Mi atuendo no era nada del otro mundo. Pantalones vaqueros, botas altas de piel de dragón y una camiseta de tirantes con un símbolo egipcio. Si habia algo que podía llamar la atención de cualquier que me observase con detenimiento y era la luz que cubría mi rostro. Era una medida de defensa, pues asi nadie podría reconocer mis facciones o mi voz. Asi podía ofrecer una buena pelea contra las fuerzas del mal, mucho mejor que si fuese como una simple neutral.


El castillo de la familia Haughton se hallaba frente a mí, como a unos quinientos metros. Yo estaba tras las verjas que separaban sus terrenos de las callejuelas del pueblo. Tuve un aire o quizás fue una impresión, pero mi instinto me indico que debía entrar y ver como estaban las cosas por allí. Era una familia que apoyaba las artes oscuras, algo debían saber. Alce la varita, centrándome en un recuerdo ameno y avise a mis camaradas de la orden. Era mera rutina, para un cateo básico bien me valía yo sola.


Ya habia estado antes por aquellos lares. Pase el bosque y elegí el camino de en medio, aquel que me llevaba directamente hacia la entrada principal. El sol se despedía de mí con su calor y la adrenalina comenzaba a ser parte de mi persona. Kim en mi diestra vibraba con fuerza. Seguramente no me encontrase nada, pero más vale darlo todo ahora que lamentar luego cuando los mortifagos diesen el golpe de gracia.

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Llevaba un par de días instalada en ese castillo y no se arrepentía. Amaba a su nueva familia, si bien últimamente todo estaba algo quieto por allí. Amanecer con el suave recorrido del agua tan cercana, con el viento proveniente de aquellos bosques, siempre resonando ente la arboleda... daba una paz difícil de describir.

Había decidido salir a dar un paseo en el exterior de la casa, cuando vio una figura llegando a los terrenos, dirigiéndose hacia la puerta principal. Se escondió tras los muros sin ser vista y tomó su varita, sostenida por una especie de liga a su pierna izquierda. Apareció enseguida la máscara que la identificaba como mortífaga, ahora sí dejándose ver y avanzando con tranquilidad hacia la extraña que, evidentemente no tenía buenas intenciones.

 

-Puedes marcharte si no quieres una muerte dolorosa- advirtió, sintiendo como su largo y negro vestido se pegaba a su cuerpo gracias a la fresca brisa. Estaba descalza pues así le gustaba circular sobre la hierba. Llevaba el rubio cabello amarrado a su nuca con una hebilla de plata con forma de mariposas. -¿Quién eres?

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