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Castillo de la familia Haughton


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― ¿Y por qué no me pruebas, Malfoy? ― volvía a estar frente a ella, sin tocar sus labios, observandole con una ceja enarcada ― Así luego puedo hacerlo yo, por lo que ven mis ojos, seguro resulta una buena situación. ― se encogió de hombros, alejándose, tampoco era bueno tentar su suerte ― No tenía ningún interés por tus pequeñines, siendo sincera, pero me has despertado la curiosidad... ¿debo hacer una cita previa o abordarlos en sus habitaciones estaría bien? ¿Vestida o desnuda? ¿prefieren rubias, castañas o morenas? Con multijugos puedo ser cualquier cosa. ― detuvo su mirada en la mujer ― Incluso un hombre.

Le dedicó un ligero guiño, en efecto, era bastante buena colocando las situaciones a su favor, un talento adquirido con los años, sonrió. Algo le decía que aquella inesperada visita a la vampiro sería bastante productiva, aunque no sabía el rumbo que tomaría, siempre era así, sus argumentos iniciaban por un lado molesto y luego hacia propuestas extrañas, ni modos, su desequilibrio era palpable.

― Yo sólo quiero que me enseñes, Juve, poco me importa si accedes ser mi amante o no... ― lentamente llevó sus pasos hacia la ventana ― estoy cansada, ¿sabes? Cansada de intentar salvar a gente del vacío, porque sí, tiendo a querer hacer esas cosas, cuál odefo. Y sí, puedes torturarme lo que quieras, no me importa que lo sepas tú harás que vuelva al carril, que entienda mi misión de vida, destruir todo a mi paso. ― enfocó los orbes celestes de su compañera ― Eso es lo que deseo en realidad, Malfoy, aprender de ti... ¿sobre tus artes sexuales? Quizás. Pero no es mi prioridas, quiero conocerte a fondo, saber que hay detrás de esta fachada de mujer dura y más que nada aprender a ocultar con tanta minuciosidad esas cosas incluso de tus seres queridos... ¿lo haces, no?

Se sostuvo a la ventana con cierto gesto infantil.

― He visto tú primera debilidad, tus hijos. ― no la miro, no era necesario ― Y no sé si sentir algo de envidia por ellos, tengo padres claro pero, dudo que algún día se hayan preocupado por mí de esta manera, así que esto es lo que soy. ― se giró por completo ― Me hice en las calles de este hermoso pueblo y aunque me daban caprichos en un principio siempre tendían a abandonarme, supongo que sabrían en lo que me convertiría y no lo soportaron.

Suspiró.

― ¿Tienes vodka? ― indagó de repente ― Ya estamos a mano, una debilidad por otra, tener padres ausentes me ha afectado aún después de doscientos años y quizás por eso terminé siendo una vampiro tan joven, saca tus propias conclusiones ― buscó con la mirada el bar en la habitación, lo consiguió ― ¿quieres un trago, compañera? ¡Brindemos por el sexo! Eso parece ser lo único importante de este mundo, luego de las guerras, claro, aunque este último es más divertido... ¿no crees?

Sí, ahí estaba presente su bipolaridad.


@ Editado por Juliene Black Lestrange

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  • 3 semanas más tarde...

Sophie con @

 

Unos sonidos irreconocibles después la puerta se habría y frente a mí se dibujaba la figura de Bea, una de mis hijas. No podía explicar la relación que tenía con ellas, eran mis hijas pero acostumbradas a llevar una vida solas las había criado para que me trataran casi como si fuese también su amiga y no solo su madre como una figura de autoridad. Las amaba con todo mi ser, eso era lo único importante al final de todo. Jamás dejaría que nadie les hiciera daño, aunque eso significara muerte y posiblemente no sería la mía.

Era evidente que acaba de tomar una ducha y tenía aún sus cabellos mojados que me rozaron provocando además un escalofrío cuando le abrazaba. Eso era lo de menos, por dentro un fibra se calmaba, el saber que estaba en toda apariencia bien.

 

- Si cielo, vine tan pronto como la recibí – le confirmé y sonreía de forma genuina mientras entraba en su habitación, no habían señas de Kelly y aquello me preocupó un poco. Pero no mencionaría aquello hasta que Bea hiciera mención de eso también - también me alegro muchísimo de verte Bea. – le miraba a los ojos cuando dije aquello.

El interior de la habitación era exactamente como lo recordaba, solo que era evidente las condiciones de abandono en el que se encontraba, debido a la prolongada ausencia de sus habitantes, por ejemplo un dejo de moho se respiraba en el aire. Seguramente eso cambiaría prono ¿o no?.

 

- ¿Tú o yo primero? – pregunté de manera divertida ocupando una mullida butaca al alcance – yo voy a comenzar diciendo que estoy bien hija – debía hacérselo saber, no duda que en la misma medida que yo me preocupaba por ellas, ellas lo hacían por mí – ya sabes entre labores oficiales y otros que no tanto – le dedico una mirada cómplice – una de esas estuvo a punto de salir mal – noté la alarma en los ojos de Bea así que agregué rápidamente – pero ha salido peor para otros - una sonrisa más malévola de que lo que debía permitirme en ese ambiente familiar. - sabes que no te voy a pedir detalles o explicaciones Bea, solo lo que quieras contarme y por supuesto los detalles de donde estuviste - le guiño cariñosamente.

 

Y en eso se basaba nuestra relación, confianza.

 

OFF

@KellyCasie aún puedes venir :love:

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La noche era cálida esa vez, una fresca brisa con aroma a flores lo inundaba todo, acariciaba sus mejillas y enredaba la punta de su larga cabellera rojiza, sonrió ante las carcajadas de su hija y depositó un dulce beso en su mollera, ―Pórtate bien y no hagas líos en mi ausencia― le sururró y rápidamente se dio la vuelta para toparse con un par de ojos que la observaban con cierto recelo, ―¿Otra vez? ― preguntó la bruja desdibujando su sonrisa instantáneamente, no tenía ánimos de discutir, no cuando debía acudir a una misión sin saber si regresaría o no, solo quería saberlos bien, y que no olvidasen que los amaba.

 

Viktor no dijo una sola palabra y con eso le bastó, él cuidaría de sus tres hijos en su ausencia, de que no se metieran en líos ni incendiasen la casa, aquel trío era bastante peligroso, y pues, ¿Qué esperaba luego de los padres que tenían?; Ámbar era terca e impulsiva como su padre, Aziid, Romina se escondía tras una coraza de cinismo como el mismo Atkins, y Aiden … Él era sus ojos, su alma, algún día le revelaría la verdad, pero aun era demasiado pronto.

 

Se enfundó en una oscura capa de viaje, y bajo ésta, un enterizo de cuero que le permitía cualquier tipo de movimiento brusco, zapatos de tacón y el cabello, por primera vez en su vida, recogido en una trenza cocida pegada al cuero cabelludo. Girando sobre sus talones, desapareció, y momentos después se hallaba a cien metros de la verja que daba paso al castillo de la familia Haughton, ―Expecto Patronum― murmuró casi en un hilo de voz, su rostro, perfectamente oculto tras un antifaz de luz blanco con destellos azules, protegiendo su identidad, primero que nada.

 

Frente a sus ojos, cientos de hilos plateados fueron uniéndose hasta formar la figura imponente de una Loba, Huargo, adulta, pelaje albino, enormes ojos azules, mirada amenazante y aullido lastimero, ―Al fin― pensó suspirando, su Patronus había regresado desde el día en que había aceptado su maternidad. Ésta, iría con un único mensaje a sus compañeros, quienes acudirían al lugar, lo más pronto posible.

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Un patronus con la forma de una loba albina con aspecto fiero ilumino mi habitación. La voz de la Macnair salió fuerte y clara. Asentí al animal, haciéndole una ligera carantoña. Tanto la templaría como yo poseíamos una afinidad notable con aquellas bellas criaturas. No tenía mucho tiempo, sabia de la poca paciencia de la joven y no podía dejar sola ante su sorpresiva incursión.


Pase mi varita mágica por el rostro, creando asi una luz que impedía al resto del mundo reconocer mis facciones, asi como tampoco podían descubrir mi voz, pues esta estaba distorsionada. Tal cual estaba; un pantalón corto de seda y una camiseta de tirantes de una tonalidad burdeos, gire sobre mis talones para ir hacia mi destino, aquel que estaba marcado por los ideales de un bando unido como era la orden del fénix.


Dos segundos después hice acto de presencia a cincuenta metros de las verjas que separaban los terrenos de la familia Haughton de las callejuelas de Ottery, comunidad mágica por excelencia. Mis botas altas marcaron mi huella en el camino, dejando en claro que yo no era una bruja más, si no una de las fenixianos que cambiaría la historia y vencería al fin a los seguidores de aquel patético mago llamado Tom Riddle


- Buenas noches – Salude sin más.

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Arya sonrió, de todas las personas dentro del Bando, era a ella a quién claramente esperaba, con un asentir de cabeza la saludó al tiempo que su mano derecha abría la verja de entrada para que ningún ruido advirtiese a los dueños de casa de dos peligrosas féminas habían llegado a alborotar un poco las aguas. Escabulléndose entre las sombras, como una más en medio de la noche, se dio a la carrera sin saber si Lisa la seguía o no, después de todo, tenía demasiada adrenalina acumulada, jugar el papel de madre y esposa eran reprimir todas sus convicciones y su naturaleza de guerrera que ese último tiempo había aflorado gracias al entrenamiento que su compañera le daba.

 

―Vamos, vamos― Pensó con fervor, si no se equivocaba, aun conservaban una fuerte conexión mental.

 

Atravesaron juntas un frondoso y escalofriante bosque, los sonidos y los animales nocturnos daban qué pensar, su mente imaginaba demasiado y eso le provocaba temblores, la pelirroja se asustaba con facilidad en las noches, creía en fantasmas, pero no de los buenos, aun temía a los espectros que la visitaban cuando se encontraba sola en casa. Al llegar a una bifurcación miró a la Delacour y no hizo falta preguntar, se había detenido un instante, solo para verla alejarse por el camino del medio, para ella tomar el de la izquierda, ―Céntrate― se dijo, de perderse, no podría regresar.

 

Tras varios minutos de correr, se detuvo frente a un muro de piedra, contuvo la respiración y pasó a tientas por un hueco que allí había, pudo respirar cuando notó nuevamente la brisa rozar sus mejillas, y ante ella se encontraba el establo de la familia junto con las caballerizas y demás albergue para los animales, no pretendía hacerles daño, ella estaba en contra de aquello, y éstos no se alterarían al verla, después de todo, su alma era pura al igual que su aura.

 

―Comencemos― Musitó.

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Ingrese a los terrenos. El castillo de la familia Haughton era un hervidero de gente asociada al clan de la oscuridad, pero eso no me daba ningún miedo, es más, me hacía querer conocer más el simbolismo de sus patriarcas y el porqué de sus actos. La verja se abrió al toque de mi varita y elegí, como siempre hacia, después de atravesar el pequeño bosque, el camino del medio, el cual me conducía directamente al hogar.


No tarde demasiado en llegar hasta la portezuela que me daba acceso a los secretos de la estructura. La abrí, también a golpe de magia y sin más, camine hasta subir al piso primero, lugar donde se hallaban varias habitaciones, todas ellas cerradas. Un largo pasillo se abría ante mí y miles de posibilidades. No era muy ancho, pero serviría de salón de duelos si algún rival intentaba detener mi avance.


Gracias a la conexión que poseía con la Lockhart sabía dónde y cómo se hallaba en cada momento. También podía contactar con ella en caso de peligro, ¿Qué hacer ahora? Solo cabía esperar. Ansiaba una lucha.

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Su cuerpo estaba tumbado sobre la mullida cama, revolviéndose de cuando en cuando bajo las sabanas de seda. No sentía ganas de salir a cazar su cena, no tenía necesidad de hacerlo, ya que un par de bocadillos estaban dispuestos dentro de dos jaulas que pendían del techo de su alcoba-Deberían agradecer que no me los he comido todavía…-rodeando sus orbes lapislázulis salto de la cama en el acto-¿Qué demonios?...-se alertó en el acto ante una sensación que invadía toda su anatomía-Deben estar b romeando…-chasqueando su lengua cubrió su marmórea faz con una máscara azul metálico-Si tanto desean dar lata…-sonrió dejándose ese lóbrego gesto para ella-Pues les enseñare a dar lata de verdad…-apareciendo su varita en sui diestra deslizo la punta de la misma sobre su antebrazo izquierdo.

 

-Morsmorde…-sentenció la Malfoy enviando el llamado a sus compañeros de bando-A darles lo que se merecen…-quedando desnuda ante el espejo de cuerpo completo que estaba en su habitación, sintió el frio metal de su katana rozar su nívea piel-Has llegado en un buen momento…-parafraseo tras invocar su katana, aquella fiel amiga que siempre le acompañaba dentro de las batallas-Ha llegado la hora…-abriendo las puertas de su alcoba de par en par, agenciándose todo el cuarto piso para usarlo a su favor y en contra de sus enemigas. Posicionándose en el pasillo que daba acceso a su habitación, delineo con sus orbes azul oscuro las posibilidades de usar infinidad de estrategias.

 

-Vengan a buscar su muerte…-siseò cual serpiente, deseando clavar sus colmillos en la impura carne de las Fenixianas que osaban meterse en los dominios de su familia.

         Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

                 The-Gooddes-Kah     

 Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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~Leah Atkins



-Vaya, viven.


Como un latigazo de emociones procedentes del dolor en su brazo, la adrenalina empezó a recorrer su anatomía al sentir el llamado. La Marca Tenebrosa había cobrado vida en su piel blanquecina, haciendo que las serpientes se movieran entorno a la calavera del tatuaje. Con las pupilas dilatadas de la misma excitación, la rubia se a acariciar la figura de aquél tatuaje que la señalaba como una mortífaga. Casi tan pronto como sus dedos se cerraron entorno a la varita, siempre dentro de su bolsillo, la ropa desapareció de su cuerpo y la máscara de plata apareció en su rostro.


-Buenas... -saludó arrastrando las palabras, moviendo la cabeza en un asentimiento hacia sus colegas de bando-. ¿Cómo han estado, mis pequeñas serpientes? Habían estado muy callados.


Hacía dos minutos apenas, la figura de la Atkins había roto la tranquilidad que llenaba el lugar... de momento. Desapareció del castillo de su familia, la Ivashkov, llegando casi instantáneamente a los jardines de la familia Haughton. Estaría a cuatro metros de sus compañeros, cualquier cosa morpheable y la prudente cantidad de ocho metro de sus contrincantes fenixianos, aún fuera de los terrenos de la familia. Estaba lista para atacar, completamente desnuda y expuesta al clima, sabiendo de por sí que debía empezar a prepararse para la batalla que posiblemente se acercaba con cada respiro.


-Vamos a divertirnos hoy, mi amor -sentenció, apretando ligeramente a Texia en sus dedos.

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Sentí el aura oscura de los guerreros de la marca y actué, con aplomo y coherencia


- Morphos – Conjure al tiempo que apuntaba en dirección a lo que parecía ser un florero enorme. Este mediría aproximadamente un metro y medio y era redondo. Se hallaba a cinco metros de mi persona. Muto, convirtiéndose en un lobo adulto de oscuro pelaje. Media setenta centímetros desde el suelo hasta la cabeza y metro y medio desde la cola al hocico. Poseía velocidad y unas garras afiladísimas, al igual que sus colmillos. Agilidad, velocidad y fuerza, todo lo que necesitaba.


Mi situación era estratégica, estaba ante las puertas cerradas de un balcón, a cinco de todo objeto mutable y a diez de todo rival que se acercase a mí.


- Morphos – Una moneda que yo misma habia tirado, también muto, convirtiéndose en una araña viuda negra, a mis órdenes, que se perdió por el pasillo del primer piso. Atacaría si yo se lo ordenaba. Mi lobo estaba a cinco metros de mi, tambien atento, me defenderia.

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Era una suerte que los dos hogares del Nigromante se encontraran próximos entre sí. Aunque bueno, no tanto. El castillo de los Ivashkov se encontraba en Rumania, solo que al tocar la verja que limitaba sus terrenos sería transportado a las calles de Ottery, de donde podría llegar con facilidad al hogar de cualquier otra familia inglesa. En esa oportunidad aprovechó la cercanía y eso fue lo que hizo.


Las calles del pueblo se encontraban en inquietante silencio. Amaba la tranquilidad que el zumbar del viento como único sonido le dejaba, pero en ese instante resultaba extraño. El ardor en su antebrazo izquierdo se extendía hasta sus codos, hasta donde tuvo que arremangar su camisa azul marino para quedar más cómodo. El resto de su atuendo consistía en un pantalón oscuro junto con zapatos a juego. Recientemente había contratado el servicio de antiaparición en su hogar, y para recibir a la trabajadora del ministerio quiso estar presentable.


Estuvo caminando por escasos minutos hasta divisar el castillo de la familia Haughton y detenerse en seco. Su rostro ya era cubierto por una máscara negra con detalles en rojo, característico de su nivel mágico dentro del bando. Miró a ambos lados para asegurarse de que nadie estuviera cerca y caminó unos metros más hasta percatarse de la silueta de una bruja que avanzaba con cierta prisa al interior de los terrenos del castillo.


– No sé por qué tanta prisa, nada bueno debe ser –. Murmuró el vampiro al tiempo que echaba a correr hasta llegar al jardín del castillo Haughton. La mujer había ingresado y hasta ahora desconocía su posición, luego la buscaría por todo el lugar.


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