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►—Castillo Crowley—◄


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El hipogrifo de blanco plumaje que hacía años Mey había bautizado como Indiana dio su vida en ese momento, interponiéndose al rayo del Avada Kedabra lanzado por Kritzai, razón por la cual la bruja aún se encontraba impoluta. Isaac por otro lado había muerto debido a los tres rayos que impactaron en su pecho porque, la distancia de diez metros de Mey no lo salvaba de recibirlos, si no que exceptuaba a cualquier otro mortífago de recibir uno de los tres rayos. Claramente a aquel mortífago le faltaban varias clases de duelos. Siendo silenciada por León, Mey aún si voz apuntó al cuerpo sin vida de Isaac pensando un Guardián, que alzó en vilo el cuerpo del mortífago convirtiéndolo así en una salvaje especie de zombie que no permitiría que nadie se lo llevara de allí.

 

-Liveracorpus!

 

Fue lo siguiente en decir apuntando a Pik, quien cayó de bruces al suelo. Así mismo, el cuerpo guardián de Isaac fue directo a Kritzai para acabar con él con toda la demencia de la que era posible. Fue entonces cuando Mey envió a su morphos viuda negra contra Radamantys para envenenarlo, con la orden de picarle en el cuello.

 

-Tripio Expelliarmus!

 

Fue su siguiente hechizo, enviando tres rayos: el primero impactó de lleno en León, el segundo a Kritzai (el cuerpo guardián de Isaac tenía la orden de no interponerse en el trayecto del rayo de Mey, mientras que el tercero impactaría de lleno León.Los dosmortífagos al querer huir se encontraban cercanos entre ellos. Estos rayos lograron hacer volar las varitas de sendos magos a unos cinco metros a su derecha. De esta manera, cegados y sin varita no podrían escapar para nada.

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Era momento de salir de ahí, se me ocurrió llevarme a los heridos, desde que llegué no tuve nada que hacer mis compañeros esta vez se encargaron de todo, así que al esar ileso, corrí por Adry y por Helen, para llevarmelas del lugar, estaban muertas y si habia aprendido bien, debía llevarmelas para evitar que las capturaran, así que las cargue una en cada uno de mis brazos, corriendo en el bosque me dirigí a la entrada del lugar.

 

- ¡Adiós! - Dije riendo mientras corría para desaparecer por las calles de Ottery llevándome al par de compañeras que ya cargaba en mis hombros, debía llevarlas a que las revivieran y si no estaba equivocado ese lugar era San Mungo, debía llevarlas, conocía a Helen, había estado en un bar con ella alguna vez, pero a Adry no, era triste aunque supiera que volverían a la vida, ver a unas compañeras en ese estado, me sentía culpable por llegar tarde y no poder evitar sus muertes, pero no había de otra, así que corrí mientras nadie se dió cuenta de mi salida del lugar.

"Si no quieres entender que hibernando están las brujas, amarrate a una escoba y vuela lejos... "


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El aire de victoria se podía respirar a distancia. La orden del fénix seguía implacable y así seguiría. No importaba cuantos mortifagos se interpusieran, ellos carecían de algo que le daba completa solidez al bando de la luz, la capacidad de sacrificio. La marca tenebrosa se ocultaba, huía como ratas en medio del estruendo y solo hacían acto de presencia cuando creían que era posible ganar una batalla, temían a los riesgos. Pero incluso así, cuando les tendían emboscadas, la Orden del Fénix ponía todo de su parte y muchas veces, la gran mayoría, resultaba victoriosa.

 

Extrajo su varita del cinturón y la blandió en los cielos, haciendo aparecer cientos de hilos de tonalidades naranjas. A diferencia de la marca tenebrosa, no lo hacían con afán de burla, sino en sentido de advertencia. Los seguidores de la luz se encargarían de erradicar la oscuridad, era mejor que lo tuvieran claro.

 

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Tomando con su mano derecha el cuerpo de Isaac, comenzó a arrastrarlo hasta donde había caído Kritzai. Los llevaba a rastras, de la manera en que le era posible. Una vez que llegasen a Abbadon los depositaria en una celda y no tendría que preocuparse mas de ellos, aunque seguramente se encargaría de visitarlos e intentar llevar una conversación amena, algo que la mayor parte del tiempo resultaba imposible. Manana saldría de nuevo en busca de nuevos mortifagos y pronto llenarían la cárcel, solo era cuestión de continuar su labor. Sin mas que hacer y habiendo abandonado los terrenos del castillo Crowley, desapareció con ambos mortifagos. No quedaba ningún rastro de ellos por Ottery.

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Todo había terminado mucho más rápido de lo esperado, el único pez gordo de la Marca presente en aquella oportunidad había sucumbido al poder de sendas Demon Hunters sin demasiada teatralidad, puesto que sus compañeros no habían podido ser los suficientemente rápidos como para salvarlo, o siquiera curarlo. Por otro Lado, Claudia, el objetivo principal de aquella reada se encontraba atadas de pies a cabeza, y el resto de los mortífagos también se encontraban perdidos. Si bien por distracción propia, un par de fenixianas habían resultado heridas, estas ya se encontraban camino a San Mungo para ser curadas, el resto de la Orden del Fénix presente en aquella oportunidad se encontraban ilesos.

 

Luego de quitarle el efecto del guardián a Isaac, Aimé pudo llevárselo junto a Kritzai a la prisión fenixiana. A su vez, ella misma también tenía un par de prisioneros que debía llevarse, Radamantys y León, a quienes se acercó con paso rápido, humedeciendo las botas con la nieve del suelo. Tomando a sendos magos por sus respectivos brazos los arrastró hacia la salida, seguida de cerca por Mei, quien se llevaba consigo a Claudia solamente.

 

-Nos vemos en Abaddon, compañeras.

 

Las saludó una vez hubo atravesado la salida de los terrenos circundantes de la residencia Crowley, ya en la calle, a varios metros de allí, donde podía desaparecerse, Mey alzó su brazo apuntando al cielo invocando una bella imagen de un fénix de fuego. La figura delave se adueñó automáticamente del paisaje ante ellas, para iluminar así toda la zona circundante, dejando un claro mensaje a los mortífagos y sus simpatizantes:

 

 

 

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Tras lo cual, aún teniendo a León y Radamantys por sus respectivos brazos, la bruja desapareció con ellos rumbo a la Torre de Abaddon, donde serían encarcelados debido a su vínculo con la Marca Tenebrosa.

 

La batalla había resultado ardua, con mucha más sangre de la que Mey hubiese deseado; y aún cuando esta supiese que la sangre derramada no era inocente en grado sumo, seguía revoloteando en su mente el precio que debía pagar por defender a los inocentes de aquellas personas. La Marca, después de todo, seguía queriendo dominar al mundo, a muggles y seres mágicos por igual, a squibs, a amigos y familiares de muggles a todos, creyendo en una superioridad de la raza absurda y resguardándose en una violencia extreña sin precendentes. Mey Potter Black hacía lo correcto, no lo fácil.

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Más de sus compañeros iban ingresando, a lo cual sonrió. Sintió cómo Aimé la curaba de las heridas de los dos fuegos malditos que había recibido de parte de Isaac con el fénix que había invocado y luego recibía la última curación con un episkey para la herida de la katana del mismo mortífago.

 

Hacía muchísimo tiempo que la castaña no resultaba tan herida, eso había que concedérselo al Ángel Caído, pero no era suficiente para hacerla caer por completo, hasta el momento permanecía en pie y aún daba batalla, aunque no había mucho ya para realizar realmente. Observó el escenario en su totalidad, todos los mortífagos que habían entrado, habían caído mientras que los de su bando estaban todos a salvo.

 

Se pasó una mano por el cabello, intentando arreglárselo lo mejor que pudo, pero le fue algo imposible. Maldición pensó a la vez que soltaba un bufido. De reojo alcanzó a ver que Aimé fue la primera en moverse para llevarse con ella a un par de mortífagos, y casi de inmediato la siguió Mey; por lo que, como sólo quedaba Claudia sin que la llevasen, la Delacour la apuntó con su varita e hizo que comenzara a levitar en el aire, estando ya atada y sin varita no podía hacer mucho.

 

Nos vemos – la saludó a la Potter Black y viendo que ambas dejaban algunos lindos hechizos representativos de la Orden del Fénix, ella no quiso ser menos, por lo que alzó la varita justo antes de salir del Castillo Crowley y en la entrada quedó gravada un bello cartel:

 

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Sin más, la castaña, con Claudia y Adryanie a su lado, ambas flotando suavemente unos centímetros del suelo, la siguieron por la calle por la cual transitaba y se alejó lo más que pudo con ambas muchachas. Al cabo de un rato, estando ya muy alejada de Ottery, tomó a la muerta y la atada y desapareció con rumbo a Abaddon.

 

 

OFF

Luego de una negociación entre Pik y Boss, llegaron al siguiente veredicto:

 

Marca Tenebrosa

Muertos y capturados: León Corvinus Crowley, Claudia Rambaldi Crowley, Pik Macnai (Isaac Macnair), Kritzai y Radamantys

Orden del Fénix
Muertos (deben pasar por SM): Helen Reyes y Adr.
Libres: El resto (?)
Eso es todo, saludos! :rolleyes:

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Casi todos los problemas que habían surgido se habían terminado. León se estaba recuperando y ya no había enemigos que quisieran atacar a los Crowley, así que en lineas bien generales, estaban a salvo. Lo positivo de la experiencia había sido, al menos para Marissa, que había dejado de preocuparse sólo de su bienestar y había considerado a todos los demás miembros de familia. Porque a fin de cuentas eso eran, familia. Los había unido, aunque todavía poco sabía de ellos. Tenía en cuenta que algunos ya se habían convertido en compañeros en su mismo bando, junto con ella. Así que se podía decir que sabía de manera fehaciente en quien de ellos podía confiar con ese aspecto.

 

De los demás podía decir poco, por no decir que casi no sabía quiénes eran. ¿Tendrían que ver con la figura que se veía en el castillo en esos momentos? Las marcas eran claras, hubo problemas en el lugar, de los que no se había enterado hasta llegar. Era normal que pasara eso, no era la primera vez que sufrían el ataque de miembros de la orden del fénix, pero ahora que sabía la verdad se preocupo un poco más. ¿Habrían lastimado a algún miembro de su familia? Caminaba en silencio los pasillos, no es que tenía miedo, sino que no quería llamar la atención. Le atraía muy poco hablar con alguien sin saber exactamente que paso, por lo que se dirigía a un lugar seguro, a hablar con alguien quién sin lugar a dudas se lo contaría.

 

Para su infortunio Jude no estaba donde ella supuso. Le había asignado una habitación pequeña continua a la de ella, para que pudiera manejarse como quisiera luego de sus labores, pero no había ni rastro del elfo allí. "Tal vez esta ordenando o limpiando alguna cosa, ya volverá. Siempre sabe donde estoy" pensó despreocupada y se volvió a su pieza, donde imaginó como sería de relajante el baño que le mandaría a preparar cuando volviese. Además de por la curiosidad, la rubia se moría de cansancio. Su agotamiento mental, causado por darle tantas vueltas al tema de Franko, se había transformado en físico al momento en que descubrió que había pasado tres días sin dormir. Al principio no lo había notado, pero luego se dio cuenta del estado deplorable en que se encontraba después de haber vagado por los bosques.

 

Apenas abrió la puerta, miro con encanto su cama, necesitaba un baño tanto como recostarse y dormir. También comer, pero la Black se olvidó de ese detalle. La vio tan hermosa, cómoda y mullida que le ocurrió lanzarse sobre ella, pero manteniendo la compostura, incluso en su estado solitario, se guió hacía el espejo y al asiento que había delante de la mesita. Allí tenía todas esas cosillas que se había autoregalado en los viajes, desde anillos, cadenas, hasta perfumes y algunos maquillajes. Las cosas habituales de una mujer coqueta, aunque ella no se consideraba así. Esas cosas eran más un agasajo que se daba de vez en cuando, casi nunca las usaba. Decoraban parte la habitación.

 

Tomó un cepillo de plata que tenía desde que era pequeña, y comenzó a acomodarse el cabello, de manera que fuera más fácil peinarlo. Le llevaría bastante tiempo, pero sería el suficiente para que Jude viniera a buscarla. Además su cabello ya estaba bastante enredado y sucio, sin mencionar que era demasiado largo y pesado. Trató de separarlo en partes, pero casi le fue imposible. Con cada movimiento le causaba dolor, así que desistió. ¿Tan molesto podía ser su pelo? "Esto es ridículo" El cabello, en su forma natural, ya superaba en largo a su cadera, se había vuelto molesto de llevar, así que se volvió a la opción fácil. Cortarlo.

 

¡JUDE! VEN AQUÍ AHORA — vociferó al elfo, esperando que la escuchara.

 

En ese mismo instante una raja se produjo en el vidrió del espejo, cortando la cara de Marissa en dos y creando dos más en el reflejo. "Siete años de mala suerte" recordó el significado de esa estú.pida costumbre, realmente no creía en eso, pero le afectó ver dos reflejos de ella misma. Eran tan diferentes e iguales a la vez, y no se reconocía en ninguno de ellos. Estaba horrible, eso lo sabía, pero no tenía la noción de haberse visto así antes. Se le habían marcados los pómulos, perfilado la cara y ¿era posible que se le haya agrandado la frente? Parecía un cadáver andante, un infieri pero no en tan mal estado.

 

Al poco tiempo de que el grito terminara de resonar, apareció Jude con una cara apreciable de pánico. Tenía un corte en la oreja de murciélago, otros más por los brazos y las manos vendadas. La Crowley jamás le había hecho daño a su elfo, no toleraba que les hagan daño a esas criaturas, eran demasiado serviciales, ellos mismos se lastimaban demasiado. Verlo así le afectó, sabía que él jamás se lastimaría, era un orden que le había impuesto de pequeña y nunca la había roto.

 

Señorita, lamento mucho la tardanza, he tenido algunos inconvenientes para regresar...

 

¿Regresar de dónde? — lo cortó la chica — ¿Dónde has estado y qué te ha pasado?

 

No me he ido del castillo, ama, he estado por aquí, viendo que tan parecido es comparado con el original. Viendo que tan seguro es para usted — explicó Jude, y se detuvo mirándose las heridas — y he llegado a la conclusión de que debería irse, señorita, hay peligros aquí. No es nada para un elfo, por ser un elfo, pero usted, aun siendo un Crowley corre peligro.

 

¿Qué? ¿Peligro? — dijo las palabras confundida — Jude, ya pasó todo. Se aclararon los problemas, ya nadie nos quiere hacer daño, el hijo perdido del otro Crowley ya sabe quién es, esta bien, se fue, y todos estamos a salvo.

 

No me refería a él, ama. ¡Hay alguien aquí! ¡Hay alguien en el castillo! Alguien que quiere echarlos a todos. Dice que es su hogar.. dice que este lugar le pertenece, y que si no se van... los matará a todos.

 

¿De qué estaba hablando el elfo? ¿Alguien los querría matar otra vez? "No, no. Seguramente se puso nervioso porque todos nos fuimos antes, y ahora sólo imagina cosas. Tal vez necesita dormir, como yo."

 

Por favor, Jude, no tengo tiempo para juegos ahora. No me fastidies con esas historias para niños. Ve a preparar la bañara, ponle lo que sea, pero quiero salir de allí estupenda — le ordenaba mientras volvía con su cabello — y por favor, antes que nada tráeme unas malditas tijeras.

Editado por Marissa A. Black Crowley

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Dirección de la Red Flú, Trasladores y Control de Calidad.

Roxanne Rambaldi, Directora.

La promesa del día anterior la lleve a cabo a media mañana, abandoné el departamento luego de avisar a Gladys y partí rumbo a Ottery St. Catchpole para visitar a mi amiga, y matriarca de la familia Crowley, en su castillo. Vestía unos pantalones negros ajustados y una blusa rosa con botones, sobre esto una capa azul marino con la credencial del ministerio y un bolso colgado sobre el hombro derecho donde llevaba, además de mi varita, los documentos que hacia dos días Claudia había firmado.

 

Aparecí frente a la reja de entrada y tras tomar un respiro del fresco aire invernal emprendí la marcha a través de los jardines, me habría encantado aconsejar a Claudia sobre su jardín, quizá agregarle algo de color, algunas flores o arbustos, pero parecía que el estilo tenebroso le gustaba. Sonreí al ver los árboles y las murallas del castillo, que completaban el aspecto misterioso del terreno familiar, habían sido muy cuidadosos respecto al estilo.

 

Finalmente cuando llegaba a los jardines del castillo pude divisar lo que más me gustaba del lugar, las flores que bien sabía cuidaban los elfos, debían ser el único colorido visible. Llegue a las puertas tras unos minutos de caminata, donde tras tocar dos veces, me mantuve firme a la espera de que algún elfo o familiar abriese la puerta. Quizá la misma Claudia me estuviese esperando, como me había prometido el día anterior.

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~Po

 

Apareció en las afueras del Castillo Crowley, el antiguo hogar de su ama Valentine Drycar. En ambas mano llevaba maletas enormes que parecían estar a punto de estallar, era la primera ronda de todos los viajes que tendría que hacer para volver a llenar la habitación de la pelirrosa. No se trataba de ropas, sino de recuerdos mágicos y muggles que había ido adquiriendo en sus viajes. Como era obvio, volvía a quedarse allí, esta vez para siempre.

 

Mientras cruzaba el jardín cuidado por uno de las elfinas más bellas, pensaba en su ama y señora. Con el correr de los años le había tomado gran cariño, pues ella le trataba como un ayudante y no hacía comentarios despectivos hacia su apariencia. Desde el principio Valent le había pedido que le llamase por el nombre, pero la admiraba tanto que le era casi imposible poder decir su nombre tan abiertamente.

 

Tantas travesuras acompañó él, tanto desde fuera como desde el mismo centro del problema. Así que podría decirse que entendía a la perfección cada decisión que tomaba, además de apoyarla no solo por ser la que le rescató de su antiguo hogar. Tanto le agradaba su compañía que no le molestaba sus peticiones y las cumplía al pie de la letra, claro que a veces se permitía enojarse con ella y ser un poco duro, pero eran cosas sin importancia.

 

En ese momento, aparte de estar melancólico por el regreso que se avecinaba por el castillo en donde se estaba por adentrar, se sentía frustrado por Valentine. Tenía miedo de que su familia no la recibiese con los brazos abiertos, otra de las razones por la cual tenía que ir cargando sus maletas. Su plan era que él vaya primero, para poder recibir todos los regaños y que ella apareciese luego de la discusión o simplemente no aparezca, dependiendo del grado del disgusto.

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Carrie Terrace

Poción Multijugos - Caroline Ryddleturn


En medio de la soledad de un callejón irrumpió una silueta femenina encapuchada. Ésta se adentró con tela, asegurándose de que nadie la había seguido o de que hubiera algún curioso. Ya más al fondo vio a otra mujer que la esperaba y que también parecía ocultarse. Aquella bruja portaba un recipiente, del que emanaba una fuerte pestilencia. Carrie arrugó la nariz y alzó ambas palmas en señal de que no se bebería lo que su compañera le ofrecía, a sabiendas de que era el único método para que lo planeado resultara.

—No lo haré, no estoy segura que vaya a resultar. ¿Y si el cabello no es de ella? ¿Y si es de un animal? —susurró atemorizada y agregó—: Las consecuencias serían horribles...

—Eres muy pesimista, Terrace. Es de ella, ya te lo dije —respondió Siza llena de templanza—. Ahora tómate la poción, que la otra chica ya debe estar por llegar.

—Bien. —Dio un suspiro resignada y cogió el vaso.

Sin otra alternativa, Carrie se tomó la multijugos hasta el fondo. Los efectos fueron inmediatos, así como el dolor que invadió todo su cuerpo. Se estremeció, gritó, hasta que la transformación culminó y quedó convertida en Caroline Ryddleturn. Para su suerte todo salió perfecto y cada rasgo era de la Mortífaga. Cabello castaño, largo y ondulado, ojos verde claro, cuerpo pequeño y curvilíneo. La parte física estaba lista, pero aún le quedaba la más complicada: fingir ser ella y sonar convincente.

—¿Crees que se lo tragarán? —preguntó con el mismo temor de antes—. Nos estamos jugando mucho y... —Su frase quedó en el aire al sentir que alguien se aproximaba.

La recién llegada era quién la acompañaría en la mentira y en el robo que planeaban hacer. En ese momento también estaba bajo los efectos de una poción, usurpando la cara y el cuerpo de Gyvraine Sullivan, otra Mortífaga como Caroline. Habían escogido a esas brujas precisamente por lo que se sospechaba de ellas y porque sabían que serían bien recibidas a donde planeaban ir. Todos los indicios daban al éxito, aunque Carrie no lo creyera así. ¿Pero ya qué más daba?

—No nos retrasemos más —señaló exasperada y tomó del brazo a Gyvraine.

En casi un pestañeo sus figuras desaparecieron y se trasladaron hasta una calle de Ottery, frente a un antiquísimo Castillo. Allí era precisamente donde debían ir, al lugar en el que residía la familia Crowley. Según se habían enterado, en los terrenos yacía un cuantioso tesoro y sus moradores no tenían ni la menor idea de el. Ellas planeaban robarlo y cargarle el asunto a quienes representaban, pero para ello necesitaban ingresar. La supuesta Caroline fue la primera en hacerlo.

Aún estaba nerviosa y el lugar la ponía peor. No se fijó en nada de lo que pudiera tener la fachada, solo quería llegar a la puerta y acabar con todo de una buena vez. Antes de lo pensado cumplió su cometido y se encontró frente a la entrada; atrás de ella estaba su acompañante. Dio un largo respiro y estiró su mano para tocar la maciza madera, con la esperanza de que las recibieran pronto. Sin embargo, pasaron unos eternos minutos hasta que un elfo se dignó a abrirles.

—Necesitamos hablar con los patriarcas de la familia —sentenció sin rodeos—. ¿Puedes llamarlos? —Enarcó una ceja en señal de impaciencia.

Aquel gesto lo había visto innumerables veces en quien se hacía pasar, por lo que anhelaba estar haciéndolo bien. Una mala palabra o una mala actitud y todo se iría al tacho de la basura.

Ivashkov
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El pasado tan presente, pero el presente siempre es nuestro


(Perú - hace 20 años)



El viento soplaba con fuerza sobre el rostro del joven, era muy reconfortante sentir de nuevo aquella brisa tan familiar. Sentir su esencia humana y recordar su pasado con una familia que no recordaba nada de un niño al que criaron como su hijo hasta los once años. Ese era el motivo principal porque nunca quiso regresar a su país de origen, no quería ver a las personas a quienes amaba tanto, a su verdadera familia. Eso era lo correcto ellos eran su familia, no los Crowley. Ellos nunca lo serian, lo había repetido hasta el cansancio en Hogwarts, se lo había repetido siempre y se lo había repetido hasta el hartazgo a Helen: odiaba a su familia sanguínea.


Pero junto a ella habían hablado tantas veces de volver a visitar su país de origen juntos, como lo que eran: los mejores amigos del colegio, un par sin igual, aquella amistad que los marco desde una tarde en un cancha de quidditch, donde paradojicamente el perdió un partido pero gano a una amiga genial. Ambos se quisieron tanto desde ese primer día, ambos congeniaron de tal manera que era sorprendente. Todo fue genial, hasta aquella noche final, una fiesta de despedida para los graduados y un exceso de copas fueron la excusa perfecta para dar rienda suelta a lo que ambos chicos trataban de ocultar siempre, y fue en esa noche de locura y pasión donde descubrieron que se amaban.


Fue acaso todo un sueño, ella ya no estaba, a su lado. Desapareció aquella mañana, salio de su vida, ni una carta, no hubo un adiós. ¿Que era lo que había pasado? Era una completa incógnita que no pudo descifrar, tenia que encontrarla, no podía dejarla ir así, sin embargo ¿por donde empezar a buscar?


Y fue cuando decidió realizar aquel viaje siempre pospuesto por ambos. Siempre tuvieron grandes planes, pero no siempre pudieron cumplirlos, a veces por falta de tiempo, a veces por que ambos disfrutaban de la compañía de su pareja de turno. Maldijo la hora en que conoció a Rebeca, fue ella la culpable de lo que paso, tal vez le dijo algo a la Evans.


La brisa marina azoto su rostro, su búsqueda había sido infructuosa, ella no regresó a casa como se dijeron mil veces que lo harían juntos al final del curso. Era obvio, si quería desaparecer de su vida era un hecho que no iba a esconderse en un lugar conocido para él. Sonrió por lo bajo, meditabundo siempre adelantándose a lo que el planeaba. Era el momento de regresar pero y ¿si volvía a ver a su familia adoptiva solo una vez mas?


Y decidió que si, una ultima vez antes de partir para siempre y dejar el pasado atrás. Lo que nunca supo era que su destino lo estaba esperando, y que la trampa final estaba puesta.



*******



—¿Quien era el destinado a renacer en esta Tierra?, ¿Quien debería ser el que tuviera una nueva vida?, ¿no eras acaso tu? ...pero fui yo el que despertó, el que no....— De pronto no pudo escuchar mas que el sonido de un motor perderse en la amplitud del vació, la sonrisa siniestra apareció en el rostro de aquel muchacho de cabellera oscura....


Fokker despertó sudando, que era ese sueño, los había tenido por años, pero nunca se lo comento a nadie no tenia sentido. Parecía una pesadilla, pero había visto la escena repetida tantas veces, que aun no podía creer que esa mirada asesina fuera suya, como podría serlo, ¿por qué esas pesadillas, que sucedía?.


Los rayos de la luna escaparon a las nubes que la ocultaban. El bosque donde se encontraba se ilumino de pronto. Estaba en plena ceja de selva, había tenido la intención de ir al único lugar místico del país en busca de tranquilidad, consiguiendo el efecto contrario. Los sueños se hacían cada vez mas seguidos, sus pesadillas eran cada día mas nítidas. y aunque en un principio trataba de evitarlas, luego comprendió que si lograba dominar el intento de su mente de escapar de ellas, lograría ver su propio futuro.


Se acerco un pequeño riachuelo para refrescarse un poco, fue cuando dos orbes rojas aparecieron frente a él. Le pareció una locura, estaba alucinando acaso. Fue tan fugaz que pensó que aun estaba dormido. Se puso de pie entonces y se giro para volver en búsqueda de sus cosas, planeaba seguir el camino ya no tenia sentido volver a dormir con el amanecer tan cercano. Fue cuando se encontró con una persona a quien no pudo divisar por completo, una nube cubrió el cielo por un momento, y fue hasta que esta desapareció cuando se encontró con su destino.


Los ojos rojos brillaban en aquel sujeto, quien era, le parecía tan familiar.


Soy tu, Fokker, tu ser, tu esencia, tu final...


¿Como sabes mi nombre?— pregunto el chico, pero por alguna razón no estaba sorprendido, sentía que eran viejos amigos, que se conocían desde siempre.


El tipo no contesto, solo sonrió. Se le podía ver el odio en los ojos, a pesar que se mostraba tan tranquilo, se sentía que estaba lleno de furia, con un pleno sentimiento de venganza. No parecía ser mucho mayor que el, pero Fokker no estaba dispuesto a correr riesgos, saco la varita de su bolsillo izquierdo y apunto a aquel sujeto directo al pecho.


—¡Eso no funcionara!— fue la amenaza final y dio un paso hacia él.


Aquel niño sintió el temor al fin, apunto y recordó el primer hechizo que se le vino a la mente, —Desmaius—, vio como el rayo salia de su varita, y en el instante que alcanzaba el cuerpo de aquella presencia, este desaparecía por completo. ¿Que significaba esto? Se acerco con cuidado al sitio donde se desvaneció ese ente.


¡Dije que no funcionaria!


Cygnus volteo a su izquierda, como rayos cambio de lugar tan rápido.


Eso es fácil...—hablo de nuevo como si tuviera la capacidad de leer sus pensamientos y la figura empezó a cambiar de lugar tan rápido que parecía magia, hasta que en un momento sintió la voz dentro de el mismo —...porque habito dentro de ti desde siempre y es hora de ser tu.

Editado por Fokker

Don't make promises you can't keep... but those are the best kind.

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kRRKjq1j.gif         "Perdón por la sangre derramada xD "

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