Castillo de la familia Haughton

[Leah Snegovik]

~Leah Atkins

-Morphos -murmuró, apuntando a una banca de la calle.

Era de cemento y capaz de tener a tres personas en su superficie lisa y gris, así que el tamaño no era un problema para la realización del hechizo. La floritura elegante de la mujer dio paso a un efecto deseado e inmediato, llevando a cabo una transfiguración perfecta por parte del material. Ahora, ante sus ojos, un águila real se había formado del objeto inanimado y pudo ver cómo sus plumas negras hacían contraste con su cuello blanco y el pico dorado; un águila calva. No la miró más, por más que quisiera admirarla. El ave emprendió vuelo tan pronto sus orbes esmeralda dejaron de observarla, empezando a vigilar desde las alturas, unos cinco metros, todo lo que rodeaba a la rubia. Su trabajo era protegerla de cualquier cosa, cosas que ella no pudiera ver, atacar de ser necesario.

-Fortificum -finalizó, apuntando frente a ella.

Una muralla de cristal se materealizó frente a ella tras un movimiento conocido de varita. Cuatro metros de alto por tres de ancho, en un semi circulo perfecto que le permitía protección por delante y por los costados. Podía ver a la perfección el grueso del cristal y comprobó que era de más de un metro de ancho: no sería fácil romperlo, en lo absoluto. Podía ver a través de él y podría ver a sus enemigos sin impedimentos, todo bien.

[Kyle Blackthorn]

-Celerus Expectro Protego…-bramó divertida la Malfoy emanando de la punta de su varita zarcillos de varios tamaños, afianzándose unos a otros como los anillos de una cadena que adoptara la forma corpórea e imponente de un Fénix Oscuro adulto. Ordenándole al mismo posarse delante de ella, para protegerle de cualquier ataque que desearan lanzar contra ella, pero para realizarlo tendrían que ir hasta el cuarto piso. Tal vez subir las escaleras fuera un buen ejercicio para las intrusas, aunque no dudaba que con lo magnifica que era una de ellas pudiera aparecerse como una mala imitación de gasparin ante la rubia.

 

-Fuego Negro…-parafraseo sintiendo el poder del Celerus aun recorrer su cuerpo, aquella velocidad que le eriza los vellos. Invocando una esfera que levito a tres metros de altura, activando las cualidades devastadoras de la misma, le ordeno crecer y crecer hasta el punto máximo, además de evadir cualquier rayo, invocación, criatura o efecto que viniera contra este, para destruirlo a toda costa.

 

-Fuego Negro…-aquel conjuro salió de sus labios como un torrente de maldad, invocando una esfera idéntica a la primera. Al igual que la anterior le ordeno, esquivar cualquier rayo, efecto, invocación o criatura que fuera contra el mismo. Eran armas que sabría cuando usar y como usar, ya que contaba con un as bajo la manga y el mismo lo aprovecharía sin lugar a dudas en el momento preciso.

 

Le agradaba la idea de jugar al gato y al ratón, tomando en cuenta que ella y sus camaradas tenían el sartén por el mango sin lugar a dudas. Aparecerse en cualquier sitio se estaba volviendo una costumbre entre los Fenixianos, pero no importaba que aparecieran dentro de una cloaca o algo similar a ello, dado que siempre serian encontrados y masacrados por el poderío de a Marca Tenebrosa.

[Zack Ivashkov]

El no contar con su arma mágica le hacía sentirse incompleto. Ya estaba dentro de lo que sería el campo de batalla, tendría que darse prisa en equiparse. Invocó su varita mágica en la diestra mientras se aseguraba que nadie estuviera siguiéndolo o asechándolo. Estar en contacto con los treinta y cinco centímetros de ébano lo llenaba de una satisfacción indescriptible, casi tan fuerte como la que sentía al momento de ver como sus hechizos impactaban en un rival.

–Celerus…- murmuró adquiriendo la velocidad deseada. Temporalmente no necesitaría una defensa poderosa, pero sí una lo suficientemente efectiva como para sentirse seguro. Pensó en unas manos gigantes y al segundo siguiente un par surgió del suelo para colocarse junto a él . El respaldo de sus necrohands le daría confianza al momento de lanzar sus primeros ataques por lo que ordenó que se quedaran junto a él para interceptar cualquier tipo de rayo o invocación que el enemigo enviara en su contra.

– El primer paso ya lo dieron. Ahora traten de dejar bien parada a la Orden y den una buena batalla –. La voz del vampiro se extendió por todo el Hall principal una vez ingresó a la edificación siendo seguido por sus necrohands. Se apresuró en subir al primer piso de donde percibía el olor corporal de una bruja. No le costó mucho encontrarla y marcar una distancia de diez metros que separaran ambos cuerpos. – No busques más, ya estamos aquí – Soltó esbozando una sonrisa sádica tras su máscara.

–Morphos –. Dijo con naturalidad haciendo que el pantalón corto de seda de lisa se transformara en una pequeña avispa marina que al estar en contacto con su piel la envenenó. La masa de la prenda alcanzó para la no tan grande pero letal criatura que luego de cumplir su misión cayó al suelo muerta, era un ser marino. – Fuego Negro – Finalizó esta vez sin necesidad de hacer uso de su varita mágica invocando una esfera oscura a dos metros por encima de su cabeza.

[Lisa Weasley Delacour]

¿Estaba, no estaba? Sí, claro que sí y en el primer piso del edificio, porque habia aparecido a veinte metros de las verjas, atravesado el bosque, elegido el camino del medio, abierto la puerta de la casona y subido las escaleras, para situarme, con toda la comodidad del mundo frente a una portezuela gris, que según yo daba a una habitación. A diez metros de mis rivales y cinco de todo objeto mutable, pretendía acabar con las fuerzas del mal de una buena vez y por todas.

- Silencius – El Morphos que Zack intentaba conjurar nunca salió, logre asi evitar que me dañase. Pues mi conjuro se adelantó al suyo, por breves segundos, pero lo hizo – Silencius – El fuego negro que Zack quería invocar, nunca salió, pues mi conjuro era capaz de negarle todo. De su boca solo meros balbuceos sin sentido lograron captar mis oídos y una sonrisa se posó en mis labios.

Me moví, quedando a la vista totalmente, No iba a dar marchar atrás, era una guerrera de la orden y moriría siéndolo.

[Arya Macnair]

Se sentó sobre un cubo de heno y suspiró, ―La luna hizo ésto, fue culpa de la luna― su voz fue un susurro, dulce y melodioso, aquella canción le tranquilizaba en momentos de gran tensión como aquel, Viktor se la cantaba por las noches cuando despertaba luego de una pesadilla, ―Haberme enamorado, enamorado de ti― sus dedos tamborileaban la melodía, se la sabía de memoria. Sus ojos brillaban en medio de la noche, iluminados por la luz de luna, perfectamente ocultos tras una luz el doble de brillante, estandarte de La Orden del Fénix, aquella que jamás se rendiría en aquella incansable lucha, era lo que Mei le había enseñado, y era lo que la pelirroja intentaba poner en práctica cada vez que aferrada a su varita, se jugaba el pellejo por el Bando.

 

Su corazón comenzó a latir con fuerza y las piernas le temblaron, habían llegado, los sentía en los huesos, toda su maldad doblegaban la pureza de su alma y perturbaban su espíritu, ―Adelante― exclamó poniéndose de pie, ―No les temo― agregó, parecía que gritaba delatando su ubicación, más internamente sabía que se estaba contradiciendo, ¿Quién no temía morir?, hasta el más valiente, con el 10 grabado a fuego en la espalda, le temía a la derrota, más ella seguía en pie ¿Por qué?, porque a último minuto, siempre era ella la que le obligaba a seguir adelante para afrontar las peores cosas que la vida le ponía en frente.

 

La batalla daba comienzo al fin.

[Leah Snegovik]

~Leah Atkins

-Una odefa cantante, ¿quién lo diría? Un pollo piando.

Rió entre dientes, reconociendo la voz a pesar de estar sumida en la más profunda de sus pacientes esperas y giró la cabeza para guiar sus ojos al establo. Así que ahí estaba la presunta mujer, Arya. La sonrisa se mantuvo en su rostro con un dejo de amargura, un recuerdo de su último encuentro y cómo habían acabado las dos más magulladas de lo normal. Suspiró, realmente no había remedio. Pero, indispuesta a ir por ella tan rápido, simplemente apuntó a una roca a sus pies.

-Morphos -una viuda negra apareció ante ella, la piedra había mutado.

Con eso sería suficiente de momento, ¿se acercaría? Lo meditó por un segundo y luego notó que ella podría tener la ventaja si la sacaba de quicio.

-¿Estás aquí, preciosa? ¿O acaso eres la hermosa y buena hija? Debo admitir que un poco de diversión carnal no me vendría mal en medio de tanta acción.

[Zack Ivashkov]

– Expectro Protego – Al concretar el hechizo surgieron cientos de hilos de la varita que formaron un enorme hipogrifo adulto. Tenía suficiente contextura como para cubrir a su invocador pero además tenía otras características a las que sacaría provecho, como por ejemplo el filo de sus garras y pico. De inmediato ordenó a la criatura que se fuera en contra de Lisa para desgarrar toda su piel y provocarle severas heridas. Además, haría su trabajo directo en el costado derecho de la fenixiana, para no interferir con futuros ataques.

La misma mujer había alcanzado a silenciar sus dos últimos hechizos, cosa que odiaba. Aunque en cierta forma entendía que no tuvieran conjuros poderosos, le resultaba molesto cada vez que quedaba mudo intentando atacar. Aun con sus necrohands cubriéndolo el vampiro buscó un ángulo en el que su defensa no bloqueara la punta de la varita de la cual salió expulsado un rayo con fuerza.

– ¡Sectusempra! – El hechizo impactaría en el abdomen de la mujer con intenciones de abrirle profundas heridas que requerirían atención inmediata para no morir. Eso, mientras el hipogrifo continuaba desgarrando su piel pero sin tumbarla o alterar su posición, el pico de la bestia trabajaba muy bien, podían verse los resultados en cuanto la sangre comenzó a fluir. – Fuego Maldito – Esta vez dos águilas de fuego se fueron en contra de Lisa. Una caería en picada sobre ella mientras que la otra planearía en dirección a sus piernas. De impactar, las quemaduras serían torturadoras.

[Lisa Weasley Delacour]

- Morphos – Tocaba hacer aquel hechizo de nuevo, porque antes no lo habia hecho o si, quien sabe. Apunte al jarrón de porcelana de la esquina, haciendo que este mutase en un lobo de un tamaño medio, de setenta centímetros del suelo a la cabeza y de metro y medio del hocico a la cola. Tenía garras y colmillos afilados. Agilidad, velocidad y fuerza. Estaba a mis órdenes y me defendería de todo lo que se me enviase. El animal ante una orden mental mia, se puso en medio del expectro protego de zack, impidiendo que me tocase.

- Silencius - Elimine la menaza del fuego maldito del hombre, pero el sectusempra me dio de lleno con lo cual, estaba herida y algo agonizante, aun asi debia seguir en pie y en activo. No podia dejarme vencer de aquella manera.Si bien era cierto que mis poderes eran menores por la diferencia de rango, mis valores y mis ganas de combatir eran muy superiores que las suyas.

[Leah Snegovik]

~Leah Atkins

-Y no me responde... -entrecerró los ojos, con la máscara haciéndola parecer ciega de pronto y al final tomó la decisión.

Lentamente, sin demasiado apuro, salió de su protectora guarida y encaminó sus pies a lo que sería el escondite de su pelirroja enemiga. La buscó con tranquilidad, sin inmutarse en parecer angustiada por la batalla y cuando la encontró, después de posicionarse a ocho metros de ella, no hizo más que sonreírle tras la placa metálica que cubría sus facciones. Se conocían lo suficiente ya como para no reconocerse.

-Es de mala educación, madre de mi bella amante, no saludar a las personas de regreso. ¡Silencius!

Afectaría la primera acción de Arya, sin duda, de modo que se apresuró a atacarla de nuevo. Al mismo tiempo en el que el silencius la había atacado, la araña la había picado; la había seguido como un fiel sirviente.

-¡Sectusempra! -con eso, la mujer tendría que defenderse del ataque o cortadas brillarían en sangre en el pecho de Arya.

[Mei Black Delacour]

Eso era un lobo… ¿albino, no? Levantó una ceja con extrañeza, no podía asegurarlo realmente, pero creía que sí, y si era así, entonces se trataba del patronus de Arya, quien la citaba en los terrenos de los Haughton. Soltó un largo suspiro en cuanto oyó aquel nombre, ¿hacía cuánto no se daba una vuelta por allí? Mucho más tiempo del que podía recordar siquiera.

 

Se levantó del asiento en el que había estado haciendo algún que otro papeleo para el Ministerio y haciendo un movimiento de su varita logró que una capa larga de viaje llegara hasta ella, la tomó y se la colocó para luego colocarse una luz tenue sobre su rostro para impedir que la reconocieran. Bajo la capa negra tenía un atuendo casual: zapatos a combinación con unos vaqueros y una camisa de seda, nada del otro mundo.

 

Giró sobre sus talones, desapareciendo de la mansión Delacour y apareciendo a unos diez metros de la entrada a los terrenos del castillo de la familia Haughton. Observó desde su posición de arriba abajo el paraje, ciertamente había pasado tanto tiempo que ni siquiera recordaba cómo era que había un bosque allí.