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►—Castillo Crowley—◄


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Vio como el mago se dejaba su cómoda posición sobre la cama para poder darle la bienvenida, Van ingreso a la habitación al tiempo que el joven se quitaba los audífonos y lo invitaba a pasar, el pequeño domestico solía ser entrar muy rápido en confianza, a algunos magos y brujas no les gustaba aquello, pero la Evans sabía que no había ningún inconveniente con el Crowley. 

 

La cobriza sonrió al tiempo que sus ojos se encontraban con los del mago, aceptando la invitación del mismo, atravesó la distancia que separaba la puerta de la cama y tomo asiento junto al Crowley como si fuera algo que hubiera echo una y mil veces, así de a gusto se sentía, pues Fokker siempre había sido amable y carismático con ella, cosa rara teniendo en cuenta la fama que precedía a los miembros de aquella antigua familia.

 

Se reclino ligeramente sobre la cama, apoyando las manos detrás de ella dejando caer su peso -Diferentes lugares, como siempre, aunque esta vez pase la mayor parte del tiempo en Rusia y Alemania, uno piensa que Londres es frío, pero después de estar todos esos meses en aquellos lugares el clima de Londres parece cálido y agradable- esperaba que con ese comentario quedará explicado el porque de su atuendo tan ligero y veraniego - Aventuras...- Hizo memoria de todas las cosas que habían trascurrido en su último viaje, recordando todas las personas conocidas y las costumbres aprendidas de aquellas dos comunidades mágicas que son totalmente diferentes a la inglesa.

 

Nicole se acomodo en la cama, sintiendo lo suave de las sabanas que la cubrían, miro al Crowley - Pues creo que para poder contarte eso requeriremos de un poco de tiempo si es que quieres conocer todos los detalles, igual y sirve para que tú me cuentes lo que has echo en mi ausencia ... si es que te parece ...  

 

Se levanto de la cama en un rápido movimiento, se acomodo el vestido que se habia levantando ligeramente y miro a Van haciéndole un ligero gesto con la cabeza para señalar que era momento de retirarse, camino hasta la puerta y justo en el umbral se volteo para mirar al Crowley -¿Vienes?

 

@Fokker 

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  • 3 meses más tarde...

~Dos semanas atrás~

Tampoco está acá...—se dijo a si mismo luego de recorrer el lugar por algo más de dos horas.
        
La noche ya estaba cayendo y la cálida luz que brinda el sol de la tarde rápidamente cambiaba por la de las farolas que se distribuían cada 3 o 4 metros a cada lado de la acera. Los fugaces destellos de luz provenientes de los coches muggles que transitaban por la mítica Abbey Road dejaban ver de forma intermitente un rostro oculto tras las altas solapas de un pesado y sucio abrigo gris. Las estruendosas carcajadas de un grupo de jóvenes que escuchaban el Sgt. Pepper en el costado sur de la avenida llamó la atención de León, pero no eran más que muggles divirtiéndose. Con las manos entre los bolsillos del abrigo, cruzó al trote la calle con el espacio justo para evitar un taxi que bajaba hacia el parque de Alexandra Road. 
        
Las blasfemias emitidas por el conductor pasaron desapercibidas para el pelinegro que tenía la miraba fija en la puerta del London Coffee. Una mujer de cabello dorado acababa de salir del reconocido lugar y caminaba tomada de la mano de un hombre alto y fornido hacia la esquina contraria. Cómo ya había pasado en muchas oportunidades, el corazón del holandés se aceleró al igual que sus pasos que avanzaban a gran velocidad hacia la pareja, chocando un par de hombros en el camino.
        
¡¿Mía?! —preguntó exaltado halando la mujer del brazo derecho, obligándola a girarse.
        
¿Disculpe? —Unos sorprendidos y evidentemente disgustados ojos celestes le devolvieron la mirada.
        
Lo siento, yo... —respondió León un tanto desilusionado y confuso, pero sin soltar a la mujer.
        
¡Oiga viejo, suéltela! —exclamó el acompañante de la mujer que de un solo empujón mandó a León al suelo.
        
La pareja se alejó del lugar entre risas e insultos mientras el pelinegro que se quedó allí, justo sobre el charco de agua en el cual había aterrizado. El hombre había quedado como el héroe de la historia y la mirada de admiración de la mujer que se aferraba a su brazo lo confirmaba. Unas cuantas miradas de lástima y desagrado de los transeúntes al villano derrotado y todo volvía a la normalidad. Liverpool no iba a cambiar porque un viejo en desgracia cayera al suelo. La misma ciudad que había recibido a León Crowley y Mía Black Lestrange unos cuantos otoños atrás, ahora le escupía y lo trataba como si no le conociera, como si fuera un indigente más en las calles, como si ella no hubiera desaparecido.

Y allí estaba León tocando fondo. Solo. Sentado en el suelo mojado, con la espalda apoyada en la pared. Toda una vida de orgullo y arrogancia reducida a un insignificante ser, derrotado y agobiado. Baphometh había sido encerrado nuevamente y la voz de este en su cabeza ya no era una constante. A veces, lanzaba preguntas esperando una respuesta, una voz, una opinión que nunca llegaba. Ocasionalmente, percibía unas palabras a lo lejos, un intento fallido de articular una respuesta, pero era tan débil y tan lejana que no pasaba de ser una mala impresión. Solo tenía en la mente la voz y la imagen del rostro de su prometida que cada vez se le hacía más distante, más lejana, aunque no habían pasado más de 6 meses desde aquella noche en la playa del hotel, desde la última vez que la había visto. 
        

Señor, ¿Está bien? —una tosca voz lo arrastró de nuevo a la cruda realidad—, ¿Quiere que llame a alguien?
        
León no contestó. Tenía la vista fija en el reflejo del agua posada donde un rostro viejo y gastado le devolvía la mirada. La ausencia del demonio había acelerado el proceso de envejecimiento y en unos cuantos meses había pasado de aparentar los cuarentaytantos a parecer de sesentaytantos. Las arrugas se habían marcado debajo de sus ojos de forma tan clara que a veces no se reconocía en el espejo. Las distancias se hacían más largas, los recuerdo parecían disolverse más pronto y tenía que repasar dos veces las cosas para concentrarse en lo que estaba haciendo. En las últimas semanas las manos habían empezado a temblar de forma extraña, a tener movimientos involuntarios.
        
Oiga anciano, no puede estar ahí. Váyase o tendré que llamar a la policía —continuó la voz que provenía de uno de los empleados del London Coffee.
        
No sé preocupe, ya me voy —respondió León colocándose de pie lentamente.
        
La noche se había toldado con una capa gruesa de densas nubes y las primeras gotas empezaban a descender sobre las cabezas de los descuidados transeúntes. La lluvia que lograba llegar al suelo desprendía pequeños hilos de vapores lentos que contrastaban con los rápidos pies que buscaban refugio en las carpas y cornisas de los locales. León se escabulló entre los transeúntes y se metió en un oscuro callejón alejándose de la multitud. Metió la mano al bolsillo donde tenía un mini-replica del reloj de la casa de los Crowley para comprobar de nuevo que el larguero que tenía la foto de Mía, seguía sin indicar un paradero especifico. Lo guardón de nuevo y avanzó un poco más, lo suficientes para que nadie le viera alejarse.
        

Pssst... —Un siseo proveniente de algún punto llamó la atención de León que se detuvo de golpe—. Pssst...
        
¿Hola? —preguntó tratando de encontrar el origen del sonido.
        
¿Quién eres y que hiciste con León? —indagó la voz que cada vez se hacía más fuerte.
        
Esa voz... —balbuceó dando unos pasos hacia atrás, tembloroso.
        
Responde... ¿Quién eres y que hiciste con León?
        
Imposible... tu no... tu no puedes estar acá...
        
¿De verdad creíste que ese ridículo chamán me contendría para siempre? —la voz se hizo tan tenue que podía identificar claramente el origen—. He estado acá, encerrado, esperando... y ahora es mi momento
        
Pero.. estabas debilitado, no tienes la fuerza para escapar, yo no... —se interrumpió.
        
Un escalofrío recorrió cada uno de sus huesos y músculos al recodar las palabras del mago africano que retumbaban en su cabeza: "Mientras más fuerte sea tu mente, más débil será él" De repente las cosas se cayeron por su propio peso. La partida de Mía había representado un cambio en el pelinegro y había se había descuidado a sí mismo. No había vuelto a hacer ejercicio, no había comido bien en semanas y no recordaba la última vez que se había dado una ducha. Había concentrado todas sus fuerzas y energías buscando a mía y se había abandonado de si mismo por completo. Llevó la mano derecha rápidamente al bolsillo interno del gabán donde estaba la varita, pero ya era demasiado tarde.

Descuida, yo me encargo desde acá —fue lo último que escuchó León antes de perder el conocimiento. Mientras caía al suelo, los trozos de vidrio roto en el suelo le devolvieron una imagen aterradora. Los ojos se empezaron a oscurecer, las pupilas se ensanchaban y se tornaban rojas brillantes que acompañaban la risa burlona de Baphomet.


~Ahora...~

Como el sonido de un tren que se acerca a la estación desde muy lejos, los ruidos del sonido ambiente iban calando de a poco en los oídos de León con la misma velocidad con la que la escasa luz del sol empezaba a filtrarse por los espacios entre las pesadas cortinas. El particular olor de la vegetación aledaña a la habitación del patriarca Crowley se filtraba y dejaba saberle en donde se encontraba. El gusto despertaba al final del recorrido que implicaba el despertar después de un largo sueño y se sorprendió del leve sabor oxidado que reposaba en su lengua. La particular voz de Allan Quatermain II, locutor principal del noticiero matutino, salía de alguna radio ubicada en el castillo y llegaba tenue pero audible hasta la alcoba principal.

<<Mientras tanto, continúan las investigaciones para esclarecer lo sucedido hace dos semanas...>>

Los recuerdos se atropellaban uno tras otro en su mente como era habitual pero aún no lograba darles un orden cronológico exacto: Lima, Uganda, Liverpool, Budapest, Latveria. Destellos de imágenes que se amontonaban de golpe y le producían un dolor de cabeza ya reconocido, tanto como lo era el sutil aroma de zumo de naranja que venía de algún lado de la habitación. Un vaso del preciado líquido acompañado con un poco de vodka esperaba por el holandés en la pequeña mesa de noche que estaba rodeada por un viejo y sucio abrigo, unos vaqueros oscuros y unos zapatos no muy higiénicos.

<<..la ciudad muggle de Liverpool, famosa por sus historia musical donde...>>

Avanzó como pudo hasta la mesa y tomó el vaso que se llevó con inusual fuerza hasta los labios, lastimándose un poco en el acto. Ni tres segundos pasaron antes de que el la mezcla se vertiera por la garganta de León, refrescándolo. Continuó al extremo de la habitación donde abrió de par en par las cortinas dejando que la luz invadiera por completo la habitación, aunque sin percatarse mucho de su actual condición. Abrió las ventanas de par en par y la fresca brisa de la mañana expulsó el pesado ambiente de pereza y letargo que reinaba en el lugar.

<<..se presentó un evidente caso de asesinato empleando encantamientos de magia avanzada las cuales... >>

La voz de Allan seguía saliendo del lejano radio sin que el holandés le diera mucha atención. Continuó hasta el baño donde a tientas abrió la puerta de la ducha e ingresó su cuerpo ya despojado de las única prenda que cubría su piel, ignorando el reflejo que le devolvía el espejo. El agua caliente recorrió su cuerpo y le daba la frescura y tranquilidad que su cabeza necesitaba para ordenar sus recuerdos: Lima, Budapest, Liverpool, Rumania, Uganda. Pero seguía faltando algo.

<<...fueron realizadas por un ente mágico. Según la descripción de los ya desmemoriados muggles un hombre de...>>

Salió de la ducha aún con la cabeza en reestructuración tomó el cepillo de dientes. Los vapores generados con la ducha habían empañado por completo el espejo y difícilmente le permitían al Crowley ver su reflejo completamente claro. Esa mañana, pese a la jaqueca, se sentía particularmente enérgico, radiante. Como si se hubiera quitado un peso de encima. Lentamente la brisa que entraba por los enormes ventanales disipaban la humedad del espejo y le revelaban a León el hilo conductor que le hacía falta.

<<..de unos sesenta años que habría tenido una discusión con una pareja frente al Café London para minutos después arremeter contra el hombre y la mujer, asesinándolos casi de inmediato. Misma suerte para uno de los encargados del mítico café de..>>

Al otro lado del espejo, un León de aproximadamente 35 años de edad le arrancaba un gesto de susto y exclamación. Un pecho tonificado y marcado que carecía de las cicatrices y secuelas de una cruel vida que no hacía más de dos semanas tenía marcadas en la piel. Un rostro terso, bien afeitado, carente de arrugas y con un corte de cabello muy al estilo militar le regalaba una sonrisa burlona. Las memorias se terminaban de organizar: Escuela de magia de Lima, Perú donde había ido a buscar a Mía, ya que habían pasado un tiempo descansando luego de comprometerse en matrimonio. Budapest, Hungría, donde había continuado su búsqueda, teniendo presente que muchas veces ella le habló de la magia residual que conservaban las cuevas que recorrían miles y miles de kilómetros de la vieja Transilvania. Rumanía, otro de los sitios donde muchas veces habían ido a descansar, lejos del ajetreo y la espesa sociedad londinense. Liverpool.

<<...Liverpool, el cual sobrevivió al feroz ataque, pero falleció al poco tiempo en un centro de salud. Debido a la brutalidad de los ataques, las autoridades mágicas locales no pudieron remover los recuerdos del todo y fueron reimplantados como un devastador ataque de oso pardo proveniente de un circo ambulante ubicado en el parque de Alexandra Road...>>

¿Qué hiciste? —preguntó al hombre al otro lado del espejo.

Lo que debiste hacer hace mucho tiempo. Recuperar el orden de tu vida —la voz de Baphometh había dejado de ser un leve siseo, recobrando la firmeza y tonalidad de siempre.

Lo que debí hacer hace mucho tiempo fue acabar contigo —respondió León—. Y lo haré, cueste lo que cueste.

JAJAJAJA ¿Crees que lo vas a lograr de nuevo? —espetó la figura burlona del espejo—. Esa suerte no la tienes dos veces. Por cierto, ¿Recuerdas que pasó después de Liverpool?

Editado por León Crowley
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  • 11 meses más tarde...

Dos figuras aparecieron de improviso en el castillo Crowley, exactamente en la biblioteca del mismo, buscaban cierta información, la cual podía estar en los libros prohibidos y de artes oscuras del castillo. Pero no estaba seguro si una fenixiana seria bien recibida en el castillo de su padre.

—Jamás pensé que entrarías a este lugar así— la miró muy divertido, ella llevaba un traje negro para confundirse entre las sombras para pasar desapercibida, de todas maneras para él, esto era más una aventura de niños. No le daba la importancia y solemnidad al momento que la joven si le daba.

La mirada de ella le hizo entrar en razón, —ok, ok la misión, su importancia ya lo sé,...  peeeero si cambias de opinión, mi habitación esta a unos pasos— La mirada de ella lo dijo todo ¬¬

Ya ya, esta bien a lo que vinimos— finalizó con una sonrisa. Siempre le fue difícil mantener la seriedad junto a ella, callado tal vez. Caminaron por el pasillo principal, donde los grandes tomos de libros sobresalían, todos libros simples, comunes que no tenían nada en especial, los que buscaban estaban ocultos en una habitación que solo los miembros importantes de la familia conocían.

Lo que vas a ver no debes decirlo nunca— le advirtió, sabiendo que su rostro incicaba otra cosa. Con falsa solemnidad el pelinegro se acercó a un gran cuadro, apunto con la varita realizando una floritura al mismo tiempo que hablaba en parsel. Se abrió una gran puerta.

Volteo a ver a la Evans que lo miraba con cara de espanto

¿Qué pasó?— pregunto asustado, pensando al mismo tiempo <<espera le dijiste que sabes hablar parsel>> Recordo que no porque siempre fue y sera un despistado, asi que se apresuró en aclarar su accionar.

No es lo que crees, solo me se unas palabras, ya seria mucho que supiera hablar eso, demonio, mortifago, vago, esto mas seria muy grave— Soltó la carcajada.

Llamas verdes iluminaban la entrada, y ambos cruzaron la entrada, un gran pasillo se abría frente a ellos, literatura prohibida para los ojos de los magos del bien, pero muy útil en casos tan graves como el suyo.

Bienvenida a la más grande biblioteca de Artes oscuras, veamos si podemos deshacernos de Dimitriv— exclamó con una sonrisa. Helen dudo, pero mantuvo su convicción. Peores riesgos habían vivido, una mas no importaba.

Editado por Fokker

Don't make promises you can't keep... but those are the best kind.

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kRRKjq1j.gif         "Perdón por la sangre derramada xD "

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— ¿Recuerdas cuando eras joven? —se preguntó a si mismo justo antes de salir de los terrenos de la mansión Granger luego del ataque y desaparecer en dirección al lugar donde había dejado la botella. Sin embargo, por alguna razón, apareció en los terrenos del destruido hogar de los Crowley.

—WTF! —exclamó incrédulo.

Lo que alguna vez fue uno de los castillos más importante de la zona residencial, con sus jardines, estatuas y todo tipo de criaturas, estaba ahora reducido a una pila de escombros, suciedad y maleza. La enorme verja de hierro daba señales de haber sido vulnerada al menos una decena de veces y estaba doblada a un costado del jardín, que había sido consumido por la naturaleza que lejos de embellecer el terreno, empeoraba la imagen del lugar.

Ingresó a los terrenos de la familia percatándose de cómo cada metro de la propiedad narraba una historia de descuido, obsesión y desgracia. El muro que separaba el terreno de la calle principal tenía tantas grietas que parecía más la piel de un ashwinder que un bloque de concreto. De las criaturas que otrora habitaran los jardines del castillo, no había indicio alguno y por la espesa vegetación que se proyectaba hasta le inicio del invernadero, el cual tenía todos los vidrios rotos, hacía mucho no estaban allí. Las desmembradas estatuas de Mathias Crowley y sus 4 hijos, yacían desparramadas por todo el camino que de los jardines conducían a la estructura principal del castillo que no había tenido un trato distinto al del resto del predio.

— ¿Cómo dejaste que pasara esto? —el eco de la voz de Baphometh retumbaba en el interior del pelinegro que hacían un enorme esfuerzo por no demostrar la tristeza que le inundaba en ese momento.

No había rastro alguno de las imponentes puertas de cedro negro que custodiaban la entrada; por el contrario, el lugar donde deberían ir las bisagras, daba señales de haber sido vulnerado en varias oportunidades. La biblioteca era lo único que se mantenía entero, pero sucio. Un poderoso encantamiento invocado desde la misma creación del castillo impedía a cualquiera que no fuera de la familia Crowley tomar los libros, incluso mediante magia. Eso no excluida a que hubiera sufrido actos vandálicos: botellas vacías de licor reposaban en cada uno de los estantes del mueble, grafitis alusivos a grupos urbanos y en contra del ministro de turno habían sido fijados en las puertas de los gabinetes superiores, hojas sucias de viejas ediciones del profeta y del vuelapluma dejaban ver que había sido utilizado como habitación de algún transeúnte caído en desgracia.

— ¡El Vodka! —gritaron al unísono León y el ente demoniaco que habitaba en su interior, al tiempo que salían disparados por el salón principal en dirección a la cocina.

El destrozo del mueble de mármol de la cocina pasó desapercibido para el pelinegro que pasó como un rayo hasta el arco de piedra donde debería estar la puerta que conducía al sótano. Sorteó más botellas vacías por las escaleras, fijándose si alguna de ellas tenía el sello de la destilería mágica asgardiana. Para alegría de León, la puerta de hierro de la despensa seguía cerrada pero con evidentes signos de haber sido ultrajada. Acercó la varita al pomo de la puerta, pero para su sorpresa, no se movió un solo centímetro.

—Largo de acá, vagos de *$#%$# —una voz chillona pero tranquila gritó del otro lado del metal—. Acá ya no queda nada de valor.

— ¿2B? —Preguntó León al reconocer la voz de la elfina—. Soy yo, León.

—Le daría puntos por originalidad si no lo hubieran intentado antes. El señor León está muerto.

—No tanto como lo vas a estar tu si no abres la maldita puerta —espetó llegando al límite de su corta paciencia.

— ¡Yorha! —gritó la elfina luego de algunos segundos, esperando a que León terminara la frase.

2B, 9S y 2A eran los nombres de los androides de un videojuego muggle que había obsesionado a León poco después de que había terminado los estudios de psicología. La forma en la que abordaban la supuesta existencia de una ser superior había fascinado tanto al Crowley que había acabado los primeros tres finales el juego de un solo tiro y en menos de 3 días había acabado los 24 finales restantes. Fue tanta la obsesión, que cambió los nombres de los elfos del castillo sin el permiso de los demás patriarcas (que poca presencia tenían) y siempre los hacía repetir el lema principal del juego.

—For the Glory of Mankind —respondió León dibujando una tenue sonrisa en los labios.

La puerta se abrió lentamente tras un breve momento dejando ver que le interior de la despensa, si bien estaba cubierta de polvo, seguía intacta. Los ojos temerosos de la elfina se asomaron tras el filo de la puerta y se encharcaron en lágrimas tan pronto vio el rostro del holandés. Despojada de todo el miedo que en otros tiempos le tuviera al patriarca, se lanzó hacia su regazo y lo abrazó por la cintura, dejando que su rostro lleno de lágrimas se pegara a la piel desnuda del abdomen de León.

— ¡Maestro! —Sollozó la elfina—. Pensábamos que había muerto. El amo Fokker no viene hace mucho tiempo y mucho menos la ama Claudia. Han retirado todos los servicios ministeriales y el castillo perdió todas sus defensas. 9S salió en busca de alguno de los patriarcas. Lo último que supimos es que había seguido su paradero hasta Liverpool, pero no se ha vuelto a saber nada. Temíamos que le hubiera pasado algo, leímos en el profeta que había pasado algo y….

— ¿Liverpool? —contestó Baphometh haciendo que León dejara de ponerle atención a 9S —. Eso es un cabo suelto.

—Ya aparecerá —interrumpió León a la elfina tratando de calmarla —. Por ahora, tráeme una botella de vodka, hay mucho que arreglar.

Editado por León Crowley
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La última vez que había sido vista Mía Black Lestrange en el mundi mágico, había sido en el castillo de los Crowley, el hogar de su esposo. No sabían con exactitud ninguno de los miembros de ambas familias que había ocurrido con la rubia pero era algo sumamente sencillo, necesitaba tiempo para si misma y para que Lilith tomará el control de su cuerpo y alma nuevamente, había estado tanto tiempo dormida y siendo reprimida que con el solo hecho de entregarse en cuerpo y alma a su matrominio, había sido suficiente para que esta saliera de donde sea que la ocultaba su mente y cuerpo. 

Lo único que había podido dejar antes de irse aceleradamente era una pequeña nota, en la que rezaba la siguiente leyenda: 

Cita

 

León: 

Lo siento amor, pero tengo que irme... no tengo suficiente fuerza en estos momentos para quedarme, me esta obligando. 

Te amo, tu esposa.

 

La escondió debajo de la almohada bajo la cual había estado dormiendo las últimas horas, para después irse corriendo de ese lugar. Esperaba que su esposo pudiese encontrarla y entender que era lo que estaba ocurriendo. Pero en cuanto abandonó la propiedad de su esposo, sintió como poco a poco Lilith tomaba el control de cuerpo, dejando atrás el rubio de su cabellera y sus ojos verdes, para transformarlos en azules y una caballera roba frondosa, además de acentuar su voluptuoso cuerpo. Estaba lista para salir y tomar el control del cuerpo de la bruja. Así que quien viese a esa mujer, jamás podría descubrir que era Mia, a menos que la conocieran cuando el demonio que habitaba en su interior tomaba el control. 

De esa manera, desapareció sin un rumbo fijo, pero solo con el deseo de disfrutar de todo aquello que la rodeaba, entregandose a los placeres de la vida. 

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~Actualidad~

Necesitaba dar un paseo no sabía por que estaba inquieta algo no iba bien del todo por allí, su corazón latía de forma rápida como si hubiera una presencia allí que la recordara a algo o alguien. Trago saliva y mojo sus labios secos por aquella ansiedad que de pronto la estaba recorriendo el cuerpo, así que salió del Castillo de su familia de la que era ella Matriarca con cierto nerviosismo mientras notaba como era Eliah la que tenía las riendas del cuerpo y Abrahel estaba como si no quisiera saber nada y no entendía por que esa reacción de su lado demoniaco.

Pensaba que estaba vagando hasta que sus pasos en la distancia la llevaron a una colina donde podía ver mas allá unas ruinas de lo que podía ser un castillo o una mansión. De repente su cuerpo se bloqueó y las piernas la flaquearon era como si Abrahel no quisiera andar mas hacia allí, era como la presencia de aquel día...

~La masacre en el London Café~

Antes de que estallará la guerra, ella estaba un día mas en el castillo de su familia Selwyn, feliz supuestamente con su madre Lyra Katara, heredera del infierno e hija de Lucifer. Una deimon como ella mitad bruja mitad demonio, ambas nacidas con aquella dos naturalezas tan inusuales, puesto que los demonios solían poseer los cuerpo de su victimas para vivir en ellas y no elegían a cualquiera.  

"Hay que ir a Londres " de repente escuchó aquel susurro nervioso en su mente sin saber muy bien por qué. Nunca había escuchado así a su otro yo, a su lado mas oscuro, era como si tuviera una urgencia en ir a arreglar algo. ¿Qué la pasaba? ¿Tenía que dejar a la reina de los súcubos tomar el control completo? lo intentó pero tampoco quería tomar el control, tragó saliva mientras notaba sus manos sudorosas. 

Dejó lo que estaba haciendo para levantarse mientras su madre la miraba extrañada.—Ahora vengo, tengo que ocuparme de unas cosas...—dijo la Selwyn a su madre para salir de la casa, ya que estaba anocheciendo y seguramente tras esas palabras pensaba que su demonio necesitaba divertirse un poco. Al salir de los dominios desapareció para ir directamente a Londres puesto que acababa de dejar el control a Abrahel para que la llevará donde quería ir.

Cuando llegó al lugar no se esperaba lo que estaba viendo, estaba el ministerio de magia, muggles trastocados que balbuceaban cosas incoherentes para muchos, pero para la Daimon tenía cierta coherencia. Un tipo de unos sesenta años atacando sin piedad, eso hizo que frunciera el ceño confundida, si era obre de un demonio que parecía que Abrahel identificaba el cuerpo  humano debería conservarse bien...o...espera, acababa de volver de algún sello.

Eliah no comprendía como podían sellar a su otra parte dentro de ellos, si era muy divertido tener un demonio dentro, aunque claro para ella era normal habiendo nacido con él y era como si fueran uno después de años de entrenamiento y conviviendo juntas. Era como un pacto Eliah le daba lo que quería mientras ella se portaba bien, aunque la verdad era mas fácil para ella de lo que pensaba que era para los poseídos por un demonio.

La iban a echar del lugar hasta que mostró una sonrisa seductora y sacó de su bolsillo algo enseñando  su acreditación del departamento de criaturas mágicas para poder acercarse al lugar del crimen con total libertad para intentar concluir lo que ha pasado. Los cuerpos estaban destrozados, pero totalmente destrozados pero algo mas había en esos cuerpos y era como si alguien hubiera disfrutado matando a aquellas personas sin más. Además que había resquicios de magia avanzada por todo el lugar, estaba claro que había sido un mago o un Daimon, un ser del inframundo, un demonio sobre todo por que Abrahel estaba inquieta en aquel lugar y era raro que la Reina de las súcubos se inquietara y quisiera zanjar ese asunto rápido, como si intentará cubrir a alguien de su especie que era como ella.

Se agachó ante uno de los cuerpos y observó que como el resto de las victimas, sus dos ojos sangraban era un detalle muy peculiar de muerte de eso estaba segura. Y esque mirara donde mirara todo tenían ese detalle sangre en los ojos, "Baph..." apareció parte de ese nombre en su cabeza, pero no recordaba que mas, una parte de ella conocía al causante de ello pero otra no tenía ni la mas remota idea de quien era.

—¿Qué recuerdo les damos a los pocos que han visto algo...?—preguntó uno de los trabajadores del ministerio que estaba hablando con otro empleado que parecía tener mala cara al presenciar todo aquello.

Reimplantarles en el recuerdo que ha sido un devastador ataque de oso pardo...dudo que podáis desmemoralizarles después de lo que creo que ha sido—concluyó la Selwyn cuando se levantó tras ver a la victima ahí tirada en el suelo mientras se alejaba de la zona para intentar buscar un culpable.

¿Quién era Baph...? era como si no recordara el nombré mientras sus ojos alternaba el azul con el amarillo para volver a tenerlos de azul y amarillo como siempre les tenía. No sabía, pero si quería que no le pillaran tendría que limpiar todo aquel desastre que había causado. Se levantó para mirarse en uno de los escaparates que había allí. Llevaba un corsé negro y morado dejando su escote al aire sus hombros y sus brazos, además de su espalda. Mientras miraba el escaparate pudo ver a un elfo, pero cuando se quiso girar ya no estaba. Lo que no sabía la Selwyn es que aquel elfo la estaba vigilando desde no muy lejos.

Tenía que ir al deposito de cadáveres y quemarles, por suerte pudo ver quien era el que transportaba los cadáveres y donde los llevaba. Era un chico joven, por lo que la reina de los súcubos lo tenía demasiado fácil. Lo siguió hasta  que llevó la furgoneta hasta el deposito, por lo visto tendría que haberla descargado, pero la inexperiencia optó que el joven mago fuera a un bar ¡Bingo! era su golpe de suerte.

"Te toca Abrahel" dijo para si misma la Selwyn a lo que una risa malévola resonó dentro de ella. Fue entonces cuando no esperó un momento para entrar seductoramente al bar moviendo las caderas para sentarse al lado del joven mago. Este parecía perplejo por que una bruja como ella se sentará a su lado y pidiera un Whisky que se tomó de un trago.

—¿Sabes que te sienta muy bien el uniforme?—le dijo con voz seductora mientras le tocaba la puerta subiendo hasta la zona de la entrepierna. El mago embobado enmudeció mientras la Daimon sonreía divertida. En tan solo dos segundos se lo había llevado a los baños, mientras lo poseía de forma sexual gastándole la mayoría de energía pero sin matarle, tan solo lo dejo inconsciente tras tener sexo con él. Aunque él tan solo notaría que tras acabar se quedó dormido del cansancio en los baños de aquel tugurio.

 La reina de los súcubos se acababa de alimentar, no como a ella la gustaría pero lo suficiente para estar complacida. Salió del baño, del bar y se metió en un callejón de enfrente del lugar por suerte se seguía siendo de noche y aquello la beneficiaba. Miró con aquellos ojos amarillos y la furgoneta, con un chasquido empezó a arder y en pocos minutos explotó, y cuando sucedió esto la demonio desapareció del lugar. Sin cuerpos no podían analizar nada mas, ni magia ni nada y los muggle se ocuparían de un incendio normal y corriente.

No sabía por que estaba cubriendo el desastre de un demonio que ni siquiera recordaba, quizás lo conoció cuando vivió en el infierno cuando apenas era una cría, pero su abuelo se encargó perfectamente de que apenas se acordara de nada de aquello. Solo lo justo y lo necesario, solo se acordaba de quien eran sus súbditas súcubos y no de todas. Tenía muchas preguntas y no sabía si aquel demonio haría lo mismo que estaba haciendo ella, manchándose así las manos por un poseído en el mundo terrenal.

Al amanecer llegó a su oficina, tenía que dejar todo aquello zanjado, ella estaba detrás de otro Deimon que había causado destrozos, no había matado, quizás fuera perfecto para inculpar al verdadero malhechor de aquel asunto. Mientras estaba en su oficina y tras cerrar la puerta indicando que no la molestará nadie, que tenía mucho trabajo. Se sentó en su cómoda silla de cuero de dragón y sus ojos cambiaron a amarillo dando paso a Abrahel mientras chasqueaba los dedos y aparecía ante ella una de sus súcubos leales.

-Hola Aloja**-saludó la reina de las súcubos a su súbdita que la hacia una reverencia.—Necesito que busques a este demonio y me digas donde está—con tono autoritario sacó un papel de su cajón sobre aquel Daimon que tenía su ficha de registro y que andaban observándolo por que había perdido los papeles en varios espacios públicos.

Su subordinada asintió y se fue de allí, no tardo mucho, la Selwyn, en detener a aquel deimon tras el aviso de la otra súcubo y acusarle de aquello, con todas las pruebas otorgadas y sin cadáveres fue más fácil culparlo, para llevarlo a Azkaban y exorcizarlo durante un  largo periodo de tiempo hasta que estalló de nuevo la guerra mágica...

~Actualidad~

Tras aquel flashback que había tenido la bruja ante aquella sensación que tenía de aquel día, decidió que era mejor ir a su casa. Allí estaba segura y si necesitaba ayuda, podía invocar a su ejercito de súcubos para cubrirla las espaldas. Se levantó y tras mirar de reojo aquel lugar desapareció en una voluta de llamas y humo para ir de nuevo ante las paredes del hogar. Solo esperaba que eso no volviera a pasar y poder vivir tranquila sin tener que contactar a Lucifer en ningún momento, puesto que desde la muerte de su madre no quería tener mas contacto con él si no era necesario.

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