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►—Castillo Crowley—◄


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Antes de la fiesta con sus hijas (esperando que arda Troya)



—Bien Nats, te espero en la fiesta entonces

Le pareció correcto que Nats evitara la pelea, aunque decepcionante que esta no se diera, un enfrentamiento entre ellas en un duelo seria muy interesante, ver el nivel y manejo de sus hechizos en acción y ganar alguna apuesta en el proceso no estaba demás. La Crowley pisó los restos del alhajero dejándolos solos.

Fokker no era del tipo que se enojaba con facilidad, pero luego de casi ser alcanzado por tal objeto se estaba controlando para no replicar su actitud de manera muy poco elegante. Saco la varita y apunto al piso, un Reparo y Wingardium Leviosa fueron suficientes para dejar el objeto intacto en su lugar. Camino hasta estar a su altura y tomar el sobre que le tendía, no le gustaba para nada su actitud, y conocía que nada bueno tenia aquel sobre, algo que comprobó apenas abrió el sobre.

—¿¡Qué significa esto Isabella?

Dijo con sus orbes de color rojo incendiándose, cualquiera persona se asustaría al verlo, pero Isabella no era cualquiera, y el Crowley lo sabia.

—¿Me vas a explicar que es esto, o tengo que ir a preguntarle al supuesto novio?

@ @@Nats Rambaldi Crowley



con Ariadna en la fiesta


—La verdad son solo cosas que pasaron, no me molestaron para nada, y me agrada la idea que tu tampoco te lo tomes a mal. Fuera de eso fue una noche divertida, y una manera rara de conocer a una hermana. Era evidente que saber que no tenían ningún vinculo de sangre distendió el animo del Crowley, y en sus palabras se notaba ese cambio.

¡Espera!— exclamó sonriente al ser tomado por sorpresa, termino como pudo el contenido de su vaso y lo dejo en la mesa, y seguirla al centro de la sala. Se olvido que estaba en la Crowley, entre tanta novedad se podía justificar su despiste. El ritmo de la música era muy apropiado para la ocasión, nada festivo. Y en tanto no fuera a perder el paso, todo iría bien. La idea de la Macnair era agradable

—¡Claro! es una excelente idea. me leíste la mente—confirmo, llevando el ritmo del baile. Una vez terminada la canción, así que el Cygnus busco su varita en sus bolsillos y con una semisonrisa miro al gordito bonachón, sin saber lo que le esperaba.

¿¡Lista!? — espero que Ary se alistara —¿Con que empezamos? la maldición cruciatus es perfecta para empezar.

Camino acercándose lentamente al hombre. Y apunto con su varita —Las damas primero, vamos hermanita, dale con todo— cedió el puesto a la joven, y una vez que se dio el primer golpe, él continuo.

—Esto es por todos los niños que jamas recibieron un regalo en Navidad —¡Crucio!

A pesar de intentar contener sus instintos de demonio, no lograba hacerlo, y en ocasiones como esta aprovechaba para dejar fluir todos sus instintos asesinos con libertad.


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Editado por Fokker

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Una sonrisa de satisfacción se había plasmado en su afilado rostro mientras observaba como los ojos de su propio padre se encendían poco a poco al descubrir que ella se casaría en muy poco tiempo. —Por favor… no te hagas. ¿A caso no sabes lo que una boda significa? — Sus labios rojos carmín se volvieron a curvar, pero esta vez su sonrisa se ensanchó, se notaba a legua que en verdad estaba disfrutando todo aquello.

 

—Sabes perfectamente que este momento llegaría en cualquier momento, debiste estar preparado —. Comentó como si aquello hubiese sido la cosa más insignificante del mundo. — Tenemos un hijo ¿el querer casarnos te resulta extraño? — Inquirió mientras contemplaba sus uñas con cierto aburrimiento.

 

Esperaba aquella reacción de su padre, por más que se había separado de su lado hace varios años, los suficiente como para que le perdiera el rastro, estaba consiente que el solo hecho de saber que tenía una relación con alguien le molestaba de sobremanera, en especial porque desconocía completamente al sujeto que se había ganado el cariño de la Hawthorne. Aquel cariño que la rubia le había tenía alguna vez a Fokker pero ahora había sido reemplazado por un sentimiento completamente diferente similar a la indiferencia.

 

—Si te invito a mi boda es solo por el título que llevas. Quiera o no eres mi padre por más que por mis venas no corra tu misma sangre —. Aquellas palabras tajantes salieron de su boca cargadas de veneno mientras tomaba su bolso y avanzaba hasta la puerta, esquivando la silueta del Crowley.

 

@Fokker

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  • 2 semanas más tarde...

La espera a las afueras del castillo se había hecho corta, ya que al parecer los elfos del lugar estaban bien preparados para acudir rápidamente cuando un invitado llegaba. Caminó a la par del elfo prestando atención a cada detalle que la rodeaba, se sentía como si la hubiesen transportado hacia otro mundo completamente distinto al cual estaba acostumbrada. En ese momento recordó sus días en el orfanato muggle en el que había tenido que vivir los años más largos de su vida y algo en la decoración del lugar le recordaba a un programa animado que los niños solían ver, solo que en ese momento no recordaba el nombre.

 

No había caído en cuenta de que ya estaba en la fiesta hasta que Nicole la abrazó a modo de saludo. Hasta el momento no eran demasiadas personas, pero esperaba que pronto llegaran más para que la fiesta fuera divertida. Le dirigió una sonrisa a los presentes cuando su prima la presento y luego vio como dos de ellos se alejaban hacia otra zona del salón, seguramente para poder platicar a solas.

 

Creo que tu más que nadie sabe que no me gusta bailar— comentó a su prima dirigiéndole una sonrisa—¿Estas tan segura de querer darme algo de beber?— preguntó curiosa al notar como esta le daba un vaso de vodka, pero su prima estaba muy equivocada sin con eso pretendía hacer que la joven se dignase a bailar un rato—Te recuerdo que eres tú la que me dice que soy muy pequeña para esto, no sé si tomare— agregó con una sonrisa burlona en sus labios, solo para ver que le decía su prima.

 

¿Ese es un muñeco o es un hombre de verdad?— preguntó llevando su mirada hacía lo que parecía ser un hombre bastante mayor, pero no lograba entender porque estaba en esas circunstancias. —¿Y que se supone que le están haciendo?— cuestionó al ver que el hombre se retorcía de dolor, ¿Sería solo un efecto o es que le estaban causando daño? Si no se equivocaba podría jurar que era un hombre y que lo estaban torturando, pero tendría que ver más de cerca para saber si eso era cierto.

 

Mientras esperaba las respuestas de su prima decidió beber el vaso de vodka de una buena vez, pretendiendo así quitar todos los pensamientos que le habían llegado a la mente luego de ver al hombre en esas condiciones.

 

@@Nicole Evans Crowley

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  • 1 mes más tarde...

La música sonaba y poco en poco el ambiente mejoraba a pesar de que los invitados eran pocos, aquello a la chica no le importo pues habia salido mejor de lo planeado para algo de ultimo momento.

 

-La verdad me preocupa un poco como te puedas poner- hablo en dirección a su prima -Tu eres agresiva no se como te comportarías con el alcohol corriendo por tu organismo- bebió un gran sorbo de su vaso, la bebida corrió por su garganta llevando un calor a través de todo su cuerpo; ella no solía beber pero desde que llego a la Evans eso habia cambiado.

 

-Es el verdadero Papa Noel, no se como es que los elfos lograron capturarlo....- la chica se giro y se detuvo en seco al ver lo que Fokker y su compañera estaban haciendo, de manera instantánea y casi sin pensarlo solto el vaso que cayo de manera estrepitosa derramando su contenido por el suelo, saco la varita de entre los pliegues de su ropa y corrió hasta donde se encontraba el joven sin girarse para mirar si su prima la seguía.

 

No quería tener problemas con el chico pues le habia agradado desde el primer momento y era la única persona en el castillo con la cual convivía pero lo que estaba haciendo iba en contra de los principios de la chica que al llegar a su lado lo tomo del brazo obligandolo a que la mirara.

 

-¿Que se supone que estas haciendo?- levanto la cabeza y miro al joven a los ojos, el enojo e incredulidad se reflejaban en sus finos rasgos mientras miraba ferozmente al Crowley.

 

@ @Fokker

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  • 3 semanas más tarde...

Joey Fokker Crowley

 

El silencio del castillo en aquella mañana no lo sorprendió para nada, las voces y sonrisas, las fiestas y reuniones no estaban reservadas para monumental estructura. La quietud de las paredes, que escondían secretos aun sin descubrir, no transmitía más sonido que el eco de su respiración al dormir. El muchacho de cabellos oscuros despertó antes de que el despertador sonará, a veces se preguntaba si era necesario utilizarlo, podría cambiarlo por una cámara fotográfica.

 

Permaneció con los ojos cerrados esperando que el artefacto cumpliera con su trabajo. Se acomodó un poco entre las sabanas de su cama, estirando los músculos de su cuerpo, hace mucho no dormía de esa manera, como el mismo diría ya le hacía falta un buen descanso. Aprovechó los minutos para establecer la rutina que seguiría ese día. Una rutina que se había vuelto terriblemente tediosa y rutinaria, hace mucho que no tenía alguna aventura, como llamaba cada acción que rompía la monotonía de su vida.

 

El despertador sonó finalmente, el chico dejó que emitiera aquel bip bip hasta que se detuvo por sí solo, momento que escogió para abrir los ojos y cerrarlos casi de inmediato lacerados por la luz del sol que inundaba su habitación. Instintivamente llevó sus manos a ellos, restregándolos, con la esperanza vana de que eso ayudara a sobrellevar el martirio. Finalmente estiro sus brazos, la marca tenebrosa se distinguía claramente en uno de ellos, y se sentó en el borde de su cama, llevaba por pijama unos boxers verdes. Sobre la mesa de noche estaba lo necesario, además del reloj despertador, estaban una varita de ébano, un vaso, un libro que estaba marcado en las últimas hojas. Estuvo sin leerlo por varios semanas, no porque no le gustara, solo no quería finalizarlo porque sentía que tenía que disfrutarlo más. Finalmente, unas llaves completaban la colección, pertenecían a la moto oscura, la primera que tuvo, que hace mucho no conducía.

 

Tomó un relajante baño, dejando que el agua fría terminara por despejarlo y sacarlo del mundo de los sueños, pero una idea comenzó a tomar forma en su mente. Salió de la ducha, con la toalla amarrada a su cintura y antes de vestirse tomó aquel libro y se sentó nuevamente en su cama, era el momento de terminarlo. Leyó algunas páginas antes que su halcón ingresara volando interrumpiendo su lectura, en el momento que acababa de leer una frase interesante.

 

Fokker cerró el libro para darle atención al ave, que luego se posó en el dintel de su ventana antes de desaparecer en los terrenos del Castillo. El Crowley aprovecho para vestirse. Escogió unos jeans negros y zapatos del mismo color, iba a completar su atuendo con la habitual camisa, pero se detuvo para observar su reflejo en el espejo. Resaltaban la cicatriz en su hombro derecho y la de su rostro que bordeaba el ojo derecho. Pasó una mano por su rostro, al mismo tiempo que decidía no afeitarse, se echó alguna loción. Optó que portaría una camiseta de color rojo y negro, un regalo de su esposa. Cada vez aquella idea maduraba más empezando a tomar forma.

 

No iba a desayunar, en cambio abrió su armario y saco una espada, aquella con la que había entrenado por mucho tiempo, la blandió en el aire un par de veces para dejarla en su lugar. Se acercó a la mesa de noche para tomar su varita la guardó, y luego de dudarlo un poco, agarró las llaves también. Pero le faltaba algo, abrió el cajón y tomo el anillo de oro y se colocó, cerro el cajón bruscamente, y salió raudo de la habitación.

 

Sus pasos pasaron inadvertidos en el largo camino hacia el vestíbulo principal y luego a la salida, la moto negra estaba estacionada junto delante de la entrada, como si hubiera sabido que su dueño la necesitaba. Fokker sonrió, una casaca oscura pendía del manubrio, se puso la prenda. Decidió que si las aventuras no venían hacia él, él iría por ellas, y esta sería una gran aventura, una de sus locuras, esas decisiones que nunca las pensaba, una de esas ideas que surgían de la nada.

 

De uno de los bolsillos de la casaca negra, sacó unos lentes oscuros. Pasó una mano por su cabellera en señal de extrema confianza, introdujo la llave en el contacto y encendió el artefacto, hizo rugir el motor con gran furia. En ningún momento miró hacia atrás, porque no era un adiós, volvería cuando cumpliera su objetivo. Se impulsó con un pie, dejando que la moto se deslizara suavemente en dirección a la verja que se abrió lentamente, la cual cruzó recordando la última frase que leyó en el libro.

 

<<La única manera de descubrir los límites de lo posible es aventurarse un poco más allá de dichos límites, en lo imposible>>

 

La motocicleta empezaba a tomar impulso alejándose, pronto el silencio volvería a establecerse en el Castillo Crowley. La sonrisa se dibujó en el rostro de Fokker, mientras sentía el aire y la velocidad, ya había decidido que iría a buscarla, como hace 17 años lo hizo, y esperaba esta vez tener una mejor suerte. Además, creía firmemente que Helen se adelantaría a sus acciones, y que no se dejaría encontrar fácilmente. Una especie de juego que iniciaron en el Colegio, pero... aunque rompería su promesa, que es la vida sin un poco de diversión, que es la vida sin un poco de emoción...

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  • 2 meses más tarde...

Vacío Onírico, la nada absoluta.


—¿A donde vas? —La voz seca que surgía tras él, rasgaba el silencio y halaba de nuevo su cuerpo hacía el profundo abismo.

—A mi hogar —Respondió León o lo que quedaba de él, pataleando y lanzando brazada tras brazada, intentando librarse.

El Estigia se había consumido ya en la sombra que lo envolvía y los gritos desesperados se habían fundido en un leve zumbido constante, como el de una plaga de ashwinders, que rayaba en el silencio; pero el sabor a sangre aún permanecía en su boca, como una especie de recordatorio de todo lo que había sentido si de alguna forma forma podía decirse. El único sentido que el vórtice dantesco le había permitido conservar era el gusto, no por que fuera benevolente, sino por el espeso sabor a hierro que permanecía intacto.

—¿Hogar? —respondió el abismo— ¿Crees que tienes uno?

—Claro que si —Respondió el holandés con un dejo de enojo en sus palabras—, el Castillo Crowley es mi casa.

—Tener un hogar no es lo mismo que tener una casa.

El incomodo silencio se prolongo por más de lo que León le hubiera gustado, no porque algo le impidiera hablar sino porque en su interior, sabía que el abismo, que bien podría ser el demonio de muchas cabezas, tenía algo de razón. Llevaba más de 15 años de re-fundado el castillo Crowley y no había alcanzado a pasar más de tres meses en ese lugar. Bien fuera por sus búsquedas de la verdad absoluta o por sus ocasionales fugas con amantes ocasionales -unas mas largas que otras-, iba a su castillo a recoger ropa o algunos objetos personales. Cuando pasaba más tiempo, era en sus profundos sueños durante los cuales no podía compartir con nadie.

Hogar no lo hace una persona, lo hace una familia, y si bien no he pasado mucho tiempo allí, hay quienes si. Mis hermanos y mis hijos hacen del castillo un hogar habitable y agradable, tienen que hacerlo por...

—¿Tienen? —interrumpió la voz rasgada con tono de burla—, ¿tienen algún tipo de obligación contigo? ¿Has tenido algún tipo de responsabilidad con ellos?

De nuevo el golpe justo en la razón. Si, era verdad, no tenían porque hacerlo. Claudia tal, por ser matriarca, incluso Andres si algún día volvía en sus cabales, pero no sus hijos. Podría enumerar cuales de ellos vivían en la mansión de piedra caliza de la familia, pero no podría decir a cuales de ellos había recibido personalmente, a cuales les habría abierto la puerta e invitado a que establecieran su familia y sus raíces allí. Siempre lo hacía Arthur, o Rhyfs en su defecto, pero no él. Siempre muy ocupado, siempre muy distante.

—No —respondió el Crowley rindiéndose a la fuerza que lo halaba hacia el profundo abismos, hacia la oscuridad. Pronto no fue más que eso, una risa siniestra que se fue fundiendo en el silencio que lo abrigaba todo, pronto no quedaba nada, nadie. Ni él mismo.

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Castillo Crowley, Alcoba de León - Una tarde de Junio

Un brillo irritante, entre ocre y naranja se colaba por las pestañas lisas del pelinegro que yacía sobre la cama de roble, en la pared oriental de la habitación que parecía no haber sido arreglada en mucho tiempo. Bandejas con comida en un avanzado estado de descomposición abundaban en el costado derecho de la cama donde un cajón de madera hacía de mesa improvisaba, cuencos de jarro con vestigios de pócimas y brebajes repletos de chizpurfles, cristales de pipetas y espejos rotos con plumas de billywing, rotos en el suelo y alguna que otra hoja de luparia o belladona por aquí y allá por no decir más, demostraban que hace mucho no se ingresaba a dicha habitación o de hacerse, no se ponía empeño en arreglarla.

Las enorme y pesadas cortinas escarlata dejaban entre si un pequeño espacio, pero suficiente para que un rebelde rayo de luz del astro rey, se abriera paso entre ellas y se posara en el rostro demacrado y cansado del hombre que yacía sobre las sucias sabanas y cuyos parpados empezaron a moverse lenta y pesadamente, como si lo hicieran por primera vez; trató de llevar los brazos al rostro ocultándose del sol, solo para darse cuenta que la fuerza lo había abandonado de su cuerpo hacía mucho y la masa muscular estaba reducida a cero.

—¡Art... —interrumpió el llamado al elfo al sentir de golpe la bocanada de aire fétido y pútrido que inundaba la habitación. La experiencia que la agencia consultiva de plagas le dio en algún momento de su vida y los conocimientos que como profesor de criaturas mágicas debía tener, le permitían determinar que una fuerte plaga de bundimun se había apoderado de su propia alcoba. Entendía perfectamente la forma de obrar de la madre naturaleza, lo que no entendía era como su elfo personal había permitido eso.

—¡ARTHUR! —logró espetar al fin con voz débil, pero firme mientras lograba incorporar su cuerpo y sentarse—, ¿qué es este desastre que tengo por habitación?.

 

Normalmente, luego de uno de esos gritos y tras algún periodo de tiempo en el sueño de Odin, el elfo aparecía con una botella de poción revitalizante y vodka, como desde hacía muchos años venía haciéndolo. Sin embargo, para sorpresa del holandés, tuvo que esperar algunos minutos para que alguien apareciera en su presencia y no era precisamente su elfo personal: Rhyfs, elfo mayordomo del castillo hizo su aparición frente al patriarca. El rostro del elfo mezclaba confusión con temor, como una película de James Wan.

 

—Rhyfs, ¿Qué haces acá? Llamé a Arthur, no a ti, dile que venga. ¡Ahora!

 

—Ahmm Amo Crowley... No sabíamos que... —esbozó el elfo con la voz débil y temblorosa—. Arthur... hace un año....

 

—Habla claro elfo idi*** —interrumpió León enojado.

 

—Ya hace tres años que no sabíamos nada de usted y....—respondió Rhyfs mientras una lagrima se le escapaba por la mejilla— ...Arthur falleció hace un año.

 

 

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¿Qué hacia ahí?, nadie lo sabía, ¿cómo entro allí? esa era la pregunta correcta.

 

Aquel chico amante de las apuestas y de la vida fácil, también había aprendido a vivir del engaño y robo de muchas mansiones. No se podía sobrevivir solo de la suerte para ganar algún dinero y el hecho de que arriesgara grandes cantidades de dinero sin importar perderlo estaba claramente definido porque no todo su dinero era legal.

 

De su visita al casino de Joa, logro averiguar algunos detalles de la joven dueña. El primero que pertenecía a la familia Crowley, junto al pequeño detalle que esta estaba asentada en un gran Castillo. Monumental estructura que sin embargo no parecía albergar rastros de vida, siendo un espléndido blanco para efectuar una pequeña recuperación económica, o mejor dicho de obtener algunos fondos extras por si los necesitaba.

 

<<Nunca se sabe, que te depare el futuro>> pensó esa frase que siempre tenía muy presente.

 

No fue difícil franquear las rejas que rodeaban el Castillo, caminar sigilosamente por los terrenos del mismo fue mucho más fácil de lo que esperaba. La luz de la luna nueva era muy tenue para ponerlo al descubierto. Además portaba una capa con capucha oscura para pasar desapercibido. Decidió entrar por las cocinas.

 

Una vez que estuvo dentro se quitó la capucha, comprobó entonces por la quietud del castillo que estaba totalmente solo.

 

—Lumus!— exclamó en un suave murmullo, la luz era tenue pero suficiente para observar la amplitud de la habitación. Exageradamente grande para su gusto, le parecía un desperdicio de espacio para una familia que parecía componerse de un par de personas y varios elfos.

 

—Bien dicen que los ricos solo desperdician su dinero— suspiró y empezó con su “trabajo”

 

Abrió algunas gavetas y comenzó a llenar una bolsa sin fondo con los diversos cubiertos de fina plata que serán pagados muy bien en el mercado negro, pero no de Londres, donde seria fácilmente descubiertos. Las conservaría y las vendería en otro país, quizás Italia. Esa era la manera ideada para no ser descubierto, nadie podría adivinar de donde es que sacaba los productos que vendía, y si la situación era muy apremiante, bien podía fundir la plata y comerciarla.

 

Pronto dejo las cocinas, tampoco se iba a llevar todo, camino en dirección a la sala, para proseguir con su trabajo antes de subir a la zona de las habitaciones. Reviso varias gavetas y se hizo de algo de la fina cristalería del castillo, y algunas pinturas que consideraba valiosas.

 

Tardó mucho en llegar a los pisos superiores y más a la zona de habitaciones.

 

<<Deberían tener un mapa junto a la entrada>> pensó con burla e indignación.

 

Entro a alguna de las habitaciones, pero muchas estaban vacías, o no tenían nada interesante para comerciar. Era muy probable que todos los bienes de valor se encontraran en Gringotts, dejando solo las chucherías inservibles en las habitaciones, provocando una gran decepción en el Kessler.

 

—¡Bah! Esto es perder el tiempo— espeto con furia, mientras iluminaba otra habitación con su varita, una espada estaba colgada en la pared. Hasta ahora no había dado con la habitación de la Macnair, pero si era cierto que ella tampoco pasaba por el castillo tampoco hallaría algo de valor. Un ruido lo puso en alerta, rápidamente el chico se oculto en una de las habitaciones, atento a no ser descubierto…

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¿Desde cuándo no ponía un pie dentro del castillo? ¿Un año ya? Todo parecía más oscuro, más silencioso de lo que recordaba, más… abandonado. Él suelo estaba tan pulido como podía estarlo; los muebles en su lugar, las cortinas, cuadros… todo en perfecto orden. Al final Claudia tenía el castillo perfecto que tanto había dicho querer, sin intrusos, pero ni siquiera ella estaba allí para disfrutarlo. Tampoco es que la Macnair pudiese decir con exactitud cuántas almas perdidas –y de quienes- seguían deambulando dentro de aquellos muros, no había sido capaz de tropezar con alguna de ellas en su camino a la que solía ser su habitación, pero, sospechaba que de haber, no serían muchas.

León –tanto padre como hijo- pocas veces paraba en el castillo, Marissa y Velent… ¿hace cuánto no sabía de ellas? Sería tan inexacta al dar una fecha que daría lo mismo mentir; y Fokker… la razón por la que se había alejado de la familia y a quien ahora buscaba para intentar solucionar el est****o malentendido por el que habían discutido. ¿Estarían allí? Si la Crowley fuese una familia “normal”, como otras en Ottery, podría decir que seguramente cada miembro de ella, a tan altas horas de la noche, se encontraba durmiendo plácidamente en sus habitaciones; pero no lo eran, adivinar el paradero de alguno de ellos sería tan fácil como asaltar una bóveda de Gringotts.

Podría ir tocando cada puerta que se cruzase en su camino, golpear hasta que alguien abriese, la sacase de sus bisagras, o sus nudillos sangraran; casi lo necesitaba, el sentir que no era la única que respiraba dentro de aquellas gruesas y frías paredes, el romper el silencio que oprimía sus oídos de tal forma que realmente parecía un ente físico… Podría, pero, mientras su mente se desesperaba por la insoportable tranquilidad, sus piernas la dirigían con calma hasta la puerta de su propia habitación.

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  • 1 mes más tarde...

Era muy temprano por la mañana, la bruja y el elfo caminaban por los solitarios pasillos de aquel sombrío y majestuoso lugar. El Castillo Crowley habia sido su hogar desde hace ya algún tiempo; su tranquilidad y la ausencia de todos los miembros de la familia resultaba ser el lugar perfecto en el que ocultarse y disfrutar de la única compañía del pensamiento propio .... y Val quien se negaba a dejarla sola por mas que la chica le insistiera en que estaba bien, a pesar de que el elfo desobedecía una orden le alegraba la compañía que este le brindaba.

 

Doblaron al final del pasillo, sus pies descalzos no producían ningún sonido al andar, el susurro de su túnica contra los pulidos pisos se veía aumentado de intensidad debido al constante silencio que reinaba en el castillo, este sonido delataba su presencia.

 

-¿Ama cuando regresaremos al Castillo Evans?- la voz de Val rompió el encantador silencio.

 

-No hay nada que temer Val regresaremos pronto- la bruja sabia que el castillo Crowley no era el lugar favorito del domestico debido a su sobriedad y a los demás elfos domésticos que ahí habitaban siempre tan serios y mal encarados, todo lo contrario al hiperactivo y alegre Val.

 

-Pe..pero es que llevamos ya bastante tiempo a..qui, ama. Nunca hay nadie aquí, el ama esta siempre sola.

 

Val tenia razón; el motivo por el cual Nicole habia decidido quedarse en el Castillo Crowley era porque quería conocer a algunos de sus integrantes, eso si funciono, Fokker resulto ser muy agradable pero hacia semanas que no veía al chico. Ahora el porque no quería regresar al Castillo Evans era diferente.

 

Hace unos días habia recibido un pergamino con la noticia de que Romina, su prima e incondicional compañera, abandonaría la Evans McGonagall. Nicole sabia que podía seguir viendo a Romina pero no entendía porque la bruja tomaría aquella decisión, si bien sabia que su prima podía ser temperamental e impulsiva no encontraba una razón lógica para su partida.

 

Detuvo su andar y miro a Val, quien le regreso la mirada con una expresión de curiosidad en el rostro.

 

-Creo que es tiempo de que salgamos a dar un paseo, ¿Te parece?- el elfo comenzó a saltar de emoción, agitando la cabeza de manera afirmativa -Primero necesito enviar un mensaje a alguien....Vamos.

 

Dio media vuelta y camino rápidamente por los pasillos del castillo, llevaba tanto tiempo ahí metida que ya no se perdía y conocía varios lugares. Llegaron hasta unas enormes puertas de madera e ingresaron en el lugar, un estudio los aguardaba al otro lado, en el centro de la habitación habia un enorme escritorio con una silla igual de grande.

 

La Evans tomo asiento, busco en los cajones tinta, pluma y un pedazo de pergamino y garabateo una sencilla nota, al terminar la enrollo y se la entrego a Val.

 

-Entrega esto y regresas para que después salgamos- el domestico tomo el pergamino y desapareció con un "¡Puff!". La bruja se reclino en el respaldo de la silla.

 

 

Romina.

Deberíamos vernos para platicar pues hace mucho que no lo hacemos.

¿Te parece que nos veamos? En nuestro restaurante esta misma tarde. Envía tu respuesta con Val.

Atte: Nicole E. Crowley

 

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  • 1 mes más tarde...

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Nox pronuncio en un susurro inaudible y cruzó velozmente la puerta de la primera habitación que tuvo cerca. Pego la oreja a la misma y escuchó como poco a poco el ruido de unos tacones contra el piso se acercaban hacia donde estaba. se notaba que la persona que llegaba estaba muy desanimada por la lentitud de sus pasos, a menos que fuera una anciana. Eso debia ser, alguna de las señoras del a Crowley habia llegado de algun viaje para su mala suerte, o quizas buena suerte.

 

El Kessler suponia que en caso tuviera que enfrentarla seria mas facil de controlar. En todo caso tampoco era malo en los duelos, y si requeria de un escape rápido, tenia algunos trucos bajo la manga. Escucho como los pasos se acercaban y se detenian cerca. Contuvo la respiración esperando que siguieran de largo, para su mala fortuna no fue asi.

 

La puerta frente a él se movio, y el chico solo atinó a correr lo mas sigilosamente que pudo hacia el armario, dejando tras la puerta la bolsa donde tenia guardado su botin. No cerro del todo la puerta del closet, para ver a quien tenia que enfrentar, grande fue su sorpresa al recnocer a la persona que habia ingresado y encendido la luz de la invitación.

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